Siempre me lo pregunté, en mi cabeza de comerciante. ¿Desde cuándo a la luna le interesaba comer higos jugosos? ¿De verdad la luna se enojaba si le presentaban un higo un poco pasado? ¿Cómo es que estas locas del monte Cynthus hacían para enterarse del sabor que tenían? Para mí, Artemisa estaba allá arriba, muriendo de risa, mientras las Cynthias se daban una panzada con los higos que nos quitaban gratis a nosotros.
De verdad, estas muchachas, siempre somnolientas, siempre apuradas de volver a su templo con los tesoros que lograban juntar y sin siquiera darnos alguna profecía agradable para el futuro, me parecían muy sospechosas.
Hasta que me ocurrió algo muy extraño.
Hace poco, cuando las musas vinieron por mí y pude sentarme en la fiesta del pueblo a tocar mi flauta, una Cynthia se me acercó y logró sonsacarme el compromiso de subir a esa horrible montaña, para honrar a la diosa con mi música.
Así que allí estaba, al pie de ese grupo de rocas al anochecer de la decimonovena noche del mes, cargado de higos y con mi flauta colgada a la espalda. Pensé que, si lograba llegar a la cima, no podrían impedirme que comiera junto a ellas, así debiese bailar como poseso con mi flauta. En mi corazón había pedido que Artemisa me perdonase por esa vez, ya que planeaba quedarme unos cuantos días comiendo y bebiendo.
En realidad, tenía un par de ideas interesantes para darles. Si instalaban un pozo de los deseos y permitían que me disfrazase de anciano venerable, podríamos hacer unas cuantas monedas. Si hasta sobraría para ofrecerle a la diosa.
Por eso, aunque cansado, llegué contento a la cima de Cynthus. El grupo de mocosas me estaba esperando, algunas visiblemente ansiosas, otras bostezando, pero ninguna dejó un solo higo en mi cargamento apenas aparecí. Locas, aunque sin un pelo de tontas.
La luna brillaba sobre nuestras cabezas, redonda y blanca, para el momento en que me dejaron entrar al templo. Apenas vi la mesa repleta de ofrendas me quedé sin aire. Debí contenerme para no lanzarme sobre la cantidad de comida que habían reunido allí. Les gustaba comer a las Cynthias, por supuesto. Y beber también.
Comenzada la ceremonia, dejé lo mejor de mí con la flauta. Las vi bailar a todas, algo desgarbadas, algo seductoras. Las vi divertirse y ofrecer esa diversión a la estatua de aquella mujer severa que las observaba desde su asiento, al centro del templo. Debí empezar a sentir en mi corazón el temor a la diosa o la impresión por el secreto al que estaba accediendo, porque de pronto el templo entero estaba brillando. Mi flauta vibraba con los sonidos, como siempre, pero el eco de mi música era espléndido. En un momento, levanté la mirada y pude notar una sonrisa en la estatua blanca, blanquísima, casi cegadora de la diosa.
El baile de las muchachas no se detenía y mi música seguía sonando, a pesar de que yo ya había dejado la flauta de lado hacía un buen rato para mirarlas. No sentí temor ni sorpresa alguna. Estaba como hipnotizado. Sin embargo, en el fondo, no dejaba de ser yo.
«Los higos, debo probar los higos» pensé, en medio del embotamiento general.
Bailando, me sumé a la ronda de las Cynthias. Me llevó un poco de tiempo el soltarme de sus manos para avanzar al centro de la ronda, hacia la mesa de las ofrendas. La sorpresa era que, a pesar de que no había visto a ninguna de ellas comer nada, ya casi no quedaba ninguno de los alimentos en el lugar.
Vi que ya solo había un higo sobre la piedra pulida de la mesa. Extendí mi mano y, al morder la fruta, supe que era lo más dulce y delicioso que comería por el resto de mi vida.
No recuerdo más.
A la mañana siguiente, con el sol bien alto en el cielo, desperté en medio de la plaza del pueblo y con mi flauta partida en dos. Debí correr a esconderme a casa, porque estaba bañado en vino y la gente se reía de mi desnudez. Lo cierto es que mi único pecado fue comer de esa mesa, pero hay algún fragmento en mis sueños en el que la estatua de la diosa está de pie frente a mí, furiosa. Temo por mi negocio. Mi razón me dice que debo abandonar la isla, lo antes posible. Sin embargo, el recuerdo de aquel sabor increíble me obliga a intentar regresar a esa montaña. Por más que deambulo por Delos, ya no encuentro el camino que tomé aquel anochecer. Han pasado varios días y no puedo pensar en otra cosa.
Ni siquiera puedo acercarme a ninguna de las chicas del templo. Apenas veo una Cynthia, ella corre para alejarse de mí. Creo que estoy maldito. Voy a enloquecer.
Así que ahora ya lo sé. Los higos son el fruto preferido, la razón por la que aquellas chicas deambulan buscando la mejor ofrenda para su diosa. Quiero sumarme a ellas. No sé por qué sigo en este mundo luego de semejante afrenta, pero voy a aprovechar mi tiempo. No voy a descansar hasta poder volver a entrar a aquella ceremonia.
Esas chicas que adoran a la luna en Delos están locas, claro que sí. Pero yo lo estoy mucho más y planeo ser el primer hombre en unirme a la causa.
***
Relato escrito a partir del disparador creativo tomado de la web escribir.me: "Escribir acerca de tu nombre".
Hasta que no apareció internet, no supe que mi nombre significaba "mujer de Kynthos", monte en Delos donde al parecer había un templo dedicado a la diosa Artemisa. Lo busqué en google y me apareció como Monte Cynthus o Monte Cinto. Me dio mucha risa y ahora quiero visitarlo.
Pido disculpas desde ya a todos los que sepan sobre dioses griegos y/o sobre la historia de estos pueblos en sí. Quise quitarle un poco de solemnidad a la idea y, al final, me divertí escribiéndolo.
Te salió inquietante este relato. Y eso me gusta.
ResponderEliminarInteresante la idea disparadora.
Besos.
Para que veas adónde nos lleva eso de investigar el origen de un nombra. Un relato inquietante, magnífico, con ese flautista vendedor de higos al borde de la locura con ese aquelarre lunar.
ResponderEliminarUn abrazo
Wow, me ha encantado y tremendo el final del pobre hombre. Que increíble cómo ha resultado la investigación de tu nombre. Me ha gustado mucho la vuelta que le has dado a lo del monte y la diosa. Conocía escribir.me y son re lindos sus disparadores, aunque aún no me he animado a escribir con ellos.
ResponderEliminarGracias por compartir tu relato y te deseo una excelente semana.
¡Abrazos desde Escapando al bosque!
La curiosidad de saber el significado de tu nombre te llevo hacer un relato donde hemos aprendido algo místico y maravilloso. Gracias por compartir y disfrutar leyendo. Un abrazo muakiss.
ResponderEliminar