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Dame relatos escabrosos
Dame relatos escabrosos
La noche eterna

La noche eterna

22 febrero 2021

No deberías haberme visto, no tendrías que haberte acercado. Ya no volveré a ser la que era. No soy más aquella que amaste: no permitiré que seas el primero en hablar, ni que envíes lejos a mis hijos por considerarlos imperfectos. Esta es mi forma ahora. Me he liberado de todo lo que me ataba a aquel mundo luminoso al que pretendías arrastrarme. 

¿Por qué has venido a buscarme? ¿Cómo es que no soportas ver en lo que me he convertido?

La muerte me ha ofrecido sus brazos y he ido a su encuentro. El Yomi me ha mostrado su fruto y yo lo he probado. No entenderías aquella sensación, la novedad fue casi tan emocionante como el ver la lanza celestial por primera vez. Ahora tú y yo somos tan distintos como el día y la noche.

La inmensa negrura llenó mi ser, el dolor de aquellas llamas que me trajeron aquí fue reemplazado por comprensión y perdón. No debiste venir a perturbarme. El alcance de tu pequeña mente de dios limitado por los temores de los vivos no llegará nunca a igualar esto.

Oh, si hubieses estado allí al momento en que crucé al Yomi…

Si hubieses visto cómo todo dejaba de importar, la obediencia, el dolor, el amor, cualquier sentimiento estúpido al que pude haber hecho caso antes y que me obligaba a obedecerles a ti y a los dioses de arriba.

Ya no más.

Las posibilidades ya para mí son infinitas.

¿Quieres probar un poco? ¿No sientes un poco de curiosidad al menos?

Dejaré de intentar explicártelo, porque podría estar hablando aquí durante siglos y no estaría ni cerca de pintar el panorama completo. Imagínalo por un momento: si pudiera atravesar tu corazón con el Amenonuhoko y revolver tu sangre con éste, tal vez en ti surgiría una mínima parte del poder que me fue dado en esta nueva vida.

Entonces, ahora respóndeme. O, si no quieres decírmelo, reflexiona con la sinceridad de tu impulsivo corazón, amado mío.

¿Por qué insististe en que siguiera tus pasos, como la mujer sumisa que fui? Aún en mi nuevo estado tu presencia es magnética, tu cuerpo me atrae como la luz a una desgraciada polilla. Me detesto por eso, te adoro por la misma razón. ¿Cómo es que pude ceder a tus caprichos, aunque fuese por un instante?

La verdad es que debí escupir mucho más fuerte al verte aquí. A tus pies, el suelo comenzó a derretirse, ¿cómo es que no te diste cuenta, fue solo por la oscuridad? ¿O es que tu deseo de arrancarme de mi descanso era lo único que importaba?

Debiste quedarte en nuestro bello palacio, recordando los días en los que corríamos felices alrededor del Amenomihashira y cuidando de nuestros hijos, en especial del recién nacido. Tu egoísmo marcará a la humanidad para siempre, si es que eso te importa. Lo que es a mí, prefiero lamentar cómo arruinaste lo nuestro al venir a sumergirte en mi noche eterna.

El tiempo de los dos había terminado. Deberías haber dejado nuestro adiós en algo melancólico y luminoso. Pero, ahora que viniste, por lo menos debías cumplir la única condición que impuse.

Si el Yomi es la tierra de la oscuridad interminable, debías respetar eso. No tenías porqué forzar la luz con tu fuego inmundo. Pero sí merecías verme, ahora que lo pienso. Sin quererlo, te he mostrado mi nuevo interior y me alegro por ello.

No necesito cubrir mis carnes pútridas; los gusanos son suaves y mejor compañía de lo que imaginas. Las heridas en mi cuerpo reflejan las que atormentaban a mi alma desde hacía mucho.

¿Ya no vas a recibirme con amor? ¿Ni siquiera vas a oír mis gritos, no permitirás que mis manos sanguinolentas te acaricien, ni unirás mi aliento rancio al tuyo? Mala decisión, Izanagi. Mala idea, cariño mío. Ahora no voy a librarte del dolor de haberme perdido, aunque con esto convierta todo nuestro amor en pura competencia odiosa.

Maldito seas, debiste quedarte en el Inframundo como recompensa a tu atrevimiento. A cambio de tu cobardía, quedarás unido a mí por la eternidad mientras cuentes a cuántos de esos mugrientos humanos traigo conmigo, hacia la noche más negra. Sabes que si prometo algo, no descanso hasta cumplirlo. Hemos nacido de las mismas deidades, amor mío. La furia también me desborda a montones hasta rebalsar y cambiarlo todo a mi alrededor.

Supe que incluso asesinaste al fruto del esfuerzo que me llevó al Yomi. La cantidad de seres que surgieron de aquel horrible pecado serán causa de mi satisfacción y provocarán daño o alivio a aquellos seres inferiores que habiten la tierra que hemos creado juntos.

¿No quieres llevarme contigo? ¿Tampoco quieres quedarte? Ahora tu rechazo será castigado.

Haré que te arrastres y lamentes ese asco profundo que vi en tus ojos ante la llama que encendiste en mi refugio. Y, si no lo haces tú, lo harán aquellas criaturas débiles que viven en las islas que surgieron debido a nosotros.

No podré olvidarte nunca, querido mío. Cuando lo desees, con solo pedir perdón y entregarte a mi abrazo, te daré la bienvenida a la oscuridad. Reinaremos juntos sobre esta noche eterna. Porque algún día tendrás que cruzar hacia aquí. Mi ejército estará esperándote, listo para destrozar cualquier intento de rebeldía, pero también dispuesto a obedecerme en caso de que yo decida que tu arrepentimiento es sincero.

Deja que me cobre mil almas diarias, no es un precio tan grande por el inmenso amor que alguna vez prosperó bajo la luz del sol. Pero, si cumples y creas mil quinientas más, jugaré con gusto esta competencia. Nuestra unión dio grandes frutos. Juntos dimos origen a la creación misma. Permíteme que abra paso al regulador de tanta riqueza. Deja que me lleve al inframundo parte de lo que me corresponde. O ven a mí y que el caos se encargue de todo allí afuera. 

¿Qué dices, amado mío? ¿Vamos a llevar adelante este juego? La eternidad no volverá a ser aburrida, eso también te lo prometo.

***
Conteo de palabras: 1005. Relato escrito para la antología de mitología japonesa organizada por Soñando uno de tus sueños. 
Averiguar sobre la historia de Izanagi e Izanami me partió el kokoro, además de que Yomi, la tierra de los muertos, me pareció un lugar genial (para alguien que ama las historias de terror, por supuesto).
Si llega a surgir la antología completa, me va a encantar leer el resto de los relatos participantes. Tengo mucho por aprender.
Restó venusino en París, comentarios de un crítico Plutoniano

Restó venusino en París, comentarios de un crítico Plutoniano

11 enero 2021

La entrada estuvo deliciosa. Aunque la mayoría de las veces no me atrevo a imaginar cuáles son los ingredientes que usan los cocineros venusinos en sus platos, esta vez ellos fueron muy clásicos en su elección. Siento pena por el último humano que habitó libremente esta tierra, pero el sabor de su carne es un gusto de lo más tentador. Igual, no debería apenarme. En las granjas de humanos suelen tenerlos muy bien, con sus teléfonos móviles y todo.

***

Las palabras para el reto de enero: Entrada, ellos, veces.

