search
menu
Dame risas y anécdotas bien locas
Dame risas y anécdotas bien locas
Cada jueves, un relato: Collage temático

Cada jueves, un relato: Collage temático

13 octubre 2022

Córdoba, 13 de octubre de 1922

Querido mío:

Escribo estas líneas, como confesión desde lo más hondo de… de mi culpa, de mi desgracia y desesperación. Espero sepas hacer caso omiso a mi dramatismo y no dejes a medias la lectura de esta carta, porque eso significará que me has perdonado.

¿Cómo empezar a explicarme? Sé que puede parecer que estoy intentando restarle importancia a lo inexcusable, pero ya entenderás.

Esta mañana, he tomado el tren hacia las sierras con él. Fuimos juntos, tomados de la mano. Pero quiero que sepas que cualquier mínimo roce de su piel me ha hecho el mismo efecto que aquella vieja iguana que solemos alimentar en mi patio. Sí, ya sé que soy una amante de los reptiles, pero es justo por eso que se me ha hecho tan difícil lo que ha ocurrido a continuación. Y solo eso, amado mío.

Porque armar la maleta para el picnic ha sido cosa de un momento, escoger un sombrero ni se diga y, luego, el frasco con el veneno dentro de la botella con la salsa ha quedado listo en un instante. Sabes que soy práctica y eficaz.

Lo más difícil ha sido la pala. Hacer semejante recorrido el día anterior con la herramienta, menos pesada que la mirada del resto de los pasajeros, casi me ha hecho retroceder en mis planes.

Pero aquí estoy, querido. Aún no anochece, el cuerpo de él todavía no se enfría y solo parece dormir, en paz, sobre la manta verde escocesa que tanto te gustaba. Ahora que lo recuerdo, sobre esta manta nos dimos aquel beso, lo siento. Porque busco en el improvisado escondite de ayer la bendita pala y no la encuentro. Porque olvidé tirar sus cartas, amenazándome con revelar nuestro secreto si no le daba lo que me pedía. Y porque tendré que envolverlo en la preciosa manta y dejarlo aquí, mientras corro a la estación en busca del primer tren que me lleve lejos.

Ahora nuestro secreto es tuyo. Las cartas, mi colección de sombreros y la iguana. Maldito sea quien se haya robado esa pala.

- - - 

Cant. de Palabras: 350 (llegué justo, yey)

Relato escrito para el reto de los jueves, esta vez desde la propuesta de Neogéminis: elijan una tarjeta y relaten citando literal o metafóricamente todos (o casi todos) los objetos que en ella se muestran. Para ver el resto de los relatos, clic en el link.

Cerrando los ojos (Concurso El Tintero de Oro)

Cerrando los ojos (Concurso El Tintero de Oro)

11 febrero 2021

«El amor tiene algo de locura», leí una vez en un graffiti, en las calles de mi barrio. Claro que eran épocas mejores que ahora, que lo único que se lee en las paredes son las alabanzas a nuestro líder y lo más parecido que puedo llegar a encontrar es una declaración de amor, sí, pero hacia el pollo frito de cierto restaurante que sobrevivió al colapso. No estoy quejándome, por supuesto. Que viva el líder. 

Tampoco crea que estoy juzgando a aquellos que se casan con sus platos de frituras o que se van de viaje en busca de la empanada perfecta. Respeto al que sea capaz de besar aquello que luego va a devorarse. Y todos tenemos derecho a soñar, por más que la perfección no exista.

Como decía, locura y amor. Sí, señor. Resulta que mi esposo no termina de irse de casa, el pobre no puede asimilar lo que ha ocurrido en estos últimos meses conmigo. ¿Sabe lo que es que la venda se caiga de pronto y una vea la luz por fin? ¡El verdadero amor de mi vida estuvo conmigo todo el tiempo, a mis espaldas!

Ya he pedido el divorcio, no se preocupe. No pienso manchar el buen nombre de mi sector de viviendas con una relación de adulterio. Sería demasiado deshonor para las seis cabezas de nuestro excelentísimo líder. Alabado sea. Y disculpe que no me levanto para hacer el cuatro alzando mi pierna derecha como corresponde, pero soy una seguidora devota del Partido de todas maneras. Continuemos con lo mío.


Mi esposo se niega a aceptar la nueva situación. Insiste en que esto es una fase, el muy irrespetuoso. Pensar que he descubierto que mi amor real había estado allí desde siempre me eriza la piel, mire. ¡Tal vez nací amando así! Aquella sensación de protección, esa confianza de que siempre estaría ahí para mí, ese confort al sostenerme cada vez que caigo sobre ella… es pura perfección en setenta y cinco centímetros de superficie. Ni tan blanda como para perderme en ella, ni tan dura que me cause dolor. Cuánto la busqué. Cuántas otras intentaron hacer lo que ella, sin lograrlo. De verdad, en los años que llevamos juntas, he vivido los mejores sueños. 

Por esto voy a pedir la licencia matrimonial por segunda vez, excelentísimo juez. Concédame la felicidad completa. Necesito que me deje casarme con ella. Es mucho más que una almohada. Es la definición del amor para mí y quiero que todos lo sepan.

***
Relato de 417 palabras, escrito para la Edición XXV del Concurso El Tintero de Oro de febrero
Qué felicidad poder participar, en especial con el humor, que es de mis géneros favoritos.
Esta historia viene inspirada en mi actual búsqueda de una buena almohada. El día que encuentre la correcta, me caso con ésta. Además, basado también en la historia del surcoreano que se casó con una almohada que tenía el diseño de su personaje animado favorito. También me casaría con mi actual colchón, pero ya es una historia que puedo dejar para un próximo relato.
Espero que lo hayan disfrutado y que tengan un buen San Valentín, a los que les interesa esta fiesta y a los que no les afecta también.  
Cuestión de modales

Cuestión de modales

08 febrero 2021

Esto es tener clase, me dice la sinvergüenza, aún con la pieza de sushi en su boca. Si no estuviera tan loca por ella, le quitaría esas ganas de reírse y echar semillas de sésamo por todos lados. Ha bebido y dicho unas líneas de comedia romántica barata, mientras buscaba el helado del postre. Yo me dormí en el sofá y ella terminó igual, al rato. Ahora, con cuidado, buscaré si ha sobrado algo de salmón. Es eso o volver a cazar grillos en el patio.

Las palabras del reto de este mes: Comedia, dice, clase.


¿Cómo han estado? He tardado un poco más en volver, pero ya he logrado armar una agenda con todas las actividades de escritura pendientes, entre ellas las del blog.  
Secreto en el polo

Secreto en el polo

18 diciembre 2020

El temor de Papá Noel a caer enfermo este año nos hizo atender a nosotros la avalancha de cartas con pedidos. No es una queja, que no se malinterprete pero, ¿qué tiene de especial esa caja negra que tantos niños la piden? He visto al propio Noel, embobado frente a una de éstas a escondidas, gritando y culpando a alguien de ser un impostor, mientras transmitía todo por cámara a vaya a saber quién. A los duendes ya nada nos sorprende.

***

Las palabras del mes de diciembre: Avalancha, especial, enfermo. 
Reto adicional: Escoger entre Reyes Magos o Papá Noel e incluirlos en el relato.
Yo soy #TeamPapaNoel toda la vida ♥ Micro para el reto Cinco líneas de diciembre de Adella Brac.

Por fin he entregado el trabajo final en lo que venía estudiando, así que empiezo mis pequeñas vacaciones de lo que fue este 2020. Tengo mil cosas planeadas para el blog, pero estos primeros días no he podido hacer más que descansar. Me estoy poniendo al día con mi lista de lectura de a poco, además de las actualizaciones de mis historias semanales, una de las cuales está en el blog. Soy muy feliz por todo lo que he podido lograr este año, a pesar de todo, así que ahora voy a visitar a los blogs amigos y a seguir escribiendo, que son las cosas que más disfruto acá en internet.
Higos para la luna

Higos para la luna

06 diciembre 2020

En Delos, aquellas mujeres que adoran a la luna no están muy cuerdas. Se los digo yo, que las observo desde mi tienda en el mercado ir y venir, mendigando frutas para sus ofrendas.

