Cincuenta monedas. La bolsa no es tan pesada como parece, no sé para qué tanto escándalo con este nuevo metal. Incluso puedo correr por el callejón sin problemas. El único drama es el ruido. No tintinean, pareciera que cantan, las muy perras. Logro desviarme, a tiempo de ver desde una azotea cómo llega una traffic negra, de la que salen diez, veinte uniformados que se desplazan en todas direcciones. Me quedo quieto y los observo, con las pelotas en la garganta por el miedo. Entonces un pensamiento estúpido me da ganas de reír. Es que me hacen acordar a la nave nodriza de una película de extraterrestres con cascos naranjas que se movían igualito, igualito.
Buen viernes, buen fin de semana, del mes y del año. No sé ustedes, pero yo no veo las horas de empezar el 2017. Estoy muy contenta por haber logrado mis metas de lectura y escritura para este período, aunque la frecuencia de publicación en este blog haya disminuido. Siempre veo sus comentarios y me pone muy orgullosa decir que mis mejores lecturas del 2016 han sido recomendaciones o reseñas en otros blogs. Quiere decir que esto de la blogósfera es útil, al fin y al cabo. Vamos a las estadísticas que da Goodreads de mi año (he leído un par de libros más, que no tienen ficha en esta página pero sí les he hecho la reseña correspondiente):
A veces la observo, sin que se dé cuenta, y me quedo asombrado. Todo lo que hace por mí parece demasiado, pero nada es suficiente para ella. Sé que mi cara es lo primero que espera ver a la mañana y lo último en lo que piensa antes de dormir. La he visto ir por mí a lugares que creí solo míos, relacionarse con gente que no debería, esperarme por noches enteras con la única compañía de un termo de café y un atado de cigarrillos. Me ha confundido con algún pobre infeliz, en más de una ocasión, y me he sentido celoso. ¿No dijo alguna vez que podía contar hasta el último lunar de mi cuerpo con los ojos cerrados? Una afirmación un poco extrema, diría yo. Igual, no me arriesgo a ponerla a prueba. Podría acertar.
¡He llegado a cumplir con el Desafío Goodreads que me propuse este año! Sé que cincuenta es un número enorme para algunos, para otros es fácil de superar, alguien se fijará más en la extensión o la calidad de las obras leídas, pero yo tenía muchas ganas de hacer el intento esta vez. Como gran incumplidora de mis metas anuales, estoy sorprendida de haberlo logrado. Además, esto me sorprende en una época de baja con el blog, pero festejo con ustedes.
—Pretender ser escritor y que nadie rechace tus obras es como querer ser boxeador y que no te
Las puertas, cerradas. Las cortinas —largas, pesadas, rojas— impiden que el mundo exterior eche algo de vida a la sala. Desde arriba, los cristales de una araña dibujan algún capricho que sería centelleante si no fuera por el polvo. En el centro, el piano. El contraste entre el negro del instrumento sobre el blanco del cerámico del suelo llama la atención. Y algo vibra, desde las sombras. Algo cruza el aire, una chispa se enciende y lo que fue un par de ojos observa la escena. Se acerca al piano, sin forma, solo una estela, un leve cambio en el ambiente de por sí viciado por el encierro. Con timidez, observa las teclas: más negro, más blanco, más polvo, qué importa. Su memoria da con la clave del mecanismo y la fuerza de la costumbre es la que arranca los primeros sonidos. Las notas se elevan, de a poco, van tomando el camino de siempre y forman la melodía creada por el maestro. Lo reconocen, lo saludan, le dan la bienvenida luego de tanto tiempo. La música comienza a reescribirlo a él también. Sus huesos van convirtiéndose en materia, sus articulaciones los abrazan, para impedir que escapen cada uno por su lado. Los músculos recubren primero los dedos, luego los miembros y el resto de lo que debe sentarse sobre el banco de madera. Su piel acaricia las teclas, sus nuevos ojos observan con dificultad el movimiento de sus manos y una sonrisa termina de traerlo a este plano de nuevo.
¡Buen lunes a todos! Pareciera que me he tomado demasiado en serio la filosofía del slow blog, pero este mes ha sido muy agitado. Estuve con arreglos en mi casa y, al final, terminé agotada. Recién ahora puedo sentarme en mi escritorio nuevo para redactar el post.
52 retos - Eréndida Alfaro
Deshoras - Luis Arias Forero
Microrrelatos para desahuciar el tiempo - Cintia J. Cajal
La luz de las velas, en círculo alrededor del espantapájaros, arrojaba sombras alargadas a todos los rincones del almacén abandonado. Las tres chicas seguían en sus posiciones. Esperando. En vano. Una revisó el libro, debía comprobar que el conjuro hubiera sido el correcto. Otra bostezó. La tercera abandonó el círculo, llevaba horas aguantando las ganas de ir al baño. Entonces, los ojos del muñeco se abrieron. Nadie volvió a salir de allí.
Título: La espada del destino
Un día, la necesidad despertó. Necesitaba sol, aire fresco, viento que corriera con libertad sobre su cuerpo y revolviera sus cabellos, aroma a verde, sonido de campo. Pero las paredes grises que lo aprisionaban se habían convertido en su único escenario. El resplandor frío del tubo fluorescente hería sus ojos, el encierro ya era más que una sensación, podía respirarse, sentirse en cada poro. Así que corrió hacia la salida, esa que tantos habían usado, esa que compartía en aquel momento con otros que corrían, ansiosos. Desembocaron en un túnel oscuro. Más concreto, más vacío, ahora sin iluminación artificial. Puro negro.
Título: El último deseo
Buenas tardes, vengo con una publicación que no es ficción, para la sección Random del blog.