Microcuento escrito para el Reto Cinco Líneas de Adella Brac de enero. Si desean participar, pueden acceder por el enlace.

Novedad relacionada: ¡Recibí este mes la medalla de Bronce de la propia Adella! Esto me pone muy feliz, ya que en años anteriores no fui tan constante como hubiese querido y el estar presente todos los meses es algo que me propuse nuevamente desde mediados del 2020. Se las muestro por acá y pronto se me va a ocurrir una forma interesante de mostrarla mejor en el blog:



El misterioso caso de An (o "Hay un dios en mi reality show")

El misterioso caso de An (o "Hay un dios en mi reality show")

15 octubre 2020

Suena música pop de fondo, mientras las letras en pantalla nos dicen que estamos viendo «C Channel» en tonos de rosa y violeta. La corta introducción nos lleva a una joven hipermaquillada y de sonrisa blanca como tableta de chicles de los años 90, quien nos saluda llamándonos chimenteros y nos dice que activemos una especie de campana.

—Hoy hablaremos del misterio de la desaparición del ganador del reality show musical Produce10000 —dice, mirando fijamente al espectador, sin dejar de sonreír—. Todo comenzó en el episodio del gran final. Cuando el último juez, el enmascarado cabeza de perro negro, dio su veredicto con una balanza enorme en la que midió una pluma contra lo que parecía un órgano humano, en particular, un corazón. Así es, mis chimenteros, mientras los concursantes esperaban tras bambalinas, el juez más extraño y popular de esta temporada, An Ubis, nos sorprendió con su método para decidir quién ganaría su debut musical bajo la discográfica Hathor.

En pantalla, aparecen imágenes de los integrantes del jurado en el reality televisivo sentados a la mesa alargada y transparente del set. Todos cantantes conocidos o productores musicales, excepto el del extremo izquierdo. Se trata de un sujeto alto, de piel oscura y de músculos bien marcados, solo vestido con un taparrabos y cubierto por una especie de protección metálica en hombros y brazos, además del casco en forma de perro negro (algunos de los comentarios dirán luego que se parece más a un chacal).

—El problema es que nunca se dio el resultado oficial —nos explica la chica—, ya que ambos finalistas desaparecieron. Esa madrugada, el staff encontró a uno de ellos, Gaggy Yankee, en un callejón envuelto en vendas y sin este mismo órgano vital en el pecho. Se rumorea que la otra finalista, WhitePink, quien continúa desaparecida hasta el momento en que grabo este video, fue la verdadera ganadora, ya que la pluma fue más pesada en su caso que en el del supuesto corazón de Yankee. La policía está buscando a An, mientras los comentarios en Ositter asocian a este criminal con alguna secta religiosa o, incluso, con la existencia de algún dios antiguo.

Sea cual sea el caso, no dejen de estar atentos a mis notificaciones, seguiré dándoles novedades sobre este y más chismes de esta comuni… —Mientras ella habla, quien observa pierde la paciencia y arroja una balanza contra la pantalla del ordenador, destrozándolo e interrumpiendo la reproducción.


***

Relato escrito para el Reto Juevero "Hay un dios en mi sandwich" propuesto por Roxana del blog Soñando uno de tus sueños. Me atrajo muchísimo la idea, en la que había que poner a algún dios en una situación fuera de lo común para su mitología. Siempre me llamó la atención el juicio de Osiris, con la balanza en la que Anubis pesa el corazón del difunto contra una pluma de la diosa Maat, de la verdad y la justicia. Creo que la fauna de personajes de cualquier farándula hoy en día podría permitir que algún personaje sobrenatural se colara e hiciera una de las suyas.

Me pasé un poco en la cuenta de palabras, espero que haya valido la pena. De a poco voy regresando a mis relatos.

La pared roja

La pared roja

16 agosto 2020

Estaba en la enorme habitación de la planta alta, pincel en mano, frente a la pared. Los dibujos, delineados en lápiz sobre el blanco, daban la pauta a seguir. Paisaje veraniego, el mar de fondo, cabañas flotantes de techos puntiagudos, palmeras... muchas palmeras.

«¿Quién en su sano juicio pinta esta mierda en su casa?».

En la ventana, el sol iba haciendo el descenso temprano, para dar paso a las sombras y el frío.

Él no tenía reloj, pero sabía que la noche cubriría pronto sus ganas de hacer algo productivo.

Se encogió de hombros, echó el pincel dentro del bote amarillo de pintura y encendió un cigarrillo. El frío empezaba a hacerse más intenso. Pensó que, a lo mejor, pintaría de rojo esa pared. Nada de dibujos. Decidió que una estufa junto a la puerta le vendría bien. A lo mejor, se mudaría esa semana. ¿Cómo lo tomaría Leandro? ¿Cómo le diría que no quería que viniese con él? ¿Cómo…?

Un chirrido en el piso de abajo lo sacó de sus pensamientos. No había duda, eso era el sonido de pasos sobre el piso de madera. ¿Cómo habían abierto la puerta? No había oído vidrios rompiéndose, ni la pesada puerta del ingreso abriéndose. Solo sus propios latidos, ampliándose, subiendo la frecuencia.

Se armó con el palo de escoba y enfrentó las escaleras. Bajó cada peldaño, nunca supo cómo, si cada pierna temblaba como gelatina. Y el frío de esa casa parecía empeorar con el atardecer, si hasta creyó ver que su aliento formaba una pequeña nube blanca frente a su cara. Al pisar el suelo de madera de la planta baja, ya tiritaba.

—¿Quién anda ahí? —gritó, con la esperanza de alertar al intruso para que huyera lo más rápido posible. En dirección opuesta a la suya, por supuesto.

Silencio. Nadie respondió. Nada se movió.

«¿Lo habré imaginado?»

Entonces, un ruido mucho más potente lo hizo pegar un salto. Aterrado. Había alguien más, pero arriba, en la habitación de la planta alta. En una explosión de adrenalina, olvidó el miedo y corrió por las escaleras con la escoba bien aferrada. Llegó y volvió a quedar helado.

No había nadie más que él en la casa. Las ventanas cerradas, las puertas con llave. El sol daba su último adiós afuera, por lo que él tuvo que encender la luz. Así vio que, encima del dibujo a lápiz que él había descartado minutos antes, alguien había escrito en pincelazos amarillos.

NADA DE PAREDES ROJAS EN ESTA CASA, CARAJO.

***

Había que incluir las siguientes palabras: 
Noche, Pincel, Chirrido, Amarillo, Planta.
Disfruto mucho estos desafíos, me dan ideas que no tendría de otra manera, así que muchas gracias a Roxana por estas propuestas. Sé que voy atrasada con las semanas, pero planeo hacerlas todas. 
A los que pasen a leer, espero que se entretengan con esto tanto como yo lo hice al escribirlo.

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Los muertos no dan besos

Los muertos no dan besos

08 agosto 2020

Abres los ojos y aún está oscuro, pero sé que has podido verme. Tus pupilas se han puesto enormes, te has sentado en la cama y, por el temblor en tus brazos, estás aterrado. Pero no voy a moverme. No, a pesar de que seas lo que más quiero tener en el universo.

Voy a lograr que vengas a mí.

Algo de mi aliento gélido ha convertido el aire alrededor de nosotros en una nube espesa, blanca. La luna, desde la ventana, intenta saludarnos y mostrarnos que las agujas del reloj se han detenido. No es necesario. Ya lo vas a notar, querido.

Son las 3:13 y no deberías estar despierto. Pero lo estás.