Siempre me lo pregunté, en mi cabeza de comerciante. ¿Desde cuándo a la luna le interesaba comer higos jugosos? ¿De verdad la luna se enojaba si le presentaban un higo un poco pasado? ¿Cómo es que estas locas del monte Cynthus hacían para enterarse del sabor que tenían? Para mí, Artemisa estaba allá arriba, muriendo de risa, mientras las Cynthias se daban una panzada con los higos que nos quitaban gratis a nosotros.

De verdad, estas muchachas, siempre somnolientas, siempre apuradas de volver a su templo con los tesoros que lograban juntar y sin siquiera darnos alguna profecía agradable para el futuro, me parecían muy sospechosas.

Hasta que me ocurrió algo muy extraño.

Hace poco, cuando las musas vinieron por mí y pude sentarme en la fiesta del pueblo a tocar mi flauta, una Cynthia se me acercó y logró sonsacarme el compromiso de subir a esa horrible montaña, para honrar a la diosa con mi música.

Así que allí estaba, al pie de ese grupo de rocas al anochecer de la decimonovena noche del mes, cargado de higos y con mi flauta colgada a la espalda. Pensé que, si lograba llegar a la cima, no podrían impedirme que comiera junto a ellas, así debiese bailar como poseso con mi flauta. En mi corazón había pedido que Artemisa me perdonase por esa vez, ya que planeaba quedarme unos cuantos días comiendo y bebiendo.

En realidad, tenía un par de ideas interesantes para darles. Si instalaban un pozo de los deseos y permitían que me disfrazase de anciano venerable, podríamos hacer unas cuantas monedas. Si hasta sobraría para ofrecerle a la diosa.

Por eso, aunque cansado, llegué contento a la cima de Cynthus. El grupo de mocosas me estaba esperando, algunas visiblemente ansiosas, otras bostezando, pero ninguna dejó un solo higo en mi cargamento apenas aparecí. Locas, aunque sin un pelo de tontas.

La luna brillaba sobre nuestras cabezas, redonda y blanca, para el momento en que me dejaron entrar al templo. Apenas vi la mesa repleta de ofrendas me quedé sin aire. Debí contenerme para no lanzarme sobre la cantidad de comida que habían reunido allí. Les gustaba comer a las Cynthias, por supuesto. Y beber también.

Comenzada la ceremonia, dejé lo mejor de mí con la flauta. Las vi bailar a todas, algo desgarbadas, algo seductoras. Las vi divertirse y ofrecer esa diversión a la estatua de aquella mujer severa que las observaba desde su asiento, al centro del templo. Debí empezar a sentir en mi corazón el temor a la diosa o la impresión por el secreto al que estaba accediendo, porque de pronto el templo entero estaba brillando. Mi flauta vibraba con los sonidos, como siempre, pero el eco de mi música era espléndido. En un momento, levanté la mirada y pude notar una sonrisa en la estatua blanca, blanquísima, casi cegadora de la diosa.

El baile de las muchachas no se detenía y mi música seguía sonando, a pesar de que yo ya había dejado la flauta de lado hacía un buen rato para mirarlas. No sentí temor ni sorpresa alguna. Estaba como hipnotizado. Sin embargo, en el fondo, no dejaba de ser yo.

«Los higos, debo probar los higos» pensé, en medio del embotamiento general.

Bailando, me sumé a la ronda de las Cynthias. Me llevó un poco de tiempo el soltarme de sus manos para avanzar al centro de la ronda, hacia la mesa de las ofrendas. La sorpresa era que, a pesar de que no había visto a ninguna de ellas comer nada, ya casi no quedaba ninguno de los alimentos en el lugar.

Vi que ya solo había un higo sobre la piedra pulida de la mesa. Extendí mi mano y, al morder la fruta, supe que era lo más dulce y delicioso que comería por el resto de mi vida.

No recuerdo más.

A la mañana siguiente, con el sol bien alto en el cielo, desperté en medio de la plaza del pueblo y con mi flauta partida en dos. Debí correr a esconderme a casa, porque estaba bañado en vino y la gente se reía de mi desnudez. Lo cierto es que mi único pecado fue comer de esa mesa, pero hay algún fragmento en mis sueños en el que la estatua de la diosa está de pie frente a mí, furiosa. Temo por mi negocio. Mi razón me dice que debo abandonar la isla, lo antes posible. Sin embargo, el recuerdo de aquel sabor increíble me obliga a intentar regresar a esa montaña. Por más que deambulo por Delos, ya no encuentro el camino que tomé aquel anochecer. Han pasado varios días y no puedo pensar en otra cosa.

Ni siquiera puedo acercarme a ninguna de las chicas del templo. Apenas veo una Cynthia, ella corre para alejarse de mí. Creo que estoy maldito. Voy a enloquecer.

Así que ahora ya lo sé. Los higos son el fruto preferido, la razón por la que aquellas chicas deambulan buscando la mejor ofrenda para su diosa. Quiero sumarme a ellas. No sé por qué sigo en este mundo luego de semejante afrenta, pero voy a aprovechar mi tiempo. No voy a descansar hasta poder volver a entrar a aquella ceremonia.

Esas chicas que adoran a la luna en Delos están locas, claro que sí. Pero yo lo estoy mucho más y planeo ser el primer hombre en unirme a la causa.

***
Relato escrito a partir del disparador creativo tomado de la web escribir.me: "Escribir acerca de tu nombre". 
Hasta que no apareció internet, no supe que mi nombre significaba "mujer de Kynthos", monte en Delos donde al parecer había un templo dedicado a la diosa Artemisa. Lo busqué en google y me apareció como Monte Cynthus o Monte Cinto. Me dio mucha risa y ahora quiero visitarlo. 
Pido disculpas desde ya a todos los que sepan sobre dioses griegos y/o sobre la historia de estos pueblos en sí. Quise quitarle un poco de solemnidad a la idea y, al final, me divertí escribiéndolo. 

Los invito a pasar por allá y ver los retos que proponen los distintos disparadores creativos. Seguro les salgan cosas interesantes.



Solo quería jugar

Solo quería jugar

28 noviembre 2020

Allá, cerca de mi shampoo y mi bata de toalla, te quedas sentada, mirándome. Debo quitarme la ropa, estoy por entrar a la ducha. No te marchas; me sorprende cómo te armas de paciencia. Decido ignorarte. Cubro mi cabello con el gorro plástico azul, me libero de las últimas prendas y doy paso a la lluvia. Entonces, sé lo que estás buscando con tu astucia felina. Pero es tarde, tomas mi colgante de cristal con los dientes y corres lejos del baño.

***

Palabras del reto de este mes: Gorro, armas, allá.

Micro para el reto Cinco líneas de noviembre de Adella Brac. Visiten la comunidad cincoliniera, ahora tiene casita propia en la web.

La mujer maní

La mujer maní

09 octubre 2020

Siempre digo que será el último, luego vuelvo a meter la mano en la bolsa; no sé de qué me sorprendo. Pero hoy no he tenido límites. El paquete de maní salado que consiguió el abuelo en oferta en el mercado parecía interminable. Como para acompañar mil cervezas, así de grande. ¿En qué momento mi hambre y el terror de esta maldita película me han hecho perder la cuenta? ¿Cómo me he comido diez kilos de maní en una noche? ¿Egrhhhl?

***

Las  palabras del reto de octubre: Último, hoy, abuelo.

Microcosa escrita para el reto Cinco líneas de Octubre de Adella Brac. Basado más o menos en un evento real (de cuando me comí una bolsa de maní sin darme cuenta y en casa se enojaron porque no les dejé nada, luego me convertí en maní gigante).
Sí, lo sé, creo que esto es de lo peorcito que he traído al blog en años, pero mi cerebro está tan agotado que al menos quería rebelarme y hacer algo. Aunque parezca la decadencia total, para mí el haber escrito un poco de nuevo es una victoria. (Blogger, por favor, traeme un modo oscuro, mis ojos te lo ruegan).

Y bueno, espero que haya gente sintiéndose identificada y nada enojada de haber perdido el tiempo leyendo esto. Me voy a visitar a los blogs amigos, que me dan vida nueva. Necesito un respiro de esta rutina. 
Reto juevero: Día del Libro

Reto juevero: Día del Libro

25 abril 2020

¡Buen sábado! Luego de otra semana que se fue en una nube, con muchas cosas por hacer todavía,
vengo a participar de los relatos jueveros, luego de mucho tiempo y por primera vez en esta casita con nombre nuevo.

