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1984, George Orwell

1984, George Orwell

29 junio 2015

Título: 1984
Título original: Nineteen Eighty Four
Autor: George Orwell
Editorial: Centro Editor de Cultura
Año publicación: 1949
Género: Distopía. 
Sinopsis: (La edición que leí no tenía ninguna, pero me pareció un despropósito no poner ninguna, así que esta la tomé de la web:) En el año 1984, Londres es una ciudad lúgubre en la que la Policía del Pensamiento controla de forma asfixiante la vida de los ciudadanos. Winston Smith es un peón de este engranaje perverso, su cometido es reescribir la historia para adaptarla a lo que el Partido considera la versión oficial de los hechos... hasta que decide replantearse la verdad del sistema que los gobierna y somete. «Desde El proceso de Kafka ninguna obra fantástica ha alcanzado el horror lógico de 1984.» Arthur Koestler


Opinión personal: En mi nueva maratón de entradas programadas, traigo esta reseña de una lectura que hice de forma bastante lenta y sin embargo disfruté muchísimo. Antes que nada, pido disculpas por no pasar por sus blogs a responder mensajes ni dar explicaciones de la falta de publicaciones de por acá, pero es que un par de asuntos me han tomado desprevenida. Por fin me estoy acostumbrando a mis nuevos horarios y me puedo sentar a escribir de nuevo. Vamos con la opinión sobre el libro:

Como en cada lectura de los últimos meses, esta ha sido una buena sorpresa. La edición que compré es muy económica y no tiene precisamente el aspecto más atractivo del mundo, además mi mala costumbre de comenzar varios libros a la vez me hizo postergar este por otros más simples. La realidad oscura del protagonista, las calles grises que transita y el ambiente opresivo son palpables desde el primer párrafo y por momentos me parecieron asfixiantes... hasta que pasé los primeros capítulos y me encontré con ciertas reflexiones. Me encariñé mucho con Winston Smith y me costó dejarlo ir con las últimas frases (los dos párrafos finales son espectaculares).

No dejé de pensar durante la lectura en la mente del autor al momento de escribir esta novela, o en el estado del mundo en ese entonces. Hay cosas que se corresponden demasiado bien con nuestra realidad actual, desde las modificaciones en el lenguaje (las palabras abreviadas de neolengua me traen al lenguaje de los sms o a la limitación de 160 caracteres de twitter) hasta el cambio de la mentalidad general en cuanto a las guerras, como cosas que ocurren siempre en los mismos sitios alejados y parecieran no tener fin. Pero el valor de esta historia no está solo en esos parecidos, fortuitos o no, (el Gran Hermano podría ser el Gobierno de EE.UU. para algunos) sino en la forma en que se nos introduce una historia inédita en su tiempo, difícil de superar por muchas obras hoy en día. 


Winston es un personaje que nos habla de la libertad de pensamiento y de lo que esto acarrea: la cordura como una cuestión de estadística, el fanatismo político, la constante persecución del Gran Hermano hacia la población, de los hijos hacia los padres, de los amigos y de los esposos entre sí. No solo hay telepantallas que registran lo que hace el individuo a toda hora, uno duerme con el enemigo en su casa también. Hay un romance en medio de todo aquello, y es muy interesante ver cómo hasta la naturaleza del amor y el sexo se distorsionan para adquirir otros significados en aquella sociedad. Prácticamente, amar a alguien de verdad es un acto de rebeldía terrible y, como tal, requiere de una fortaleza mental y espiritual muy grande.

La rebeldía tampoco significa lo mismo para todos los personajes. Y, de la idea a la
puesta en práctica, hay otras diferencias. Además, el eterno problema de las clases sociales y las teorías de Orwell sobre el asunto encajan muy bien con ambos mundos, el del interior del libro y el real. Cualquier aficionado a las teorías conspirativas encuentra en 1984 una fuente de inspiración inagotable (y yo tengo un poquito de eso, lo admito). 