Es el año 2057 y yo no tendría que seguir en este mundo. Pero aquí estoy.

Te necesito. Veo la nuez de Adán en tu cuello moverse al tragar saliva y deseo recorrer tu cuello con mis… lo siento, no me he presentado. Perdón. Mi nombre es…

No huyas. Deja que te lo explique. Quiero compartir este misterio contigo, quiero que seas dueño de la eternidad como lo soy yo. Ven a mí, solo será un momento. Y no, no estoy muerta. Los muertos no dan besos.

Abrázame y deja que tome algo, a cambio de un secreto que vale millones. Te voy a dar el regalo más hermoso, te voy a hacer libre, hermoso, poderoso. Dime que sí. Ven a mí.

Sé que es extraño, nunca dije que en mi pecho siguiera latiendo ese músculo inútil de ustedes. No es mi sangre la que corre por mis venas antiguas. El vacío en mi pecho es grande como cualquiera de las estrellas que ni siquiera llegas a apreciar, titilando en el fondo de aquella ventana congelada. Lo siento, no ves el exterior ahora, la habitación entera se va a cubrir de hielo en cualquier momento.

Sálvate conmigo, déjame entrar en tu cama. Dime que sí.

Verás, no estoy mintiendo. Es que tampoco estoy viva, lo admito. Pero nunca dije que mis intenciones contigo fuesen inocentes. La cama es tan cómoda, el calor de tu piel es contagioso. Las sábanas son tan suaves, y tus ojos, son tan hermosos. Lo quiero todo. Vas a disfrutarlo al final, lo prometo. Ya te lo dije, los muertos no dan besos. Y yo no pienso besarte.


***

Otra vez, estoy tomando el reto de escribir géneros que hacía mucho que no tocaba. Me he vuelto super inocente, no puedo ni mencionar la posibilidad de un encuentro sexy entre personajes sin llenarlo de eufemismos. Inserte risa de adolescente inmadura aquí. Quiero escribir de todo, así que voy a meterme en todas las iniciativas de escritura que pueda. 
Espero que lo hayan disfrutado.
La espera de Ury

La espera de Ury

02 agosto 2020

De diez noches, nueve eran puras pesadillas, una era olvido. En cada uno de sus días, la ansiedad y el terror no le daban paz.

Terror.

Terror.

El fin del mundo estaba cerca. La adivina del palacio jamás se equivocaba. ¿Quién era Ury para decir que iba a salir ilesa de semejante cosa?

Los reyes solo reían. Pero, en el fondo de sus corazones pequeños y secos como pasas de uvas debían temer, igual que ella. Comían como si nada los saciara. Organizaban fiestas secretas sin importar la gravedad de que la muerte se pudiese colar entre los invitados. Jugaban con la suerte, igual o peor de lo que lo estaba haciendo el pueblo ignorante.

¿Para qué educarlos? ¿Para qué decirles que se esfuercen en tratar de evitar el fin?

No era el caos lo que provocaba el miedo más profundo en Ury. Ella podía abrazar el desorden, la anarquía. Había nacido en ese mundo, igual que los demás. Lo escalofriante, que la perseguía hasta la cama, en la oscuridad que evitaba obsesivamente hasta cerrar los ojos del cansancio, era no saber cuándo. El péndulo oscilaba sobre aquel reino podrido. La hoz que recogería a todas aquellas almas perdidas que todavía se aferraban a sus cuerpos, esperaba en alguna parte. ¿Cómo no saber en dónde, qué momento, así se echaba a beber con los demás?

Ya habían pasado dos décadas desde la sentencia de la adivina. La cabeza de la mujer había permanecido clavada sobre una pica, en la entrada norte de la ciudad, durante más de un año antes de que algún loco se la llevara. Nada más había ocurrido. Ningún reino enemigo se había presentado. Ningún ejército había venido por sus tierras.

Y allí estaban, suspendidos en una condena sin ejecución.

Ury no escuchaba ninguna queja en voz alta, pero sabía que todos compartían la misma desesperación silenciosa. Las mismas pesadillas oscuras. La inquietud.

¿Dónde estaba la semilla de la destrucción?

Los primeros tiempos, antes de condenar a muerte a la mensajera del fin, el reino había buscado la posible causa de la extinción. Habían querido evitar aquello. Sin embargo, con el pasar de los meses y sin ver la desgracia prometida, algunos se habían relajado. Otros, furiosos y con ganas de ver que todo ardiera, provocaron otra clase de caos. Al final, las revueltas dejaron miles de muertos. Aquella sociedad había perdido todo lo que la había hecho civilizada, educada, avanzada, pacífica. De alguna manera, hasta los más altos funcionarios del rey se habían degradado a salvajes que no respetaban ni las leyes más básicas.

En cierta forma, el mundo que Ury conocía sí se había terminado. El terror lo había reemplazado por otro, mucho más antiguo, primitivo.

Por aquellos días, las cabezas que decoraban los muros de la ciudad capital eran demasiadas como para reconocerlas. La nube de moscas, el hedor, ya eran algo común. Los mercaderes de otras tierras se llevaron la terrible noticia y dejaron de venir. El caos había alejado a los más curiosos. Estaban solos.

Ury no quería verlo, pero en sus pesadillas ya podía entender. No tenía que esperar el fin. Ya había llegado. Se habían destruido a sí mismos. Se habían quitado todo lo que tenían. Y lo único que les quedaba era disfrutar de las sobras, mientras pudiesen. Hasta que algo los despertase de nuevo o los durmiese del todo, para siempre.


***

Chan chan channn… Volvieron los relatos tétricos al blog. (¿Alguna vez se fueron?).

Este lo escribí como parte del desafío de la cuarta semana de Gym para escritores, de Soñando uno de tus sueños. La temática era el miedo.

Me costó mucho pensar en algo digno para traerles con este reto, lo intenté varias veces en los meses pasados, pero siempre me salían cosas aburridas y auto-referenciales. Ahora pude llevarlo a un escenario ficticio, más o menos, sin dejar de expresar en algún que otro renglón lo que veo en este mundo de pandemia. Pero salió algo más entretenido que en versiones anteriores, así que me doy por satisfecha e inauguro de nuevo la ficción en El frasco de historias.

Basta de bitácoras. A escribir para entretenerme.
Una verdadera historia de terror

Una verdadera historia de terror

31 octubre 2019

Aquí vemos a nuestra protagonista, la extraña dama violeta. Regresa de sus tareas fuera del castillo y se deja caer sobre la alfombra. Vean cómo se arrastra por el suelo, en busca del control remoto de su ayudante robot. En sus ojeras vemos sueño. El ruido de sus tripas nos habla de hambre. La pila de pendientes espera en la mesa. Y apenas ella alcanza el aparato, el sol reaparece en la ventana. ¡Así que sigan mirando! ¡En este show no hay descanso!

Las palabras del reto de Octubre: Descanso, extraña, suelo.

Microcosa escrita para el reto de Cinco líneas de Adella Brac de Octubre. Y lo logré, pude reaparecer por acá una vez *llora desconsolada*.

