Primero, la nada. La oscuridad y la monotonía son el comienzo perfecto, como un abanico sin abrir, lleno de posibilidades. Luego, el contador llega al momento indicado y el mecanismo se activa. La explosión de sonido llega a mis oídos y pasa por capas y capas de consciencia. Llega hasta mi ser suspendido en otro tiempo y espacio. Me llama. Mientras puedo, hago todo por ignorarla. Pero nuevas oleadas de agudos llegan hasta mí, me toman de la mano, se aferran a mis pies hasta que dejo de sentir el suelo que estoy pisando.
Regreso de forma brusca, a través del túnel cálido en el que me había refugiado horas antes. Llego a mi destino. Un costado de mi cara sigue aplastado contra la almohada, mi gato ha empezado a removerse con incomodidad, mi novio protesta entre sueños. Bendito él, que puede seguir ignorándolo. Claro, si no es su ringtone.
Salgo del abrazo de las sábanas y me enfrento al frío de esta época del año con un escalofrío. Me arrastro sobre mis pantuflas hasta la mesita donde dejé el móvil, bien lejos de la cama, a propósito para momentos como éste. Toco con el índice la pantalla y desactivo la alarma.
La próxima sonará en quince minutos. Lo sé, porque la he programado así a propósito. Para momentos como éste. Mis ojos no terminan de despegarse. Mi cerebro solo me dice una cosa: «Tenemos un cuarto de hora para recuperarnos. Estaremos mejor si, en vez de levantarnos, los usamos para dormir un poco más». Sé que es mentira, que no hará una gran diferencia, pero mi cuerpo pesa el triple de lo normal a esa hora y cae con facilidad sobre el colchón otra vez.
Maldición.
Ahora sé cuánto falta para que vuelva a sonar el despertador.
Alguna otra porción de mi cerebro ha despertado y está, de lo más contenta, haciendo el cálculo de cuántas cosas puedo soñar en quince minutos. ¿Quince microsueños? ¿Siete y medio? ¿Un sueño regular de diez minutos, seguido de otro de cinco que pueda hacerme preguntar qué significó por el resto del día? ¿O mejor sueño despierta con los nudos de la trama de una historia que todavía no resuelvo antes de la próxima actualización?
Maldición.
Debo haber perdido cinco minutos pensando en eso. Debería levantarme a ver en el teléfono cuánto falta. Pero creo que estoy a punto de dormirme de nuevo. Eso es. Contaré hacia atrás.
Diez.
Nueve.
Ocho.
Siete.
«¿Sabías que el contar ovejas solo funciona en la lengua inglesa porque las palabras “sheep” y “sleep” suenan casi igual?» dice mi cerebro, jugando conmigo otra vez. Me dan ganas de responderle que sabe eso porque yo lo he leído en alguna parte primero. Y solo estoy contando, no dije nada de ovejas.
Pero tengo menos de quince minutos para abrazarme a las mantas y llegar sin maquillaje a trabajar. Debería aprovecharlos. Creo que voy a dormirme. Eso es.
Seis.
Cinco.
Cuatro
Tres...
Estoy bailando en medio de la calle, con música de carnaval. Un gato se me acerca y empieza a maullar con insistencia. Lo aparto con mi pie, con suavidad. El lugar es extraño, no consigo entender nada de lo que ocurre, aunque me estoy divirtiendo. El gato sigue ahí. No entiendo cómo puede maullar tantas veces seguidas sin detenerse a tomar aire. Me recuerda a mi… Oh.
Dos.
Uno.
La explosión de sonido vuelve a llegar a mis oídos y pasa por capas y capas de consciencia. Llega hasta mi ser suspendido, junto a los maullidos desesperados de mi gato. Me llaman. Mientras puedo, hago todo por ignorarlos. Pero nuevas oleadas de agudos llegan hasta mí, me toman de la mano, se aferran a mis pies hasta que dejo de sentir el suelo que estoy pisando.
Va a ser mejor que me levante de una vez.
+++
Relato escrito para el reto dieciséis de ELDE: Crea un relato que gire en torno a una cuenta atrás.
A veces la cuenta atrás para la próxima alarma es como la de una bomba. Me salteé el reto quince, tengo un bloqueo terrible con ése.
Te entiendo perfectamente, a veces puede ser tan molesto tener que despertarse. Y uno se inventa excusas para quedarse unos cinco minutos más.
ResponderEliminarUN abrazo.
¡Gracias por pasar a leer y comentar!
EliminarMuy buen texto, Cyn 💋 Gracias por tus ánimos.
ResponderEliminar¡Hola! Ah, a quién no le ha pasado el mandar al diablo la alarma para seguir unos minutos más en la cama >.< el frío es terrible para dejar el despertador sonar una vez más XD yo suelo ponerlo media hora antes de la hora que tengo que levantarme, cosa de ir haciéndome a la idea de que debo salir de la cama —y tengo como cinco alarmas casi con minutos de diferencia para no pasar de largo XD—. Genial cuento.
ResponderEliminar¡Un abrazo!
A mi me ocurre lo mismo muchas veces. Suena el despertador y sé que debo levantarme, pero mi cuerpo se niega y alargo el tiempo en la cama todo lo que puedo soñando medio despierta.
ResponderEliminar¡Hola!
ResponderEliminarAy dios, el maldito sonido del despertador es un asco, pero que bien identificada me siento en éste relato.
Un besote
(。◕ ‿ ◕。)/ Holaaa!!!
ResponderEliminarMuy buen texto!!! últimamente cuesta tanto despertarse, este texto lo he leido y lo sentí bien poético la verdad
Espero puedas pasarte que estés bien!
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