En cuanto a la narración, como dije, el autor se las ingenió para reflejar cada aspecto de la opresión que siente Winston en su vida, pasando por sus momentos de reflexión, esperanza y rebeldía, de una forma en que el lector puede sentirlo con facilidad también. Algunos párrafos son bastante largos y densos, sin embargo cuando uno se acostumbra esto ya no es inconveniente. En especial, cuando llega el momento del clímax y todo se precipita hacia el final, todo fluye con rapidez y las páginas vuelan. Nota aparte para el final, creo que fue el broche de oro de esta historia. 

En conclusión, 1984 es una distopía que por momentos recuerda demasiado a nuestra vida actual. Una lectura especial para disfrutar de a poco, tomando nota de las mejores citas e imaginando cuál hubiera sido nuestro papel en la comunidad de Winston Smith (el mío seguro no hubiera sido la gran cosa xD).  

Calificación: 


Apto para: Todo lector amante de las distopías. Fans de las teorías conspirativas. Todo el mundo debería leerlo, en mi opinión.
No apto para: Nadie. Todos deberían leerlo, he dicho :P
Dulzura: Seamos sinceros, el autor se comió un limón antes de escribir esto.
Acción: Alguna explosión por ahí, pero nada más. 
Sangre: Un poco. Pero hay más sufrimiento mental.
Sexo: Insinuado de forma superficial.

(Aviso: No pongo más puntaje en números. Si lo terminé de leer es porque lo disfruté. Los que no termine irán en otra sección.)
Participando en...

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27 junio 2015

noticias¡Hola! Esta es la primera entrada de no ficción en el blog (la primera de varias, pero van a ser muy bien pensadas, lo prometo, este es un blog de relatos y nada más). En esta oportunidad, voy a presentarles las iniciativas en las que me he anotado. Algunas son para difusión del sitio, otras son de participación activa con mis escritos, seguro las conocen. Les dejo el listado, por si les sirve alguna:

♠ Saca tu novela de la papelera
Lanzada por: Edith Tahis Stone
En: Lo que Tahis anda escribiendo
¿De qué se trata?: Es una forma de promocionar historias, con un sencillo formulario por medio del cual presentamos cuentos o novelas que luego recibirán su espacio en la sección.

♠ El club de las escritoras
Lanzada por: Dulce C. López
En: El club de las escritoras
¿De qué se trata?: Es un sitio en el que se reúnen escritoras de habla hispana. Hay promoción, participación en sorteos, antologías anuales y todo tipo de actividades.

♠ La isla de los blogs


Lanzada por: Edith, Cat, Tana y diversas colaboradoras.

En: La isla de los blogs

¿De qué se trata?: Es un sitio donde se realizan reseñas a pedido de blogs, de manera objetiva, enfocadas a ayudar a los autores de los mismos a mejorar. También funciona como directorio de blogs, por la gran cantidad de reseñas que ya llevan en su haber.

♠ Cuéntame un cuento

Lanzada por: Katia González

En: Dragones literarios

¿De qué se trata?: Es una forma de motivación a escritores, con la sugerencia de una palabra a incluir por mes y votación de todos los relatos participantes hasta el día 28.

♠ Blogs colaboradores

Lanzada por: Sara del Pozo y Gema Vallejo

En: Katherina´s Thoughts y Beyond a Writer´s Mind

¿De qué se trata?: Se divide a los participantes en parejas de lectores (reseñadores) y escritores, con lo cual se consigue dar a conocer pequeños autores y acercar a propietarios de blogs.

♠ Reivindicando blogger

Lanzada por: Emily Broken Rose, Garonne y Étincelle.

En: Reivindicando blogger

¿De qué se trata?: Es una red de proyectos literarios destinada a reforzar y mejorar la situación de blogs minorizados, recién empezados o simplemente ignorados.
Aprendizaje (Iniciativa Cuéntame un cuento)

Aprendizaje (Iniciativa Cuéntame un cuento)

montañasHemos terminado, vamos a tomar un descanso —dijo el maestro un día.