Les dejo el recopilatorio principal, donde podrán ver más propuestas de libros jueveros.

Esta es la invención del mío. Solo es para la iniciativa, como se propuso.

PUBLICACIÓN DE UN LIBRO - Reto juevero por Tracy

Título: El otro mundo de Camila

Sinopsis: De un día para el otro, el mundo de Camila dejó de ser el que era. Desde la forma en que se comunicaba con las personas (el abrazo, el beso, las reuniones), hasta esas costumbres tan básicas de ir al supermercado, salir a caminar por gusto, levantarse temprano para ir a trabajar a aquella oficina llena de gente.
De pronto, en cuarentena, Camila tuvo que mirar hacia adentro. Entre las horas vacías, de comida chatarra, de series interminables, la necesidad de limpiar su casa se hizo más obvia. Pero, cuando el frenesí de desinfección la mantuvo más ocupada y ya no tuvo más nada que fregar, solo quedó el placard con su ropa amontonada. Ropa que no acomodaba, que caía en avalanchas cada vez que abría alguna puerta, que la acechaba cuando metía apenas la mano para sacar un sweater. Finalmente, tuvo que poner un video de Mary Kondo y darse fuerzas.
Quién le hubiera dicho que, ni que fuese libro de Tolkien, aquel placard escondía todo un mundo en miniatura, un reino con habitantes pequeñísimos que tampoco sabían de su existencia.
¿Qué hará entonces Camila? ¿Llamará a los de desinfecciones? ¿Dejará que su gato juegue con aquellas personitas que le reclaman por todo? ¿O mirará con más detalle al joven y apuesto rey de aquella población, cuyo castillo está al fondo de su cajón de ropa interior?
Acompaña a Camila en esta aventura. Elige el camino para ella, luego observa cómo cambia el género de esta historia.

---

Tema: La importancia de ¿hacer cosas productivas en cuarentena? O de estar abiertos de mente a que siempre hay oportunidades en medio de cualquier problema. Mensaje cursi, nunca más necesario que en estos momentos.

Estilo: Novela. Género humorístico y de fantasía.

Dedicatoria: A mi pereza para ordenar el placard y a mi ropa apilada en él.

Prólogo (por Albada Dos): Ese mundo nuevo, donde tantas horas se han de usar para ponerse al día en las casas. en los armarios. Nos suele faltar tiempo para ello, y ahora no hay excusa.



Eternena

Eternena

12 abril 2020

Abro el vino y lleno los jarrones de la casa. Agoto una botella, después otra. Bendita idea, hacer la cuarentena en la playa. Al décimo día, me harté del mar y de saltarme las reglas. Ahora, cerca del mes, cuando veo salir del océano esas criaturas fosforescentes y desde el cielo caen pelotas de ping-pong, no queda nada que me sorprenda. Los volcanes de salsa picante, los reptilianos y el tsunami multicolor, ¡vengan! Aquí estamos, somos varios.

***

Palabras para el reto de este mes: Estamos, idea, vino.

Sí, ya sé, pero no debo ser la única que no tiene mucho más en la cabeza para escribir. Qué mejor que sacar las incertidumbres y los recuerdos de memes sobre gente imprudente y noticias del fin del mundo en un micro para el desafío de Cinco Líneas de abril de Adella Brac.



Vayan a echar un vistazo y anímense a participar también.
Arcano 4: El Emperador

Arcano 4: El Emperador

12 enero 2020

Cuando la nave de los embajadores de Orel se perdió en el horizonte rojizo del atardecer, todo el reino de Feliria comenzó el proceso de volver a las actividades normales. En la plataforma de lanzamiento espacial, el pueblo comenzó a esparcirse, para regresar a sus casas. En las calles, los sirvientes reunían a los flamencos sagrados, para devolverlos a sus lagos artificiales. Mientras tanto, los soldados acompañaron a los miembros de la aristocracia local a sus respectivos palacios.

Entre ellos, el carruaje real se distinguía. No había metal dorado más resistente, ruedas más gruesas ni caballos modificados genéticamente con mejor performance que aquella. En su interior, el emperador Tether iba pensativo. Sus ojos se fijaban en la distancia, mirando sin ver. Su mente, inmersa en una sola cosa.

El edificio del monarca estaba listo para continuar con la siguiente tarea diplomática en su agenda. Pero él no lo estaba. Tether dejó un momento a su secretario para ir hacia el ala oeste. El sector prohibido para todo el que no tuviese sangre real.

El monarca estaba tan acostumbrado a pasar por allí, que nada lo conmovía. Ingresó al ala movido por la urgencia de cierta conversación. Así, atravesó pasillos repletos de tapices destrozados, convertidos en jirones verticales. Caminó sobre alfombras marcadas por cientos de arañazos. Luego pasó por el jardín repleto de hojas de la misma planta. El cuidador de semejante selva privada no tenía permitido hablar de los horrores que surgían entre la maleza. Los pájaros huían de aquel espacio, las ratas no se atrevían a acercarse, los insectos solían ser atrapados, sin piedad.

En el salón principal, decenas de figuras colgaban del techo, coloridas, brillantes, disponibles para quien quisiera intentar tomarlas. En total, todo un caos bajo el orden demente del habitante de lujo de la residencia.

Tether chocó contra un nuevo poste, diversión de su verdadero rey.

—Pero, ¿quién puso en el medio del camino esta mierr…?

—Cuidado con maldecir en mi casa, humano —dijo la voz, desde arriba.

El terror del joven lo hizo tropezar de nuevo, esta vez al pisar un peluche destrozado. Y frente a él, apareció el real emperador de Feliria.

No medía más de medio metro. Sin embargo, era bastante grande para su especie. Su pelaje blanco solo era interrumpido por manchas doradas en la cola y en una de sus orejas. Todo él era imponente. A la vez, era la cosa más suave que uno pudiese presenciar.

Tether quedó en silencio por un breve instante al verlo, como cada vez desde la primera ocasión, cuando ambos eran apenas pequeños presentados por sus padres. Repetían una tradición de siglos. Humano y gato, ejercitaban una pequeña farsa enfrente del pueblo, poniendo al servicio de todos su sabiduría conjunta, a cambio de poder infinito.

—Alteza…

—No recuerdo que me hayas pedido audiencia, joven Títere —maulló el anfitrión—. ¿Cuál es la urgencia?

—Por favor, Rey Mish, necesito ser libre.

El humano se había sentado en la alfombra, para poder mirar a su socio eterno a los ojos. El felino lo observó, receloso, y dejó de lamerse una de sus patas para tomar la conversación en serio.

—Querrás decir —contestó—, que necesitas mi parte del poder.

—No puedo continuar así —argumentó el otro, al borde del llanto—. Es MI poder. Yo nací aquí, en el centro de esta dinastía. Yo fui el elegido. ¿Por qué me utilizas, de esta forma?

­Un leve silencio hizo que la tensión se esparciese por la estancia, dejando solo el tintineo de los juguetes felinos como fondo. Ambos reyes se miraron.

—Sabes que eso que dices solo es verdad en parte, Tether. Yo podría decirte las mismas cosas. Mejor olvidemos todo esto, ya estamos metidos.

—Por favor, Mish. No sé qué más hacer…

Con un gruñido, el animal dejó de lado las quejas de su contraparte en aquel juego.

—Solo tienes que escucharme. El plan para la próxima invasión al enemigo está aquí, encima del rascador número seis.

El terror hizo que el humano se levantara y casi se golpease la cabeza con uno de los juguetes colgantes del salón.

—¡Invasión! ¡No, Alteza! Solo porque quiere probar los pájaros del reino vecino…

—Está decidido, Títere. Vamos a tomarlo todo.

Tether se desesperó. Necesitaba detenerlo. Tenía que parar con aquella locura.

—No puedo. Esto es… Esto… Un momento, ¿qué es eso?

—¿Qué cosa?

Acababa de entrar, por la ventana, una luciérnaga enorme, de alas que se movían con una rapidez imposible y ojos brillantes. Su luz era suficiente para distraerlos a ambos de la discusión y dejarlos en una tensión repentina, siguiendo a la intrusa por la sala con la mirada.

En pocos minutos, ambos corrían, intentando atraparla.