Esto es terror de verdad, amigos. No he podido leer ni escribir ni nada en este mes. Necesito unas vacaciones, urgente. Tengo que pasar a visitarlos a todos, estoy leyendo sus comentarios y toca responderlos. A ver si este finde vuelvo. Las reseñas de Octubre sangriento van a estar, lamento no haber podido en el tiempo que correspondía. En fin, los extraño. Seguiré leyéndolos, lo prometo.
Sushi al revés

Sushi al revés

22 agosto 2019

Tenía una noche aburrida, en medio de una semana aburrida, dentro de un mes que daba bostezos. Estaba a punto de volverme a casa, cuando lo vi. Esos hombros, esa manera de caminar, esa mirada al frente, un poco elevada por encima del resto. Allí estaba, mi salvación. Salí del bar y fingí chocarme con él. Puse todo mi encanto de sirena en que me llevara a su casa. Y lo logré, tuve mi cena. Los hombres de este pueblo son deliciosos.

Palabras del reto de agosto: Hombres, sirena, tenía.

Una sirena-vampiro, nunca lo había intentado. O que el sushi venga y nos coma a nosotros, ya que tan poco cuidamos a la naturaleza.

Éste fue un microcuento extraño, para el reto Cinco líneas de Adella Brac de agosto 2019.
Frío misterio

Frío misterio

02 mayo 2019

retouno
Cuando la guerra terminó, todos buscamos a Xanra, el último gigante. Lo encontramos días después, al norte de la región Yrik. Se había sacrificado para contener a Ofer, la malvada criatura de las profundidades, en aquel océano de hielo. El llanto de nuestro pueblo se mezcló con las ofrendas de agradecimiento, en los festejos que llevamos a cabo durante días, con sus noches, apenas reconstruimos la aldea.

Con el paso de los días, notamos que el frío avanzaba y convertía en hielo todo el paisaje. Temimos que esto fuese una señal de que habíamos perdido frente a esos demonios. Pero Ofer seguía sosteniendo a la serpiente, en la misma posición, allá en el horizonte.

Pasaron los meses y varios de nosotros debimos emigrar, en busca de tierras más amigables con nuestros cultivos y animales. No hubiéramos imaginado qué sería de aquellos que quisieron quedarse, aferrados a sus recuerdos.

Algunas leyendas hablan del descenso de todos los sobrevivientes al océano frío, para ser devorados por el fantasma del monstruo vencido. Otras dicen que la nostalgia y la baja incesante de la temperatura se los llevaron, en muy poco tiempo. Hay quien se anima a desvariar sobre una maldición que los convirtió en la nieve fina que cubre el lugar.

La única cosa cierta es que, cuando un grupo de exploradores del rey pasó por el lugar, no se encontró a nadie en todo el pueblo. Cada casa estaba intacta, algunas con sus puertas abiertas, sus camastros desordenados, las hachas junto a la leña a medio cortar y, aún, con la comida reseca servida sobre sus mesas.

***
Relato escrito para el Reto # 1 de la comunidad Sueños de Tinta.
La consigna: Escribir un relato basándonos en la imagen. 

Cruzando Alvear

Cruzando Alvear

23 febrero 2019

cruzando alvearSubió al auto y arrancó. Los movimientos de sus manos sobre el volante, de sus pies sobre los pedales, todo salía por instinto. Como de costumbre, su mente consciente se fue a otra parte. Todo iba bien en la casa. Por fin la heladera funcionaba. Ya tenía el lavarropas nuevo. Si solo pudiera dejar al caniche con alguien cuando no estaba…

La separación, catastrófica como había sido, no le había dejado más que las ganas de estar solo. Podía echarse a ver la tele hasta la madrugada, únicamente en calzoncillos. Podía jugar con la consola al juego más sangriento y ruidoso, sin tener que oír quejas. Y podía comer milanesas con papas fritas cada día. En parte, porque era su plato favorito, pero también porque era lo único que sabía cocinar. Y no cambiaría por nada su nueva libertad.

Al fin, un respiro. Al fin, la paz. Tan necesarios. Pero también, qué raro era sentir los pensamientos en su cabeza, como quien grita en una habitación vacía.

Oh, el horrible silencio. Oh, la espantosa soledad.

Era mejor estar en la calle atestada, llenarse de conversaciones inútiles, de los colores chillones de los carteles de la avenida, mientras conducía en el taxi a extraños más felices que él.

Mientras iba en su isla personal, su refugio con ruedas, dejó a una pareja de chicos con remeras de arcoíris en la esquina de Colón y San Martín. Era mediados de febrero, justo ese día en el que a todos se les daba por hacer regalos estúpidos y decirse las cosas más repetidas por los siglos de los siglos como si fuese la primera vez.

Vio de reojo a los ocupantes del auto bajar y tomarse de la mano, para enfilar San Martín arriba a los besos. Molesto, chasqueó la lengua. A esas alturas de su propio duelo, cualquier demostración de cariño entre dos personas le escocía. Detrás, alguien ingresaba y ocupaba el lugar vacío.

Para el conductor, así eran las cosas. Así era el amor. Una serie interminable de ausencias y reemplazos.

—Buenas tardes.

—Feliz día de los enamorados —contestó la nueva ocupante.

No había llegado a la tercera década de su vida, pero ya se sentía anticuado, pasado de moda. Por ejemplo, su pasajera tenía el pelo de color fucsia y los ojos tan celestes que parecían blancos. Llevaba una camiseta plateada cortísima y un short de jean. Y pensar que él se había sentido rebelde haciéndose los claritos* en su adolescencia.

—¿Adónde te llevo? —preguntó, evitando gruñir y avanzando con el auto por la Colón.

—¿Adónde te gustaría ir? —respondió ella.

Él fijó la mirada en el retrovisor, donde la joven lo escrutaba con curiosidad, como si el papel de conductor fuese el suyo. El taxi seguía su marcha por la avenida, no demasiado rápido, no demasiado lento.

—Mirá, nena. No estoy para chistes, hoy. ¿Vas a alguna parte?

—Esa es mi pregunta, Gonzalo. Adónde vas a llegar, con esa inconstancia —dijo la chica, con gravedad en el tono—. ¿No es hora de que madures?

«¿Mamá?» pensó él, horrorizado, antes de pegar un salto en su asiento y frenar con estrépito frente al semáforo en rojo. La calle había cambiado el nombre y se acercaba a otra avenida histórica de la ciudad.

—¿Quién caraj…? —empezó a decir, girándose para enfrentar a la caradura. Pero no pudo moverse de la posición sobre el volante—. ¿Qué pasa?

—Disculpame, pero ya he tenido casos difíciles como el tuyo. Tu hermana, para no ir tan lejos. Ustedes parece que solo quieren complicarme la existencia. Mirá que separarse, juntarse, separarse… Se me acaba la colección de almas compatibles, caramba.

—Qué… pero qué sabés sobre…

—Ahorremos saliva. Desde ahora, vas a darme un gusto y vas a ser feliz por veinticuatro horas con la persona que te voy a flechar, ¿sí?

—Andate a la mier…

—Sí, sí. Creo que tengo a la indicada. Vas a sentir un dolorcito, pero tendrás que agradecerme después.

Así, la muchacha desapareció y el conductor sintió el ardor más espantoso en la espalda. Como una flecha que ingresaba desde atrás. O un pedo atravesado. Lo más extraño vino después. Música, colores, el brillo del sol contra el parabrisas. Él maniobró, aunque fue inútil. La luz lo cegó por un instante; lo demás, es historia.

Los testigos dicen que el choque era inevitable. Ambos autos venían a toda velocidad.

El que los conductores saliesen ilesos fue un milagro. La discusión que se armó entre ellos fue explosiva.

O algo así le contaron a sus nietos, sobre el día en que se conocieron.

