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Arcano 4: El Emperador

12 enero 2020

Cuando la nave de los embajadores de Orel se perdió en el horizonte rojizo del atardecer, todo el reino de Feliria comenzó el proceso de volver a las actividades normales. En la plataforma de lanzamiento espacial, el pueblo comenzó a esparcirse, para regresar a sus casas. En las calles, los sirvientes reunían a los flamencos sagrados, para devolverlos a sus lagos artificiales. Mientras tanto, los soldados acompañaron a los miembros de la aristocracia local a sus respectivos palacios.

Entre ellos, el carruaje real se distinguía. No había metal dorado más resistente, ruedas más gruesas ni caballos modificados genéticamente con mejor performance que aquella. En su interior, el emperador Tether iba pensativo. Sus ojos se fijaban en la distancia, mirando sin ver. Su mente, inmersa en una sola cosa.

El edificio del monarca estaba listo para continuar con la siguiente tarea diplomática en su agenda. Pero él no lo estaba. Tether dejó un momento a su secretario para ir hacia el ala oeste. El sector prohibido para todo el que no tuviese sangre real.

El monarca estaba tan acostumbrado a pasar por allí, que nada lo conmovía. Ingresó al ala movido por la urgencia de cierta conversación. Así, atravesó pasillos repletos de tapices destrozados, convertidos en jirones verticales. Caminó sobre alfombras marcadas por cientos de arañazos. Luego pasó por el jardín repleto de hojas de la misma planta. El cuidador de semejante selva privada no tenía permitido hablar de los horrores que surgían entre la maleza. Los pájaros huían de aquel espacio, las ratas no se atrevían a acercarse, los insectos solían ser atrapados, sin piedad.

En el salón principal, decenas de figuras colgaban del techo, coloridas, brillantes, disponibles para quien quisiera intentar tomarlas. En total, todo un caos bajo el orden demente del habitante de lujo de la residencia.

Tether chocó contra un nuevo poste, diversión de su verdadero rey.

—Pero, ¿quién puso en el medio del camino esta mierr…?

—Cuidado con maldecir en mi casa, humano —dijo la voz, desde arriba.

El terror del joven lo hizo tropezar de nuevo, esta vez al pisar un peluche destrozado. Y frente a él, apareció el real emperador de Feliria.

No medía más de medio metro. Sin embargo, era bastante grande para su especie. Su pelaje blanco solo era interrumpido por manchas doradas en la cola y en una de sus orejas. Todo él era imponente. A la vez, era la cosa más suave que uno pudiese presenciar.

Tether quedó en silencio por un breve instante al verlo, como cada vez desde la primera ocasión, cuando ambos eran apenas pequeños presentados por sus padres. Repetían una tradición de siglos. Humano y gato, ejercitaban una pequeña farsa enfrente del pueblo, poniendo al servicio de todos su sabiduría conjunta, a cambio de poder infinito.

—Alteza…

—No recuerdo que me hayas pedido audiencia, joven Títere —maulló el anfitrión—. ¿Cuál es la urgencia?

—Por favor, Rey Mish, necesito ser libre.

El humano se había sentado en la alfombra, para poder mirar a su socio eterno a los ojos. El felino lo observó, receloso, y dejó de lamerse una de sus patas para tomar la conversación en serio.

—Querrás decir —contestó—, que necesitas mi parte del poder.

—No puedo continuar así —argumentó el otro, al borde del llanto—. Es MI poder. Yo nací aquí, en el centro de esta dinastía. Yo fui el elegido. ¿Por qué me utilizas, de esta forma?

­Un leve silencio hizo que la tensión se esparciese por la estancia, dejando solo el tintineo de los juguetes felinos como fondo. Ambos reyes se miraron.

—Sabes que eso que dices solo es verdad en parte, Tether. Yo podría decirte las mismas cosas. Mejor olvidemos todo esto, ya estamos metidos.

—Por favor, Mish. No sé qué más hacer…

Con un gruñido, el animal dejó de lado las quejas de su contraparte en aquel juego.

—Solo tienes que escucharme. El plan para la próxima invasión al enemigo está aquí, encima del rascador número seis.

El terror hizo que el humano se levantara y casi se golpease la cabeza con uno de los juguetes colgantes del salón.

—¡Invasión! ¡No, Alteza! Solo porque quiere probar los pájaros del reino vecino…

—Está decidido, Títere. Vamos a tomarlo todo.

Tether se desesperó. Necesitaba detenerlo. Tenía que parar con aquella locura.

—No puedo. Esto es… Esto… Un momento, ¿qué es eso?

—¿Qué cosa?

Acababa de entrar, por la ventana, una luciérnaga enorme, de alas que se movían con una rapidez imposible y ojos brillantes. Su luz era suficiente para distraerlos a ambos de la discusión y dejarlos en una tensión repentina, siguiendo a la intrusa por la sala con la mirada.

En pocos minutos, ambos corrían, intentando atraparla.

***

♦ He regresado con estas publicaciones, casi dos años después, yey. El emperador estaba dedicado a mi gato, Ciro, y poco tiempo después de publicar el arcano 3, mi pequeño felino enfermó y murió. Intenté cambiar la temática de este cuento varias veces, pero no pude. Recién ahora creo que se me pudo ocurrir algo más o menos decente. Sé que no está a la altura de historias anteriores, pero al menos podré seguir con los demás arcanos, según lo planeado. Dedicado a mi precioso. Gracias por haber leído.

Si lo encuentra en su tirada:

Al derecho: Encontrará la solución a ese problema sin respuesta que venía acosándolo desde hace tiempo. Luego surgirán otros, pero solo será señal de que la vida sigue. Ánimo y dele para adelante.

Al revés: Encontrará que su mascota le ha llenado el comedor de juguetes destrozados y romperá una escoba con sus garritas, tal vez en un intento de protesta. No podrá cambiar las mañas de su peludín, pero sus visitas lo felicitarán por su nuevo estilo de decoración.

***

Nota: La finalidad de los significados de cada carta es entretener al lector y a la loca que escribe estas cosas. Ningún dato de este libro debe ser tomado como referencia seria, ni aplicarse a situaciones de la vida real. Dicho esto, sean libres de enviar sus propias interpretaciones de este arcano.

Hasta la próxima.

Los saluda, Madame Ceyene


Próximamente - Arcano V: El Sumo Sacerdote

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