***

♦ He regresado con estas publicaciones, casi dos años después, yey. El emperador estaba dedicado a mi gato, Ciro, y poco tiempo después de publicar el arcano 3, mi pequeño felino enfermó y murió. Intenté cambiar la temática de este cuento varias veces, pero no pude. Recién ahora creo que se me pudo ocurrir algo más o menos decente. Sé que no está a la altura de historias anteriores, pero al menos podré seguir con los demás arcanos, según lo planeado. Dedicado a mi precioso. Gracias por haber leído.

Si lo encuentra en su tirada:

Al derecho: Encontrará la solución a ese problema sin respuesta que venía acosándolo desde hace tiempo. Luego surgirán otros, pero solo será señal de que la vida sigue. Ánimo y dele para adelante.

Al revés: Encontrará que su mascota le ha llenado el comedor de juguetes destrozados y romperá una escoba con sus garritas, tal vez en un intento de protesta. No podrá cambiar las mañas de su peludín, pero sus visitas lo felicitarán por su nuevo estilo de decoración.

***

Nota: La finalidad de los significados de cada carta es entretener al lector y a la loca que escribe estas cosas. Ningún dato de este libro debe ser tomado como referencia seria, ni aplicarse a situaciones de la vida real. Dicho esto, sean libres de enviar sus propias interpretaciones de este arcano.

Hasta la próxima.

Los saluda, Madame Ceyene


Próximamente - Arcano V: El Sumo Sacerdote
Menú irracional

Menú irracional

04 enero 2020

Estoy segura de que esta mezcla de sabores tiene que ser pecado para alguno de los tantos cultos que existen en esta tierra. Aunque no tenga un buen resultado, seguro mi pobre estómago sabrá perdonarme. Porque no se puede negar que una buena sopa de polvo de diamantes, con algo de ese meteorito que cayó el año pasado en el campo de tía Patricia, es irresistible. Me voy a servir un buen plato. Igual, antes le agrego algo de queso rallado.

Las palabras de este mes de enero son: antes, pecado, aunque.

Micro escrito para el reto cinco líneas de Adella Brac de enero. Y empezamos la cuenta de nuevo, wiii... El año pasado me perdí creo que uno solo de los retos. A ver si este 2020 me gano alguna medalla.

Nota al margen: Lo irracional de esta comida es el queso rallado. Soy intolerante a la lactosa, así que no. Vade retro, quesito.
Hermosos, hermosos

Hermosos, hermosos

31 agosto 2019

(Se abre lentamente el telón).

(En escena, un dormitorio con las paredes rosadas, con una enorme cama cubierta de un acolchado aterciopelado en rosa y repleto de almohadones en dorado, rosa y blanco. Al costado, junto a la ventana de cortinas largas y rosadas, un escritorio blanco muestra una laptop de la marca de la manzana y algunos adornos, en tonos de rosa. Al frente de la cama, una biblioteca pintada de blanco y totalmente vacía de libros, en la que solo se ubican una planta artificial, un par de portarretratos y una gran fruta de plástico dorado para completar sus estanterías).

(La puerta se abre e ingresa La Niña Bonita. Ésta se mira al espejo, termina algunos retoques en su pelo y enciende la cámara que apunta hacia la cama, junto al gran foco circular que arroja sobre el lugar una luz muy potente).

La Niña Bonita: (Se ubica en el centro de la habitación y extiende sus brazos) ¡Hola mis Niños Bonitos! ¿Cómo están pasando este invierno? ¿No les parece de locos este frío?

(Desde afuera, alguien toca la puerta. Ella ignora el ruido y continúa).

La Niña Bonita: (Sonríe hasta mostrar buena parte de sus dientes y señala a su alrededor con un giro de su brazo) ¿Qué les parece mi «room makeover»? Fue totalmente «DIY». He grabado todo el proceso del cambio y pronto lo verán en otro vi…

(La puerta vuelve a ser golpeada, esta vez con más insistencia).

La Niña Bonita: ¿Qué? ¿Qué, carajo?

(Un hombre de mediana edad se asoma, abriendo apenas, vestido con uniforme gris y un cinturón de herramientas a la cadera).

Hombre: ¿Le falta mucho para terminar?

La Niña Bonita: (Se le congela la sonrisa en la cara) ¿Qué hora es?

Hombre: (Mira su teléfono, ya molesto) Y… mire, van a ser las seis y diez.

La Niña Bonita: Pero yo pagué para usar el espacio hasta las y media.

Hombre: ¿En serio? ¿Está segura?

La Niña Bonita: ¡Sí! Y pierdo minutos valiosos mientras hablamos, así que váyase. (Intenta volver a su posición original frente a la cámara, pero el sujeto no se marcha).

Hombre: Espere, ¿qué estudio es éste?

La Niña Bonita: (Visiblemente irritada) El A-6, y siempre los lunes, miércoles y viernes esto es mío.

(El hombre parece entender).

Hombre: ¡Entonces me equivoqué, yo tengo el B-6! ¡Me metí al primer pasillo!

La Niña Bonita: ¡Ya, fuera! ¡Shu, shu! ¡Me espanta la buena vibra!

Hombre: Bueno, disculpe. No es para tanto. Le dejo tarjeta con el nombre de mi canal por acá, a ver si hacemos una colaboración. Hago carpintería, le puede servir. Adiós.

La Niña Bonita: Sí, sí. Suscríbase al mío primero, después lo voy a considerar. (Una vez sola, carraspea, se acomoda el pelo y respira hondo. Acto seguido, le habla a la cámara, con seriedad). Al editor: No apago la cámara para no perder la buena posición frente a las luces, pero es obvio que todo esto se edita. ¿Entendido? ¡Empezamos de nuevo! (Entonces, vuelve a su expresión risueña) ¡Hola mis Niños Bonitos! ¿Cómo están pasando el invierno? ¿No les parece de locos este frío…?

FIN

***

Otra vez me metí al Reto Juevero, yo re entusiasmada, pero apenas puedo publicar el día sábado. Espero llegar a entrar y, si no, lo mismo lo disfruté. Hacía mucho que no escribía en este formato tipo guión, tengo que sacar más cosas así.



Pasen por la casa de Juan Carlos para ver más mentiras hermosas.
De reyes, locura y colas de sirena

De reyes, locura y colas de sirena

25 julio 2019

reyes locura sirenas
Mi bisabuela Mayda fue la primera en salir de nuestro sagrado territorio marino. Ella se atrevió a acercarse a esas criaturas inmundas, que habitan la superficie seca y caminan sobre sus horrorosas extremidades. Nunca se supo qué fue lo que la llevó a semejante locura.

Se dice que se enamoró, de lejos, de cierto príncipe. Otros comentan que la curiosidad fue lo que la hizo arrastrarse hacia la arena. Que todo lo demás fue coincidencia. Incluyendo su boda con el humano y su trato con ciertos brujos de aquella espantosa civilización, para convertirla en una más de ellos.

Como siempre ocurre en este tipo de cosas, a menos que estemos hablando de leyendas, los resultados fueron desastrosos. Mi bisabuela regresó al océano, con un rencor y una vergüenza tan profundos que no pudo hablar de lo que ocurrió con nadie, por el resto de sus días. En el iris rosado de sus ojos ardía el fuego de la ira, cada vez que alguien mencionaba cualquier asunto que se relacionara, en lo más mínimo, con las criaturas secas.

¿Por qué es importante esto? Muy simple. Yo, con mis recién estrenadas aletas de adulta y como buena descendiente de la loca de Mayda, he logrado salir a la superficie también.

Y, además, entré en tratos con un hermoso espécimen seco.

Qué cosa tan espectacular aquel hechizo. Esa fuerza poderosa a la que llaman amor. Ahora entiendo por qué Mayda quiso dejar de lado sus escamas.

Lo bueno es que a mí no me va a pasar algo así. Mi príncipe me acepta, tal como soy. Él es señor de unas tierras muy pequeñas, pero llenas de maravillas. No me falta el agua, ya que en su reino las paredes están cubiertas por unas extrañas máquinas en las que esos trapos con los que se cubren todos ingresan llenos de suciedad seca y salen impecables, húmedos. Me encanta colaborar con él durante el día, ingresar los montones de trapos inmundos para ver la magia del agua, girando por las ventanas redondas, en mil burbujas blancas que se llevan las impurezas.

Por las noches, yo misma pruebo el sistema.