***

Tercer relato del Febrero Carmesí. Cupido como personaje secundario siempre me sale más cínico de lo normal. Véanlo si no, en el relato que hice para San Valentín del 2017.

Esta vez, quise convertirlo en algo más moderno. Espero que haya salido.

* claritos: mechas de rubio que se hacían todos en la época de mi adolescencia, decolorándose franjas que a veces podían ser bastante gruesas (les llamaban reflejos) y a algunos les quedaba terrible. Ahora se usan más finitas, les llaman babylights o algo así.
Cambio y fuera

Cambio y fuera

14 febrero 2019

cambioyfueraAsí, un día vio las señales.
El lugar estaba tan lleno de éstas, que ella no supo cómo no se había dado cuenta antes.
Una enorme flecha colorada le indicó a la detective Rojas el camino de salida.
¿Y cómo había sido? ¿Cómo se había encerrado así? Ya no importaba. Lo difícil ya estaba hecho. Ahora estaba a punto de lograr la libertad de nuevo.
Salió por la oreja izquierda. Hubiera preferido evitar deslizarse por semejante conducto, más que nada por la cera que lo tapizaba todo, pero sabía que había opciones peores.
Con cuidado, bajó por el cuello, gracias a unas cuantas hebras de cabello oscuro que sirvieron de sogas. Llegado cierto punto, no le quedó más que saltar. Cayó en la superficie suave y acolchada de la almohada. Y corrió. Corrió como nunca en su vida.
Llegó hasta el límite de la cama y tuvo que detenerse. El vacío al que tendría que lanzarse era demasiado grande, demasiado oscuro. Sintió miedo.
Entonces, por primera vez desde que estaba afuera, se volvió a mirarlo. Todavía estaba ahí, con los ojos cerrados, respirando tan profundo… Se planteó volver. Pero era el temor al abismo de allá adelante. No era el gusto lo que la invitaba al pabellón oscuro de esa oreja otra vez.
Se dio una palmada en la frente, molesta. ¡Si había nacido para resolver misterios, era lo que hacía antes de todo aquello! Podía salir de ahí.
Así que pasó al otro lado de la cama, bordeando los brazos, las piernas, los zapatos todavía puestos del que dormía. Echó un vistazo al resto de la habitación enorme en la que se había metido. La ventana no estaba tan lejos. Y la puerta del patio no tendría llave, eso seguro.
Más animada, puso manos a la obra. Podía tardar, eso sí, habría peligros, también, pero no iba a renunciar.

***
Relato para mi desafío del Febrero carmesí. No sé si salió bien la consigna (y eso que yo misma la puse, ja, soy un lío para estas cosas). El objeto era la flecha roja de la imagen, el disparador creativo fue la imagen, en realidad. Eso y una frase de este tema: "Estaba encerrado en una habitación llamada tú y ahora quiero libertad" (o como diga, más o menos, la traducción). Lo que importa es que algo salió. 
Feliz San Chocolates a todos y que este sea un día como cualquier otro. Yo lo voy a pasar en el dentista. 
Copia fiel

Copia fiel

06 febrero 2019

copia fielEntré en casa y fue un poco extraño. Giré la llave —estoy seguro de que la puerta era la correcta, de que era mi llavero y con la misma llave de costumbre—. Como decía, giré la llave, bajé el picaporte y entré por aquella puerta que se veía como mi puerta. La de siempre.
El problema fue que no encontré mi casa. Era otro lugar. No entendía qué era lo que ocurría. Tanto rojo. Tanto plástico por todas partes. De pronto, ya no estaba solo, aquel no era mi santuario.
Tampoco sé por qué aquella mujer salió del dormitorio, gritando y reclamándome por no haber llegado más temprano. No sé cómo es que sabía mi nombre.
Que no recuerdo haberme casado con ella, oficial.
No sé qué son esas fotos en la repisa en las que estoy abrazado a ella.
Que no la conozco. Mi amor es el viento fresco, las rutas, la vida en libertad.
Tampoco entiendo cómo es que mi perro la sigue. Si Firuláis es tan apegado a mí, tan desconfiado de los extraños.
Y sí, no es mi culpa que los últimos diez años se hayan borrado de mi cabeza. Al final, voy a tener que indicarle a esa desconocida la salida de mi casa, de mi vida, con señas si es necesario.
Que no, que ésa no es mi casa. Ya no.
Y no, no tiene nada que ver que la encontrara anoche con otro en la misma cama que compartimos desde hace nueve años y medio, oficial.
Aunque, ¿qué cama? ¿Cuál cama?
He decidido olvidar todo. Incluso el cadáver del amante, enterrado en el patio trasero.
No tengo idea. Ni del plástico, ni de los muebles rotos, ni de la pala que sigue en el suelo del jardín de ese lugar que no conozco. Haga de cuenta que hoy soy un hombre nuevo. Ya no tengo nada que ver con el que fui ayer.
Así que a mí no me pregunten.

***
Relato escrito a partir de la imagen, para mi autodesafío Febrero carmesí.
No me sale escribir romance, ni aún en febrero, así que al menos voy a tirar con el color rojo. Como para acercarme en algo. No digan que no lo intenté.
Voy poniéndome al día, wiii...
El décimo sello

El décimo sello

12 enero 2018

decimosello
Úrsula entró a la casa, arrastrando la valija con dificultad. Cada vez que pisaba de nuevo el país, su equipaje venía más pesado, cargado de recuerdos. Pequeñas licencias de pasajera frecuente.

Se consideraba una experta en tomar todo lo que no estuviera atornillado, pegado o empotrado en las paredes de un hotel. A veces, ni esas circunstancias la detenían.

En esta oportunidad, el Hotel El Décimo Sello había sido un desafío distinto. El lugar no tenía de hotel más que el nombre, porque se veía —y se sentía— como una posada familiar. Había estado bien para sus negocios en Shanghái. Aunque los chinos que la atendían no eran muy amables, la decoración no sobresalía por su buen gusto y la comida era muy picante, el precio era accesible.

Como agregado a las rarezas del lugar, la anciana en la recepción había sido muy insistente al advertirle de no llevarse nada de la habitación. Ella había asentido, con la mejor sonrisa de turista. Una vez a solas, las figuras de animales mitológicos orientales la habían mirado fijo, con la desaprobación grabada en sus rostros de piedra, mientras ella evaluaba cada detalle que pudiera robarse.

Había desistido con las batas de tela estampada y las cortinas. Sin embargo, la habían obligado a devolver dos de los dragoncitos al hacer el check-out. Cómo lo habrían sabido, no tenía idea. Pero el escándalo que había armado al verse descubierta había sido digno de recordar.

Ahora, sonreía satisfecha con el pequeño jabón azul que sostenía en sus manos. El sello en el logo del hotel era el mejor adorno. Y el aroma de cada baño había sido único. Debía tenerlo en casa también, al menos una última vez.

Dejó sus cosas del trabajo, abrió las ventanas para que entrara el aire de la primavera occidental y fue a encender la ducha. El vapor empañó el espejo y Úrsula no fue capaz de ver la luz que emanaba el objeto robado, abandonado sobre la pileta de manos mientras ella se desvestía.

Puso algo de música en la sala, antes de volver al espacio que ya parecía un sauna. Se quitó la vincha del pelo y se lo sacudió. Tomó el jabón, rasgó el papel y, al liberarlo, lo llevó a su nariz. El sello azul cayó junto al inodoro, mientras ella avanzaba hacia la mampara de vidrio. El aroma de aquellos productos caseros era concentrado, exquisito, distinto a cualquier cosa que ella hubiese conocido en su vida de ladrona de cosas insignificantes.