La molesta llovizna insistía en hacer barro la tierra en la que el joven aprendiz tenía que mantenerse de cabeza, en silenciosa meditación. Era un trabajo lento, tenaz, efectivo, inevitable. El del agua, por supuesto. Lo que era el del chico, tan ansioso e impreciso, tan lleno de decisiones inoportunas e imprudentes, no podía terminar en éxito si no era de forma accidental. Al menos durante esos primeros meses de entrenamiento bajo aquel hombre tan enigmático.
El muchacho, con su cuerpo en una pose incómoda y su mente en una lucha por mantener su atención lejos de los estímulos del ambiente, continuó callado, inmóvil. Pensó que aquel día de ejercicios no le había aportado nada concreto, ningún truco que le diese una ventaja real, aunque se abstuvo de expresarlo. Ya creía que parecía destinado a aprender de las situaciones solo al enfrentarse con ellas y se había resignado a eso. Al principio se había esforzado por predecir las diversas variables, por anticiparse al peligro y hacer preguntas a su maestro, sin embargo lo más importante siempre había sido una permanente sorpresa. Y sus permanentes errores.

—La angustia no es mala —había escuchado una vez, entre los susurros del viento helado, cuando ascendían por esa montaña el invierno anterior—. Debes sentirte mal, es lo normal. Mira el abismo que se abre a tu costado, cuando pasas por este camino tan estrecho, cargando esa bolsa de rocas que te he dado. ¿Qué clase de monstruo serías si no sintieras nada? ¿Qué otra cosa es el miedo, aparte de la línea que divide al que llega a la meta y el que queda en el fondo de aquel barranco?
—Eso no es miedo, es prudencia —se había atrevido a contestar, entre jadeos de cansancio.
—Llámalo como quieras, pero es parte de lo que necesitas para seguir adelante. Luego, el abismo será parte de ti, podrás evitarlo con los ojos cerrados y el valor habrá surgido como resultado. No antes, no sin conocer lo que enfrentas.

Había sido cierto. Ya estaba avanzada la primavera, y él a veces ni recordaba la enorme boca que se abría desde el fondo de las laderas de esa montaña y otra vecina, en un bostezo que intentaba tragarse al sol cada día. El miedo había dado paso al valor, pero la ansiedad de llegar al final, de tener el control sobre sus habilidades, todavía lo atormentaba. En especial, cuando cometía algún error grande.
Esa mañana de lluvia, estaban hablando de luchas. Por fin, su mentor lo estaba introduciendo a las primeras técnicas de artes marciales. Y de la nada lo había puesto a meditar, para luego enviarlo de regreso a su casa.

—Si el miedo da paso al valor —comenzó, pensativo—, la lentitud de este entrenamiento, ¿a dónde me lleva?

Por un momento, el maestro quedó en silencio. El chico sintió que las manos le cedían y se dejó caer sin pensar en la suciedad, en el descenso seguro se secaría el desastre en sus ropas.

—Pretender adelantarse a las cosas no da buenos resultados. Y eso, para alguien que no soporta siquiera hacer algo mal, no es recomendable —respondió el hombre, en un visible intento de disimular el rugido de su estómago—. Vas a aprender una cosa a la vez, luego nos ocuparemos de esa ansiedad que tienes.

Ahí estaba, otra respuesta sin mucho sentido. Cuando lo vio dirigirse a los alimentos que su madre había enviado para el almuerzo, el chico se arrepintió de haber preguntado. Se levantó y estiró sus miembros entumecidos, para notar que también se moría de hambre. Fue hacia el refugio improvisado donde su maestro ya devoraba su parte, dispuesto a pelear por la última pata de pollo. Y olvidó que se había embarrado todo el traje, cosa que tiempo atrás lo hubiera frustrado bastante.

Aprendizaje (Iniciativa Cuéntame un cuento)

Aprendizaje (Iniciativa Cuéntame un cuento)

montañasHemos terminado, vamos a tomar un descanso —dijo el maestro un día.