Mi príncipe se altera cuando hago eso. Por eso he dejado de hacérselo notar. Pero, de vez en cuando, apenas lo veo irse a dormir, vuelvo al precioso reino, para sentarme en uno de los aparatos. He logrado cambiar mis aletas por aquellos apéndices que llaman piernas pero, al contacto con mi elemento, vuelvo a ser yo. Ambas versiones de mí son amadas, ambas respetadas. Supongo que he tenido suerte. Pero no he olvidado mi misión.

A veces, veo en las noticias aparecer al descendiente de aquel otro príncipe, el que rompió las ilusiones de mi bisabuela. Observo a aquel nuevo rey, con sus apéndices llenos de joyas costosas, sus trapos siempre limpios y su cabello oscuro. Lo veo por las pantallas que reproducen su vida pomposa, lo escucho hablar en varios idiomas, con su expresión seria y sus ojos de iris rosados, muchas veces encendidos con una fuerza sobrehumana.

Sé que él sabe que en el océano lo sabemos.

Sé que si supiera que nosotros sabemos lo que él sabe no estaría tan tranquilo.

Pero basta de trabalenguas. Tengo una vida tranquila, supongo que posponer la venganza por un par de décadas dará igual. Supongo que vivir bien, darme unos cuantos gustos al lado del enemigo es suficiente. La mejor venganza es seguir adelante, ser feliz a pesar de todo, no invertir energías en causas inútiles que ya caducaron.

Déjenme volver a mi lavarropas, mis escamas no se lavarán solas.

***
Delirio escrito para el reto semanal #37 de la comunidad Sueños de tinta en Discord. La imagen es la propuesta por ellas, para inspirar el relato. Espero que haya salido bien.
Tarta de verduras a la «qué pasó, caramba»

Tarta de verduras a la «qué pasó, caramba»

15 junio 2019

delicioso reto jueveroINGREDIENTES:

PARA LA MASA
Compre una pascualina del super. Le abre el plástico, la saca y ya está. Mire qué fácil.

PARA EL RELLENO
- 2 cebollas chicas. O una grande. Si no le gustan las cebollas, olvídelo.

- 1 paquete de acelga. O espinaca, si prefiere.

- 1 pimiento morrón rojo. O verde. Si consigue amarillo, da igual. O esos ajíes enormes que venden por ahí a veces, que pareciera que lo van a matar a uno de indigestión pero en realidad tienen menos picante que mi rutina diaria.

- Si no le gusta ninguna de esas verduras, qué le puedo decir. Vaya y busque algo que entre en una pascualina y cuando lo tenga me avisa.

- ¿Ya está? No, saque al gato de ahí. Continuamos. Cuatro huevos.

- Condimentos a gusto. Y tenga a mano el teléfono, por las dudas.


PREPARACIÓN
1- Asumiendo que ya le puso la masa pascualina del super al molde aceitado, prenda el horno. No muy fuerte.

2- Corte la cebolla, en cuadrados pequeñitos, mientras susurra canciones de amor a la pobre para que no lo haga llorar mucho. Usar antiparras durante el proceso ayuda también.

3- Haga lo mismo con el pimiento o el ají enorme. Pero a ésos no les hable. Ni siquiera los mire más de lo necesario. Todos los días se escuchan historias horribles de gente que ha observado de frente a esas terribles verduras, mientras intentaba cocinarlas.

4- Hierva la acelga o la espinaca —o lo que sea que haya conseguido para el relleno—. Y saque a ese gato de ahí, sea serio.

5- Mezcle todo en la sartén, con los condimentos y el huevo. Si le va gustando cómo queda, bien. Si no, siga intentando. A mí no me pregunte, que yo con un caldito de esos que saborizan ya estoy hecha.

6- Meta el relleno encima de la pascualina y luego ponga la tapa superior, para cerrarla. ¿No le gusta así, la prefiere abierta? Allá usted. Y ya le dije que el gato le iba a arruinar la comida, basta de chistes.

7- Hornear durante unos 40 minutos, o hasta que la masa esté dorada. Es decir, no espere que brille el horno. De ver un resplandor real en su comida, llame a los bomberos.

8- Saque el hermoso resultado de esta aventura culinaria. Espere un poco a que se enfríe, no sea ansioso. Corte la primera porción y pruebe el delicioso sabor del esfuerzo.

9- Guarde todo en la heladera y pídase una pizza. Alguien querrá comerse ese desastre otro día.

***
Pequeña deformidad escrita para el reto juevero de Notas desde el fondo de mi placard. Espero llegar a tiempo, hace rato que intento participar y se me pasan los días. 

Luego de mi tercera mudanza en el año (excusas, excusas), de a poco creo que me estoy acomodando. Lo mismo, si mi vida ahora tuviera cara, se la golpearía un ratito.
Mini homenaje a mi adorado Alejandro Dolina. Amé sus instrucciones para abrir el jabón Sunlight. 
Voy a pasearme por los blogs amigos. Cómo los extraño a todos.
Arcano 3: La emperatriz

Arcano 3: La emperatriz

12 agosto 2018

emperatriz
Lo estuve pensando mucho. Déjenme decirles que no ha sido fácil. Por momentos, puedo ser dinamita. Alguien que avance y tome lo que necesita, quite del camino a quien amenace a los suyos. Todos desean seguirme, llegar hasta el borde y convertirse en mí. Incluso los más pequeños, que en su número son tantos que no alcanzaría con las cajas de la casa para proveerlos en su ambición. Solo hay dos de mi clase. Y no más de una en cada bando. Pero, una vez que la función termina, vuelvo a la oscuridad y mi realidad de plástico blanco que se aplasta contra los demás no es tan divertida.

Lo he pensado. He intentado convencer al grupo. No me han hecho mucho caso, así que me he rendido con ellos. No sé qué esperaba, en realidad. No es que todos pudiésemos llegar muy lejos, con caballos que no saben lo que es una línea recta.

Así que voy a tomar la aventura por mi cuenta. Mi rey encontrará a otra que quiera seguirlo, un paso a la vez. Voy a dejar esta vida de negro y blanco, cuadro tras cuadro. Voy a rodar, a caer y perderme entre las pisadas de los gigantes. Si puedo, haré que la bestia peluda de esta casa me lleve a otros lugares, mientras más lejos, mejor. Tal vez alguien me vea, en el suelo, y me eche en aquel tarro que luego sacan afuera y una máquina enorme y mágica se lo lleva, más allá de los límites de…

—¡Mamá! —grita uno de los niños de la familia, sentado frente a su tablero y con las piezas esparcidas en el pasto—. ¡Otra vez se me ha perdido la reina blanca!

—No voy a comprarte otro ajedrez, Juancito —se oye, desde el interior de la vivienda—. Usá un poroto o algún muñeco en su lugar.

—Está bien —asiente el niño, a punto de llorar.

Parece que está por tener una rabieta y mira el desorden en el suelo, como si fuese a patearlo todo. Traga saliva y se contiene. Entonces corre a buscar un sustituto entre los juguetes de su baúl.

Detrás de él, una paloma gorda y de plumas marrones levanta el vuelo, llevándose en su pico la pequeña pieza de la dama blanca.

***

♦Veo que ando con el tema recurrente de los viajes, el escape y los nuevos horizontes. Es que no hay otras cosas que una adivina encerrada en un libro mágico pueda soñar. Me pone los pelos de punta la interpretación pasiva y suave que hacen del principio femenino encerrado en esta carta algunos tarotistas. Para mí el poder de una emperatriz está más allá de eso. Y, como es mi libro, voy a escribirlo así.

Si lo encuentra en su tirada:

Al derecho: Vas a ganar un boleto de avión, con vuelo directo a la playa de arena más blanca que hayas visto. Aunque tendrás que pagarte la comida y traslados. Ser una reina no quiere decir que todas las cosas vengan de arriba.

Al revés: Despertarás una mañana con un nido de palomas en la ventana. Te llenarán la casa de plumas y el canto de los pajaritos bebé no te va a dejar dormir. Pero la semana siguiente te darán un descuento enorme en productos de limpieza en el supermercado.



***

Nota: La finalidad de los significados de cada carta es entretener al lector y a la loca que escribe estas cosas. Ningún dato de este libro debe ser tomado como referencia seria, ni aplicarse a situaciones de la vida real. Dicho esto, sean libres de enviar sus propias interpretaciones de este arcano.