Abrió la puerta de vidrio, con un suspiro, encantada con la fidelidad del perfume.
Puso un pie en el suelo húmedo. Puso el otro y la mano con el jabón entró en contacto con la lluvia.
Entonces el suelo se abrió, dejó de ser sólido. Ya no fue cerámico, ni conocido en sus terminales nerviosas. Se había convertido en el agua de un mar tormentoso. Úrsula alcanzó a gritar un instante antes de hundirse en la masa azul, en medio del océano Pacífico.

Ella se removió, braceó, con el horizonte infinito moviéndose frente a sus ojos. El Décimo sello se dibujó en líneas transparentes sobre el agua helada y brilló, como una última advertencia. Sin embargo, la mujer se negó a soltar su botín.
El frío y la agitación del agua eran espantosos. Así y todo, el perfume exquisito del jabón robado seguía impresionándola.

El décimo sello de la etiqueta abandonada en el suelo de su casa, allá lejos, empezó a teñirse de rojo. La rodeó con sus caracteres chinos y giró en círculos, hasta apretarse en torno a su garganta.
Úrsula sintió que todo aquello era muy real, aunque solo hubiese resbalado en la ducha y estuviese delirando. Se hundió despacio, entre las pequeñas olas del mar, hasta desaparecer como una mancha en las profundidades. El jabón estuvo en su mano hasta el último instante.

***
Esto se me ocurrió cuando abrí un jabón y el perfume me llevó derechito a unas vacaciones en el campo, cuando era chica. El nombre del jabón era "Marino". Lo demás se escribió solo.

Y con esto, terminan los diez relatos programados en mi reto con el número diez y un hecho paranormal. Estoy feliz de poder cumplir con el desafío, aunque haya tardado más de dos años entre la idea y este final. No voy a volver a plantearme nada así de rígido otra vez, wiii...
Diez de oros

Diez de oros

23 diciembre 2017

diezorosCalor. Calor insoportable, mortal. Para Miranda, estaba llegando el fin del mundo. De verdad.

Según ella, el planeta había entendido que sus habitantes eran una plaga y trataba de quitárselos de encima. Huracanes que llegaban desde el mar para pasearse por las ciudades costeras, olas de cientos de metros que barrían con lo que encontraban para llevárselo a las profundidades del océano. Todo ocurría lejos, por supuesto. En lugares tan ricos que no tardaban en recuperarse del desastre.

Ahora, les había llegado el turno a todos, por igual. En los países menos poderosos, no habría mar, ni vientos. Allí tendrían que soportar el calor, disecarse caminando a sus trabajos por las veredas sin árboles, racionar la poca agua entre cortes del servicio que duraban casi medio día. Y correr a casa, para refugiarse en el viento helado del aire acondicionado, que no podía estar encendido todo el día. Porque luego había que pagar por la electricidad, claro.

Por suerte para ella, habían llegado sus vacaciones. No pensaba salir de su casa, si no era para algún asunto de vida o muerte. Sus acompañantes serían su gato, Huraño, las redes sociales en su teléfono y el televisor viejo que le dejó su madre. Sus amistades se habían marchado para esas fechas, a tierras de huracanes o a acampar al lado de ríos escuálidos que daban sus últimos paseos agónicos, antes de evaporarse.

—Volvemos de comerciales, para traerles a nuestra invitada del día —anunció la conductora del programa de la mañana, con una sonrisa serena.

—Esa debe usar el aire las veinticuatro horas, seguro —murmuró Miranda, echada en el sillón de la sala.

Frente a ella, la mesita ratona estaba llena de envoltorios de papas fritas, golosinas y botellas vacías de agua saborizada. Entre el colorido del celofán y el plástico, descansaban varios libros esotéricos junto a revistas de moda y cómics japoneses. Estaba teniendo unas buenas vacaciones.

—Ha venido para presentar su nuevo libro de predicciones para el 2018 —continuó la mujer, desde la pantalla—. Nuestra tarotista preferida: ¡Stella Rider!

Entonces, entró al estudio una joven con un estilo a medio camino entre lo casual y el disfraz de gitana. El pañuelo púrpura anudado en su cabeza, lleno de monedas, la camisola que dejaba el estómago a la vista y el jean ajustado de color claro, la ponían más cerca de asistir a una fiesta de disfraces que a un programa para todo el país. Pero, ¿quién veía esos shows matinales si no era la gente que disfrutaba de esos efectos de vestuario?

Miranda no pudo evitar inclinarse hacia adelante desde su asiento, interesada.

—¿Vas a darnos el pronóstico para la economía del país en los próximos meses? —preguntó con sorna otro de los invitados, desde el sillón circular que ocupaba parte del decorado.

—No, eso pueden verlo comprando mi libro —respondió Stella, con gesto serio—. Pero puedo hacer una tirada de tarot general para ver el destino inmediato de cualquiera en este estudio.

Con una risita, Miranda se acomodó mejor y buscó entre las bolsas de comida algún resto para picar, mientras veía cómo alguno de los dos quedaba en ridículo en televisión nacional. Unas galletas de queso, algo desabridas, fueron la salvación del momento.

Las figuras del diseño Rider, explícitas del significado de cada carta, ayudaban a entender las interpretaciones de la tarotista. El mazo que utilizaba era grande y de colores vivos, lo que ayudaba a que la cámara lo captara.

Luego de hacer reír a los presentes con algunas adivinaciones sobre los problemas sexuales del que la había desafiado en un principio, fue el turno de los demás. Ansiosos, le pidieron por diversos asuntos personales, que no tenían ningún atractivo para la audiencia.

En su asiento, Miranda comenzaba a distraerse. Las galletas se habían terminado. Dejó el paquete en el suelo y sus dedos se deslizaron sobre las teclas del control remoto, indecisos, cuando la conductora interrumpió la sesión de cartas.

—¿Qué tal si hacemos alguna tirada para el público del programa? —sugirió la mujer.

Miranda detuvo su mano. El control quedó abandonado, entre las migas de un sándwich que había sido devorado la noche anterior.

—Haré un pronóstico para estos días, ya que se acercan las fiestas y el fin de año —dijo la muchacha del pañuelo.

Todos asintieron, encantados, y Stella comenzó a mezclar de nuevo su mazo. Lo cortó tres veces, volvió a unirlo en una pila y sacó cuatro cartas.

En la primera, una hermosa joven desnuda estaba dentro de un círculo de laurel. Rodeada de un león, un toro, un águila y un ángel, flotaba. Detrás de ella, algunas nubes intentaban alcanzarla, sin éxito.

—El mundo —pensó en voz alta Miranda, desde su casa.

La segunda carta era un as de bastos, sostenido por una mano que salía de las nubes.

Miranda resistió la tentación de ir a su libro, para revisar el significado de la combinación.

La tercera, mostraba una torre derrumbándose en la noche oscura, a causa de un rayo gigantesco. Dos reyes caían al vacío, huyendo del incendio.

La tarotista torció el gesto en la pantalla.

—Esto no lo había visto en mi tirada anterior sobre las predicciones generales —murmuró.

A pesar de que casi había suspirado al decir eso, el micrófono tomó sus palabras y las esparció por todos los televisores que estaban sintonizados en ese canal. Incluyendo el de Miranda.