Hasta la próxima.
Los saluda, Madame Ceyene

Arcano IV: El Emperador »

<< Índice de arcanos
Un poco adulta para estas cosas

Un poco adulta para estas cosas

13 diciembre 2017

adultaEl tono insistente del timbre la despertó. Tenía la chimenea encendida, pero un frío mortal corrió por sus venas al notar que era medianoche. Contestó al rato, armada con el palo de una escoba, y la nariz del reno seguía sobre el botón cuando salió. Iba a cerrar de nuevo, lívida, cuando sintió el ruido sobre el tejado. Alguien intentaba entrar. Corrió al exterior, sin poder creerlo. Allí encontró el trineo. Y los demás renos empujaban al gordo de rojo, en vano.

Las palabras del reto de este mes: Tono, venas, contestó.
Desafío extra: Incluir uno de los elementos navideños. Yo elegí al reno.

Esto salió a partir de un chiste de humor negro que encontré en Instagram, pero ahora ya no lo encuentro para dejarlo por acá. Tendrán que conformarse con el microcuento, por ahora. Han vuelto las ideas, o se me han terminado las excusas para procrastinar.

Hasta las diez

Hasta las diez

11 octubre 2017

hastalasdiezAnoche se estrenó la obra “Diez, horizontal” en el Teatro Negro. Dicen los testigos que a las nueve, al abrirse el telón, los actores se transformaron en sus personajes: un dragón amarillo, una princesa sanguinaria y un cactus azul. Al final, un reloj sobre el escenario marcó las diez y todos regresaron perfectamente a ser ellos mismos. El público escapó con vida. Los críticos enfurecieron. Las entradas para el resto de las funciones se agotaron.

Las palabras de octubre: Perfectamente, horizontal, negro.
Confieso que soy alérgica a los adverbios, más a los terminados en mente y en cuentos tan cortos, pero esto es un reto y no me iba a perder el desafío por ese detalle. Así que ahí está ♥

Microcuento escrito para el Reto Cinco líneas de Octubre de Adella Brac. Si quieren saber más, pueden seguir el enlace. También forma parte de mi Reto Diez, con un suceso paranormal en la trama y el número diez como elemento de importancia.

Epidemia de amor en Ciudad Leseli - Uno: La Vie en Rose

Epidemia de amor en Ciudad Leseli - Uno: La Vie en Rose

05 junio 2017

epidemia de amorHay momentos en que pienso que los criminales que surgen en Ciudad Leseli son los mejores. Los veo luchar con tanta pasión por sus causas estrafalarias, con sus trajes de colores para llamar la atención y sus secuaces vestidos al tono, que me dan ganas de aplaudirlos. Y me digo que debería iniciar un archivo con anécdotas de cada uno de ellos. Como asistente del héroe que defiende la tranquilidad de esta capital, casi me siento en el deber de hacerlo. Si hasta podría escribir un libro, editarlo bajo un seudónimo sin que él se entere, y ganarme un montón de pasta.

Hay otras veces en que me dan ganas de salir corriendo y esconderme debajo de una piedra, hasta que todo pase. Como aquella noche de hace un par de semanas, en que comenzó el episodio más extraño que hemos sufrido los leselianos.

Allí estaba mi compañero, aquel tipo de cuerpo fibroso, piel bronceada, cabello oscuro y grandes ojos negros, de pie sobre la cabina de un camión mal estacionado en plena pelea. Su traje se mimetizaba con el color ambiente. Por fin me había hecho caso en cambiar aquel amarillo que lo delataba cada vez que intentaba sorprender a algún malhechor. Lo vi extender el brazo, para señalar a su rival de turno y aguardé mi momento de entrar en acción, desde atrás de una columna en aquel hangar.

—¡Pluma Violeta, ríndete por las buenas! —exclamó—. No voy a dejarte ir. No luego de que obligaras a esos policías a bailar por horas mientras tú robabas el museo. Devuelve lo que sea que hayas tomado y entrégate. Declararé a tu favor en el juicio, palabra de Super Sun.

Frente a él, sobre otro vehículo del mismo tamaño, se encontraba la villana que enfrentábamos. Era una muchacha joven, con un traje estilo ninja en color violeta. Lo único que podíamos ver eran sus ojos almendrados y marrones. Llevaba una riñonera, de la que ya había sacado metros de soga, armas y todo tipo de artefactos durante la persecución. Creo que Sun estaba más interesado en atraparla para saber cómo lo hacía, que por sus delitos en sí.

Ella puso los brazos en jarras, todavía sobre el otro camión, y rió con una carcajada bastante teatral.

—¿Es una broma? —dijo, altanera—. No puedes contra mi sistema de hipnosis sonora, admítelo. Ahora tengo lo que me faltaba, por fin podré convertir a esta ciudad de seres sin corazón en un lugar más agradable.

—¿De qué estás hablando?

Sun parecía olvidar, por momentos, que tenía que aparentar que le interesaban los motivos detrás de cada nuevo villano que nacía. Eran las reglas del juego. Un ratito siempre había que escucharlos y tomar nota mental, así contribuíamos a que las autoridades previnieran la aparición de nuevos delincuentes. Así y todo, el trabajo nunca nos faltaba.

—Nadie volverá a dejarme de lado —continuó Pluma, ensimismada en su discurso—. No hay cosa más importante que el amor en la vida de una persona.

Preparé mi arma con los dardos sedantes, pero no tenía un tiro limpio desde donde estaba. Si fallaba, podía enfurecerla y provocar que huyera. Debía moverme, o esperar a que ella lo hiciera. Opté por lo segundo, con el ojo en la mira.

—Lo siento, no sé qué tiene que ver todo esto —interrumpió Sun, perdiendo la paciencia—. Podemos hablarlo camino a la comisaría.

—¡Otro más! —gritó la ninja, bastante alterada—. La vida debería ser más parecida a una comedia romántica que a un policial negro, ¿no te parece, mi querido? Si hasta tienes el físico de un protagonista de novela rosa.

Sentí la vibración en mi reloj de pulsera y supe que Sun tenía otros planes. Yo debía distraer a nuestra oponente, mientras él la atrapaba en un ataque sorpresa. Guardé el arma y salí de mi escondite con mi mejor cara de inocencia.

—¿Ah, sí? —intervine, lo más alto que pude—. ¿Y yo quién podría parecer en uno de esos libros?

Lo cierto era que tenía un poco de curiosidad. Aquella villana había sido, en el pasado, una escritora con obras bien recibidas por la crítica. El éxito la había enloquecido y ahora iba por ahí, convirtiendo gente en sus marionetas. Si podía decir algo sobre Sun, entonces yo quería escuchar la parte que me tocaba.

—Tú tienes cara de personaje secundario —dictaminó, luego de observarme desde arriba—. O de extra en esos escenarios llenos de gente.

No podía creerlo. Su ojo para los personajes debía haberse arruinado, junto con su cordura. Sun ya estaba cerca, a punto de alcanzarla desde el techo de un montacargas.

—¿Cómo? ¡No es posible! —insistí—. Mírame bien, soy una actriz en ascenso.

—¿De verdad? —respondió, con un tono de incredulidad que me ofendió muchísimo—. No. No tienes nada especial —aclaró, volviéndose hacia mi compañero que ya estaba casi sobre ella, en el aire—. Él en cambio… ¡Ah! ¡Embustero! ¡Estabas por hacerme caer en una trampa!

Lo evitó por muy poco, con un giro que convirtió el impulso de Sun en un viaje al suelo.

—¡No es cierto! —continué, tan furiosa que olvidé mi arma cargada en la cintura—. ¡Todos somos protagonistas de nuestras propias historias!

Ya era tarde. La ninja violeta se alejó a los saltos, sobre los demás vehículos abandonados del galpón, hasta quedar junto a un vehículo de esos que se usan en las publicidades callejeras, con altoparlantes en la parte de atrás del asiento de conductor.

—¡Se acabó la charla! Ahora van a ser testigos del surgimiento de mi nueva identidad. ¡Saluden a Pluma Rosa, escritora de novelas de amor!

En un movimiento, su traje de ninja cayó al suelo para dar paso a una malla de cuerpo entero color fucsia. Su cabello y sus orejas continuaban ocultos, bajo el material. Su cara se veía por completo y nos confirmaba la identidad de la autora desaparecida.

—¿De qué está hablando? —pregunté a Sun, que había llegado hasta mí.

—Antes era escritora de comedia, según ella —aclaró él, en voz baja.

—¿Lo del robo al museo era comedia? Jamás me reí con nada que hizo.

—Yo tampoco.

—¡Cállense los dos! —estalló la escritora chiflada, volviendo a ponerse la riñonera en la cadera y sacando una especie de control remoto—. Van a ser mis primeros protagonistas.

—¡Basta, Pluma! —exclamé, apenada por lo ridículo de la situación—. ¡Todavía puedes arrepentirte!

Sobra decirles que no se arrepintió. En cambio, alzó el control y accionó el reproductor dentro del vehículo sobre el que estaba parada.

—¡Escuchen y dejen fluir su verdadera naturaleza humana!

Fue oírla y que el universo se retorciera en un millón de colores. Vi a mis padres, mis amigos, todos animándome a hacer algo. No recuerdo qué. Luego salía frente a un enorme escenario, donde millones de cachorros de perritos y gatitos bailaban en dos patas. Tuve unas ganas tremendas de bailar con ellos. Luego empecé a flotar y allí, en el aire, me observaba Sun. Estaba radiante, como siempre. Yo volaba hacia él, extendía mis brazos y solo pensaba en…

—¡Claire! ¿Estás bien?

El despertar fue vergonzoso. Como en uno de esos sueños raros que solo sabes que han sido irreales porque han terminado y estás en tu cama agitada, preguntándote qué fue eso. Y esa era la cuestión. Todavía estaba en el galpón abandonado, pero el camión publicitario había volcado y sus altavoces estaban destrozados. Sun tenía el pelo revuelto. Me había perdido la acción.

—Sí. Creo —contesté, de mala gana.

—¡No es posible! —exclamó Pluma Rosa, desde algún punto que no lograba ver—. ¿No eres humano?

—Pensé que eso había quedado claro cuando me viste detener un camión con las manos —ironizó Sun, dejándome para ir tras ella de nuevo—. Ahora ríndete de una vez.

La risa de Pluma fue desordenada, estridente. Su sonido se expandió por el espacio curvo del techo altísimo en el hangar y nos llegó amplificado.

—No, no, no —contestó, con voz cantarina—. La nueva historia de Leseli ya se está escribiendo, querido. Pronto te darás cuenta.

Salió por una abertura en el techo, saltando con una capacidad atlética que no imaginé que tendría una escritora. Entonces entendí el espacio de tiempo que había transcurrido entre la última aparición en público de la autora y la primera travesura de Pluma Naranja, como se llamaba al iniciar su camino por el lado del mal.

—¡No! ¡Vuelve aquí!

Sun la siguió, trepó hasta allí con la mayor rapidez que he visto en él. Fue en vano. Sospeché que esta villana tendría unas cuantas ventajas inexplicables sobre nosotros a partir de entonces.

+ + +

¡Vuelven las mini historias para Blogs colaboradores! Este es el comienzo de la tercera ronda. Me atrasé con el primer capítulo, perdón. Bienvenida Denise, de Primera naturaleza, mi compañera lectora en esta oportunidad. Espero que te diviertas con esta historia, planeo relajarme y reírme mucho mientras la escribo. A ver si me sale. 
Tono predeterminado 6:30

Tono predeterminado 6:30

03 junio 2017

tono predeterminadoPrimero, la nada. La oscuridad y la monotonía son el comienzo perfecto, como un abanico sin abrir, lleno de posibilidades. Luego, el contador llega al momento indicado y el mecanismo se activa. La explosión de sonido llega a mis oídos y pasa por capas y capas de consciencia. Llega hasta mi ser suspendido en otro tiempo y espacio. Me llama. Mientras puedo, hago todo por ignorarla. Pero nuevas oleadas de agudos llegan hasta mí, me toman de la mano, se aferran a mis pies hasta que dejo de sentir el suelo que estoy pisando.

Regreso de forma brusca, a través del túnel cálido en el que me había refugiado horas antes. Llego a mi destino. Un costado de mi cara sigue aplastado contra la almohada, mi gato ha empezado a removerse con incomodidad, mi novio protesta entre sueños. Bendito él, que puede seguir ignorándolo. Claro, si no es su ringtone.

Salgo del abrazo de las sábanas y me enfrento al frío de esta época del año con un escalofrío. Me arrastro sobre mis pantuflas hasta la mesita donde dejé el móvil, bien lejos de la cama, a propósito para momentos como éste. Toco con el índice la pantalla y desactivo la alarma.

La próxima sonará en quince minutos. Lo sé, porque la he programado así a propósito. Para momentos como éste. Mis ojos no terminan de despegarse. Mi cerebro solo me dice una cosa: «Tenemos un cuarto de hora para recuperarnos. Estaremos mejor si, en vez de levantarnos, los usamos para dormir un poco más». Sé que es mentira, que no hará una gran diferencia, pero mi cuerpo pesa el triple de lo normal a esa hora y cae con facilidad sobre el colchón otra vez.

Maldición.

Ahora sé cuánto falta para que vuelva a sonar el despertador.

Alguna otra porción de mi cerebro ha despertado y está, de lo más contenta, haciendo el cálculo de cuántas cosas puedo soñar en quince minutos. ¿Quince microsueños? ¿Siete y medio? ¿Un sueño regular de diez minutos, seguido de otro de cinco que pueda hacerme preguntar qué significó por el resto del día? ¿O mejor sueño despierta con los nudos de la trama de una historia que todavía no resuelvo antes de la próxima actualización?

Maldición.

Debo haber perdido cinco minutos pensando en eso. Debería levantarme a ver en el teléfono cuánto falta. Pero creo que estoy a punto de dormirme de nuevo. Eso es. Contaré hacia atrás.

Diez.

Nueve.

Ocho.

Siete.

«¿Sabías que el contar ovejas solo funciona en la lengua inglesa porque las palabras “sheep” y “sleep” suenan casi igual?» dice mi cerebro, jugando conmigo otra vez. Me dan ganas de responderle que sabe eso porque yo lo he leído en alguna parte primero. Y solo estoy contando, no dije nada de ovejas.

Pero tengo menos de quince minutos para abrazarme a las mantas y llegar sin maquillaje a trabajar. Debería aprovecharlos. Creo que voy a dormirme. Eso es.

Seis.

Cinco.

Cuatro

Tres...

Estoy bailando en medio de la calle, con música de carnaval. Un gato se me acerca y empieza a maullar con insistencia. Lo aparto con mi pie, con suavidad. El lugar es extraño, no consigo entender nada de lo que ocurre, aunque me estoy divirtiendo. El gato sigue ahí. No entiendo cómo puede maullar tantas veces seguidas sin detenerse a tomar aire. Me recuerda a mi… Oh.

Dos.

Uno.

La explosión de sonido vuelve a llegar a mis oídos y pasa por capas y capas de consciencia. Llega hasta mi ser suspendido, junto a los maullidos desesperados de mi gato. Me llaman. Mientras puedo, hago todo por ignorarlos. Pero nuevas oleadas de agudos llegan hasta mí, me toman de la mano, se aferran a mis pies hasta que dejo de sentir el suelo que estoy pisando.

Va a ser mejor que me levante de una vez.

+++

Relato escrito para el reto dieciséis de ELDE: Crea un relato que gire en torno a una cuenta atrás.

A veces la cuenta atrás para la próxima alarma es como la de una bomba. Me salteé el reto quince, tengo un bloqueo terrible con ése.
¡Para un poco, Elisa! Epílogo: vez-una-Había...

¡Para un poco, Elisa! Epílogo: vez-una-Había...

27 abril 2017

epilogo
<< Capítulo cuatro

Al mes siguiente, desperté en casa de Santiago y encontré un regalo bajo mi almohada.

Estaba sola en la cama. Me desperecé y mi estómago rugió por el desayuno. Fui a la ventana, abrí las cortinas y saludé a la ancianita del edificio de enfrente, que colgaba unos calzones gigantes en su balcón. El sonido de la ducha me dio una pista del paradero de mi chico y el dolor en mi cuello me hizo lamentar no haberle dicho a Fae que podía dejarme unos billetes o un cheque, en lugar de semejante montaña de monedas.