Al sacar la última carta, la que redondeaba toda la tirada, los ojos de Stella se pusieron en blanco y su respiración se volvió agitada. Los que estaban con ella en el estudio se sobresaltaron. Algunos rieron, nerviosos. Otros se levantaron de sus asientos, con la clara intención de marcharse, pero sin terminar de hacerlo.

Stella mostró la imagen del diez de oros a la cámara. Diez esferas amarillas, sobre una calle ocupada por gente de distintas edades.

—Esto es el fin —anunció, en un tono gutural, ajeno—. Llegarán por nosotros. Y no vamos a tener adónde escapar.

La conductora salió al rescate, anunciando un nuevo corte publicitario, mientras los demás invitados increpaban a la joven del pañuelo. La carta seguía entre los dedos de la muchacha, blancos por la presión que ella ejercía al sostenerla.

En su casa, Miranda se sintió decepcionada.

—Un diez de oros no es para tanto —dijo, una vez que consultó su libro—. Si es la mejor carta que podría salir, son buenos augurios. Estas charlatanas que llevan a la tele son de lo peor.

Apagó el aparato, molesta. Fue hasta la heladera, para ver si encontraba algo para el almuerzo. La recibió un limón seco y verdoso, solitario en el frío de los estantes. Eso sí era triste. Había llegado el momento de ir al super.

Se vistió, con lo más ligero que encontró, y se preparó a salir al horno de cemento que era la ciudad. Cruzó con rapidez las dos cuadras hirvientes que la separaban del mercado y, al ingresar, recibió la cortina de aire helado del local con alivio.

Se aseguró de tener las provisiones suficientes para otra semana de pereza y grasas saturadas, pagó y volvió al exterior.

El sol no tenía piedad de aquellas calles sin verde. El calor parecía subir en olas desde el suelo, brotar de los caños de escape de los autos, surgir en nubes oscuras desde los autobuses… y brillar en el cielo, como diez soles.

Miranda se frotó los ojos con la mano libre, confundida. Esperaba a que el semáforo le diese el permiso de avanzar, cuando había escuchado los gritos. Alguien señalaba hacia arriba, con insistencia. Al alzar la vista, no había podido creerlo.

Algo venía desde el exterior, en dirección a ellos. Diez discos enormes, brillantes, amarillos como monedas. Y la gente en la calle empezó a correr, en todas direcciones. No fue ninguna sorpresa que cayeran los primeros rayos sobre algunos desprevenidos. Un edificio se desplomó, a pocas calles, en un estruendo que ensordecía.

Miranda quiso llegar a casa, pero cada vez se hacía más difícil no chocar con alguno de los cientos de proyectiles que caían al pavimento.

La humanidad estaba siendo castigada, tal vez. Era la invasión de alguna raza desconocida, probablemente.

Lo cierto era que, si sobrevivía, Miranda debía conseguirse el libro de la tal Stella.

***

Sí, el calor me trae ideas apocalípticas. Qué le vamos a hacer.
Este relato forma parte de mi desafío paranormal con el número diez.
Diez muñecas sobre el aparador

Diez muñecas sobre el aparador

11 noviembre 2017

diez muñecasAquí estamos, en la oscuridad. Todas en fila, sobre el aparador de aquella mujer que solo mira la puerta por la que se llevaron a su amado, por última vez. A veces, viene a nosotras y nos arrulla, sin dejar de llorar por el pasado. La oscuridad entra por nuestros ojos abiertos, llena nuestros miembros huecos, susurra ideas perversas en nuestros oídos de porcelana. Así es como lo he decidido. La llevaré hacia él. Cumpliré su deseo y seremos libres.

Palabras de este mes: Dejar, estamos, todas.

Microrrelato para el Reto Cinco líneas de Noviembre de Adella Brac.
También forma parte de mi reto personal con el número diez y un elemento sobrenatural (debo terminarlo, son diez relatos en total y me está costando, pero voy a llegar antes de fin de año seguro).

La apuesta  (Reto #fantasma)

La apuesta (Reto #fantasma)

03 octubre 2017

reto fantasma
Esto había sido su idea. Juro que no tuve nada que ver.

Sara me había desafiado a escaparnos de esa fiesta. Escuchamos que estaban por demoler el Hotel Dorado, ese nido de cucarachas que había dejado de funcionar hacía más de veinte años. Bueno, excepto para los adictos, los vagabundos y los imbéciles como nosotros. Sabíamos que lo habían vaciado, pero los del patrullero a la entrada roncaban cuando les pasamos por el costado. Envalentonado por todo lo que me había metido, dejé que Sara me convenciera de pasar la noche en ese edificio fantasma sin salir corriendo. Si ganaba, podía pedirle lo que quisiera. Pensé en hablarle de noviazgo, juro que no soy ningún degenerado.

No me costó nada quedarme hablando con ella por horas, aunque no me dejara usar el baño mugriento que teníamos cerca. Reía como si yo también le gustara. Me hizo feliz pensar en el premio.

Cuando el sol empezaba a trepar por los huecos de las ventanas, comencé a sentir el bajón, ya sabe. No quería quedarme dormido sin que Sara declarara el reto cumplido. Y ella iba a hacerlo, cuando llegaron ustedes. ¿Cómo iba a saber que ella ya estaba en esa bañera inmunda? Si pasamos la noche charlando, oficial, se lo juro. Se hizo humo cuando entraron. Le pedí que se quedara conmigo, fue lo único que no pudo hacer.
Todo en media hora

Todo en media hora

28 septiembre 2017

conspiracion
Bajó del carruaje y observó a la multitud que rodeaba la plaza. El escenario había sido armado, la fiesta que seguía a su coronación estaba lista. Lo único que faltaba para comenzar era él. Él y su indicación a los verdugos de terminar con los prisioneros. Una coronación no se daba todos los días, mucho menos una precedida por veinte decapitaciones.

El joven príncipe trató de dominar la ansiedad, mientras hacía su camino sobre la alfombra que dirigía Sus Reales Pies hacia el asiento labrado de madera. Había costado terminar con la conspiración. Los rebeldes juraban que el mundo se cubriría de sangre si él llegaba hasta ahí. Por fin, la paz había regresado. La gente lo aclamaba con euforia.

Él era el salvador. Todo estaría bien, de ahí en más.

Las cabezas de los delincuentes rodaron. Los festejos de la multitud hicieron que el rojo derramado pareciese de juguete.

El nuevo rey fue coronado. Con un suspiro, posó Sus Reales Nalgas sobre el trono.

Entonces, el sol y la luna se volvieron uno, dejando la plaza a oscuras. La sangre de los condenados todavía brillaba en el cadalso, cuando el miedo reemplazó las risas. La locura se esparció, en una marea, al ver la esfera oscura en el cielo, justo sobre Su Real Presencia. Era cierto, el mundo iba a terminar.

Media hora después, la luz del día regresó y los astros volvieron a su forma conocida. El pueblo podía respirar tranquilo, otra vez. Y una nueva cabeza adornaba la plaza, separada de su cuerpo. Todavía llevaba puesta la maldita corona.

***
(262 palabras, según Word).
Relato para el reto del grupo de Facebook ClubME/Sweek, con la palabra "Conspiración".
Todo es culpa del video de King For A Day, de Jamiroquai.  
Anécdota incomprobable

Anécdota incomprobable

23 septiembre 2017

incomprobable
Eran las tres de la mañana y todavía hacía calor. La fiesta había llegado a ese punto en que la música parecía gustarle a todo el mundo. O el alcohol y las drogas eran las suficientes para que cada uno de los que ocupaba la casa pudiera bailar, en un estado de felicidad irreflexiva.