Abrí el saquito de tela brillante y las vi. Brillaban para mí, doraditas y redondas. Por un instante me asombré de que fuesen tantas. Luego recordé cuánto había temido no volver a esta hermosa normalidad y lo entendí.

—¿Qué es eso? —preguntó Santiago, saliendo del baño.

—El hada de los dientes ha venido anoche a cumplir su promesa, por fin.

Él se acercó y puso los ojos verdes como platos, apenas vio el interior de la bolsa en mi mano.

—¡Ha sido muy generosa! Si casi no hicimos nada por ella. ¿Son monedas de oro?

—No seas malo conmigo. Ella vino por soluciones y eso fue lo que obtuvo —contesté, antes de que se me helara la sangre con cierta posibilidad y corriera al espejo.

Abrí la boca y revisé bien mi reflejo, en busca de alguna pieza faltante. Mi boca estaba intacta, por suerte. Él vino y me abrazó desde atrás, con un gesto travieso. Sí que nos veíamos bien juntos. Al menos para mi gusto. Él se vería bien abrazado a un árbol, si quisiera.

—Es bueno estar de regreso —murmuró, con un beso sobre mi sien que me derritió.

Sin dejar esa posición, alcé la mano con la bolsita y le di un golpecito en el hombro.

—Toma.

—¿Qué haces? —preguntó, sin soltarme.

—Vamos, llévate esto antes de que me arrepienta —dije, con toda la seriedad que pude reunir—. La recompensa es tuya. Tú fuiste el que logró que Yejun quitara la maldición sobre Fae.

Lo vi observarme por el espejo con esa cara que pone cuando está procesando algo muy complicado. Sí, lo miro mucho. He tenido tiempo de sobra para eso desde que éramos adolescentes.

Luego de unos segundos, pareció decidirse.

—¿Sabes qué? Dame una moneda de recuerdo y tú quédate la bolsa. Con una condición: tendrás que ponerte un consultorio aparte para estas cosas, Elisa.

Me di vuelta y lo besé, feliz de conocer al tipo generoso y dulce bajo esa fachada de gruñón que utilizaba frente al resto del mundo.

Recordé que acababa de despertar y no había usado mi turno en el baño, así que lo dejé por un momento. Sobre el mueble junto a la puerta, el número más reciente de La pluma naranja tenía uno de los diseños del nuevo dibujante en la portada. Yejun se estaba luciendo. Es verdad que sus primeros chistes eran todos sobre cuentos de hadas y que los mezclaba, ridiculizando a los personajes que tanto conocíamos. Pero a la gente le había gustado y a él le serviría para sanar sus heridas.

Pensé que sería interesante el material que sería capaz de traernos, una vez que superase su pasado. Esperaba ver pronto ese día.

Dejé el cepillo de dientes y me enjuagué los restos de dentífrico de la boca. Abrí la ducha, para que fuese calentándose el ambiente con el vapor, justo cuando Santiago abrió la puerta y me di cuenta de que no sería un regaderazo rápido.

Un rato después, la cosa se estaba poniendo interesante bajo el agua, cuando la puerta del baño volvió a abrirse. Del susto, resbalé y caí sentada, dejando solo a mi novio —y a su entusiasmo— en pie.

Santiago ignoró al intruso y se arrodilló junto a mí, con preocupación.

—¡Cariño! ¿Estás bien?

Balbuceé algo sobre mi culo dolorido en respuesta. Y me escondí detrás de la cortina, esperando a que el visitante no me hubiese visto. Había tenido un cortocircuito en mi cerebro, ya que las únicas dos personas que podían tener la llave de aquel lugar eran mi cuñado y mi suegra.

—Esperen afuera, por favor —ordenó, en su voz habitual, y supe que no había nadie conocido allí—. Ahora los atendemos.

Con cuidado, sin destapar mis atributos, miré por el costado de la cortina. No era un intruso, ni dos, sino siete. Siete enanos, cada uno con una expresión que delataba una emoción bien distinta en su cara. Había toda una variedad ahí.

—¿Se encuentra la consejera Elis Amores aquí? —preguntó el único que llevaba lentes.

—Es Elisa Mores. Pero sí, aquí estoy —contesté, abrazada al diseño de fantasmas y Pac-man de la cobertura plástica de la ducha.

Interesante elección de diseño, debo añadir. Pero Santiago tiene al nerd escondido en su interior todavía.

—Necesitamos de su ayuda —continuó otro enano, con ansiedad—. El hada de los dientes nos contó sobre usted.

Me estremecí. Ya sabía que el premio de Fae venía demasiado abultado. Seguro debió sentirse culpable por meternos en otro de estos líos.

—No voy a volver a meterme a ningún cuento —dije, terminante—. Envíen su carta y vean mi consejo en el próximo número de la Pluma naranja.

—¡Oiga, esto es un asunto urgente! —agregó el más enojado.

Yo no pensaba ceder. Mi tranquilidad, mi felicidad, ya tenía mi final feliz ahí mismo. Aunque la palabra final sonara algo extrema.

Santiago se cubrió de la cintura para abajo con una toalla de robots animados de Japón de los 80´ y me alcanzó otra igual. Parecía dispuesto a echarlos a patadas en cualquier momento.

Con tranquilidad, el enano de los lentes dio un paso al frente.

—Somos dueños de lo que sacamos de la mina, señorita Mores. Tenemos cómo pagarle una atención personalizada.

«¿No sacaban diamantes de esa mina?» me dije, al borde de la euforia.

Mi editor me echó una mirada y entendí que estábamos pensando lo mismo.

—Bien, ya les haré un resumen de mis honorarios a domicilio —contesté, tratando de que no se me notaran las ganas de saltar en un pie—. Su amiga despertará pronto, se los garantizo.

Apenas hice esa referencia a Blancanieves, mis nuevos clientes quedaron desconcertados.

—¿Amiga? —reaccionó uno, que parecía recién despierto de una siesta—. No, teníamos a un chico con nosotros, llegó diciendo que necesitaba perfeccionar sus habilidades en el patinaje sobre hielo para una competición contra su maestro.

—Pero ha mordido una manzana envenenada —completó otro, en medio de un llanto repentino—. Ahora el tal maestro ha llegado, junto a un chico que no para de sacarse fotos con un aparato extraño.

—Como si no tuviéramos suficiente, no dejan de llegar esos patinadores —se quejó el enojado—. Ya no tenemos lugar para meter a tantos.

Sentí que las descripciones me sonaban de alguna parte. Debía ponerme al día con el Grand Prix, lo último que supe era que se había interrumpido por la súbita desaparición de todos los competidores. Y eso fue justo después de volver de nuestra aventura con Fae y Yejun.

—¿Patinaje sobre hielo? —dudó mi novio, como si estuviera abriendo uno a uno los archivos de su memoria—. No conozco el cuento.

Decidí tomar las riendas. Ya tenía alguna experiencia y por fin había caído en mis manos algo de lo que sí sabía un poco.

—Creo que sé a quiénes se refiere —anuncié, y comencé a hacer cálculos—. Necesitaremos una grúa, un caballo blanco y un ataúd de cristal. Ah, y unas entradas para el próximo Grand Prix. Vayan al comedor, que en un minuto me visto y estoy con ustedes.

Los siete enanitos se fueron por el pasillo, en medio de un griterío, y Santiago se volvió hacia mí.

—Supongo que iré a poner la cafetera —comentó, con una sonrisa.

—¡Gracias, mi vida!

Terminé de bañarme en tiempo récord y salí con lo único que había llevado hasta ahí: una bata de toalla, en color fucsia. Hubiera quedado mejor con una de seda, para darme aires de mujer sexy. Debía recordar comprarme una y tenerla a mano, de ahí en más. Por el momento, estaba bien así. Lista para prestar mi ayuda a los que vinieran por mí.

Excepto a cobradores.

A los demás, ya saben. El consultorio queda abierto, de manera oficial. Pueden escribirme, que por una modesta suma les daré la solución a sus problemas.

***

Así termina la historia de esta segunda ronda de Blogs colaboradores. Esto es un agregado, ya que no entra en la historia con Fae, que era el personaje a utilizar para la consigna. Espero haberlo hecho bien y que la hayan pasado tan bien leyéndola como yo al escribirla.
Gracias por acompañarme este mes y los veo en la próxima historia corta para la tercera ronda.

Posts anteriores Volver al inicio