En el aire, el humo de mil cigarrillos se arremolinaba, coloreado por los reflectores cambiantes. La confusión de la oscuridad y los espejos de la decoración estrafalaria hacían la experiencia más divertida. Las percusiones constantes de la mezcla del DJ y la voz aguda de la cantante que lo acompañaba sobre el escenario retumbaban en las paredes, hacían temblar el piso.

María y su acompañante, el príncipe Iwan Ludwik, salieron al jardín de la mansión entre risas, quitándose las máscaras que habían llevado. Ninguno podía recordar la broma, ni quién la había dicho. Pero no se permitían admitirlo.

Bordearon el sector de la piscina y se internaron por un sector más alejado, donde los arbustos podados en formas geométricas le llegaban a él a las orejas y a ella la sobrepasaban por una cabeza.

Iwan se aseguró de que ya no hubiese nadie alrededor y pasó una mano distraída por el cabello oscuro de la joven y luego siguió bajando, por su espalda.

Ella continuó hablando, enhebrando una proposición de negocios sin mucho éxito. Seguir hasta una fiesta a un objetivo como él no parecía buena idea. Podría haber enviado tras él a su hermano mayor, Ángel. Él no fallaba nunca en estas cosas. Sin embargo, luego de años de entrenamiento, María sentía que había llegado su turno.

—¿Quieres que te muestre algo increíble? —murmuró él, sobre su oído derecho.

María tuvo que interrumpir el discurso que había preparado sobre el negocio familiar para reponerse del disgusto. Aquel hombre no la escuchaba. No lo había hecho, realmente, desde que se habían presentado esa noche. Lo único que hacía era mirarla de esa forma asquerosa. Le daba escalofríos, le erizaba la piel de la nuca, le daban ganas de salir huyendo. Pero era su primer encargo. Debía cerrarlo con éxito.

—¿Increíble, de verdad? —respondió, con su mejor voz de niña sorprendida—. ¡Claro que sí!

Era una suerte que el poco alcohol que había tomado ya estuviese despejándose de su sistema. No volvería a tomar una gota en el futuro. El trabajo era importante. Debía concentrarse.

—No verás nada igual otra vez —prometió el príncipe, con una chispa de picardía en sus ojos grises.

—Estoy segura —contestó ella, dándose ánimos a la vez que se dejaba llevar entre los setos.

Cuando Iwan intentó echársele encima, María sacó de su liguero el cuchillo de madera que había logrado pasar los controles de la entrada. Odiaba los ligueros. Odiaba los vestidos tan escotados. Odiaba hacerse pasar por una niña tonta. Pero desviar la atención era algo importante en esa profesión.

El príncipe se resistió, pero ella consiguió apuñalarlo, justo al centro del pecho. Él forcejeó con el arma, hundida hasta el mango lustroso en su carne, hasta que cayó al suelo. Inmóvil. La muchacha lo observaba en su vestido rojo impecable, agitada.

La melodía y los alaridos de la cantante en la fiesta llegaron hasta allí como algo lejano, suave, de otro mundo.

María contuvo el grito de alegría que quería abrirse paso por su garganta. No podía creerlo. Tantos ensayos con Ángel habían dado fruto. Su primer encargo estaba listo.

Entonces, Iwan Ludwik se retorció sobre el pasto. Ella se puso alerta. El príncipe no se levantó, no intentó tomarla de los tobillos para llevársela con él, ni hizo intento alguno por vengarse. Se limitó a encogerse, arrugado, reseco como una pasa de uva gigantesca y deforme sobre el césped inmaculado del jardín.

María comenzó a sudar frío.

—¿Qué…?

Las náuseas la invadieron, mientras del cuerpo salía una especie de humo hediondo. El cadáver empezaba a disolverse, a perder forma y humedad para convertirse en ceniza y regresar a ser la tierra de la que había venido.

—¡No! ¡No! ¡No me puede pasar esto a mí! —gritó, fuera de sí—. ¿Cómo voy a cobrar por esto?

En instantes, no quedó nada más que una silueta de polvo gris en el lugar donde yacía el primer objetivo eliminado de la asesina a sueldo. No podía más que llorar por su mala suerte, justo cuando apareció otro sujeto altísimo, frente a ella. En jeans, camiseta y botas vaqueras, no hubiera sido ningún problema de no ser por la enorme cabeza de lobo. Los ojos la observaban, brillantes, desconcertados, mientras ella pateaba un montón de tierra oscura con sus tacones y se arruinaba el vestido.

Se miraron, los dos mudos de sorpresa, bajo la luna redonda de aquella madrugada.

—¡Esto es demasiado, hasta para mí! —exclamó la mercenaria, frente al lobo asustado—. ¡No es mi rubro! ¡No, señor! ¡Yo me largo!

Y se marchó, refunfuñando algo sobre la falta de confianza en las víctimas hoy en día, mientras el que la había sorprendido se quitaba la cabeza del disfraz y se preguntaba si debía dejar de tomar todo lo que le ofrecían en esas fiestas.

***

He vuelto de mis vacaciones y qué mejor que volver con un regalo de cumpleaños para Eréndida Alfaro, perdón por el atraso. Esto es un intento de fanfiction de su novela María, con tintes sobrenaturales y de humor (que son mis géneros, intenté hacer algo más dramático pero no me salió). Imaginé algo de su época más sanguinaria, luego pensé en sus inicios y me quedé con eso.

Vayan y lean el original, que está mucho mejor.

La imagen la tomé del video Kinda Outta Luck de Lana del Rey.

¡Y que hayas pasado un feliz cumpleaños Eréndida!
Entonces pudo descansar

Entonces pudo descansar

21 agosto 2017

entoncesLuego del show, ella volvió al camarín. Como le dolían los pies, lo primero en volar lejos fueron los zapatos. La sensación desapareció. El vestido, la ropa interior y el sombrero cayeron sobre la cama. Ella suspiró, más liviana. Se sentó en el tocador y se quitó el maquillaje. De a poco, su personaje iba desapareciendo en los restos coloreados sobre el algodón. Cuando terminó, la superficie del espejo ya no reflejó más que la habitación vacía.

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Esto tenía que ser para el desafío de las cinco líneas de este mes, pero anduve tan pasada de vueltas que olvidé las palabras y cuando terminé recién me di cuenta. No podía insertarlas, así que volví a intentarlo y salió Una siesta de diciembre. Dejo también este publicado.

Una siesta de diciembre

Una siesta de diciembre

20 agosto 2017

una siesta de diciembreRecuerdo que lo vi por primera vez ahí mismo, en ese umbral, y creí que era mi hermano jugándome una broma. Ya sabe, cuando uno es chico hace esas cosas. Me hice la fuerte, lo enfrenté e intenté quitarle la máscara impresionante de la cara. Nunca voy a olvidarlo, doc. Los dedos se me hundieron en esa carne blanda, roja. Con las uñas, había empeorado el aspecto de esa cosa. Entonces, sonrió, me dijo «que la inocencia te valga», y se esfumó.

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Las palabras de agosto: Fuerte, máscara, uñas.

¡He vuelto! Tengo que hacer la ronda por todos los blogs, hace mucho que no paso por acá. Prometo ponerme al día. 

Microrrelato escrito para el Reto Cinco líneas de agosto, de Adella Brac

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