La molesta llovizna insistía en hacer barro la tierra en la que el joven aprendiz tenía que mantenerse de cabeza, en silenciosa meditación. Era un trabajo lento, tenaz, efectivo, inevitable. El del agua, por supuesto. Lo que era el del chico, tan ansioso e impreciso, tan lleno de decisiones inoportunas e imprudentes, no podía terminar en éxito si no era de forma accidental. Al menos durante esos primeros meses de entrenamiento bajo aquel hombre tan enigmático.
El muchacho, con su cuerpo en una pose incómoda y su mente en una lucha por mantener su atención lejos de los estímulos del ambiente, continuó callado, inmóvil. Pensó que aquel día de ejercicios no le había aportado nada concreto, ningún truco que le diese una ventaja real, aunque se abstuvo de expresarlo. Ya creía que parecía destinado a aprender de las situaciones solo al enfrentarse con ellas y se había resignado a eso. Al principio se había esforzado por predecir las diversas variables, por anticiparse al peligro y hacer preguntas a su maestro, sin embargo lo más importante siempre había sido una permanente sorpresa. Y sus permanentes errores.

—La angustia no es mala —había escuchado una vez, entre los susurros del viento helado, cuando ascendían por esa montaña el invierno anterior—. Debes sentirte mal, es lo normal. Mira el abismo que se abre a tu costado, cuando pasas por este camino tan estrecho, cargando esa bolsa de rocas que te he dado. ¿Qué clase de monstruo serías si no sintieras nada? ¿Qué otra cosa es el miedo, aparte de la línea que divide al que llega a la meta y el que queda en el fondo de aquel barranco?
—Eso no es miedo, es prudencia —se había atrevido a contestar, entre jadeos de cansancio.
—Llámalo como quieras, pero es parte de lo que necesitas para seguir adelante. Luego, el abismo será parte de ti, podrás evitarlo con los ojos cerrados y el valor habrá surgido como resultado. No antes, no sin conocer lo que enfrentas.

Había sido cierto. Ya estaba avanzada la primavera, y él a veces ni recordaba la enorme boca que se abría desde el fondo de las laderas de esa montaña y otra vecina, en un bostezo que intentaba tragarse al sol cada día. El miedo había dado paso al valor, pero la ansiedad de llegar al final, de tener el control sobre sus habilidades, todavía lo atormentaba. En especial, cuando cometía algún error grande.
Esa mañana de lluvia, estaban hablando de luchas. Por fin, su mentor lo estaba introduciendo a las primeras técnicas de artes marciales. Y de la nada lo había puesto a meditar, para luego enviarlo de regreso a su casa.

—Si el miedo da paso al valor —comenzó, pensativo—, la lentitud de este entrenamiento, ¿a dónde me lleva?

Por un momento, el maestro quedó en silencio. El chico sintió que las manos le cedían y se dejó caer sin pensar en la suciedad, en el descenso seguro se secaría el desastre en sus ropas.

—Pretender adelantarse a las cosas no da buenos resultados. Y eso, para alguien que no soporta siquiera hacer algo mal, no es recomendable —respondió el hombre, en un visible intento de disimular el rugido de su estómago—. Vas a aprender una cosa a la vez, luego nos ocuparemos de esa ansiedad que tienes.

Ahí estaba, otra respuesta sin mucho sentido. Cuando lo vio dirigirse a los alimentos que su madre había enviado para el almuerzo, el chico se arrepintió de haber preguntado. Se levantó y estiró sus miembros entumecidos, para notar que también se moría de hambre. Fue hacia el refugio improvisado donde su maestro ya devoraba su parte, dispuesto a pelear por la última pata de pollo. Y olvidó que se había embarrado todo el traje, cosa que tiempo atrás lo hubiera frustrado bastante.

Redhouse, Lury Margud

Redhouse, Lury Margud

17 junio 2015

Redhouse portadaTítulo: Redhouse
Autora: Lury Margud
Editorial: Amazon Kindle
Año publicación: 2013
Género: Romántico. Histórico. 
Sinopsis: La señorita Rose Redclive y el vizconde de Corwind se casan sin apenas conocerse. Un matrimonio de conveniencia tan normal en aquella época. El vizconde tiene una amante que desea conservar y Rose tiene un secreto que la convierte en alguien muy valioso para la Corona británica. La convivencia hará que se descubran los secretos que ambos esconden y una pasión inesperada que les llevara al cielo y al infierno.

Saga: Los Horton - Libro 1

Opinión personal: En primer lugar, voy a agradecer a Books Around the Magic World por permitirme participar del tour de lectura, y a la autora por ceder su libro. Iba a publicar esta reseña ayer, sin embargo estoy en un proceso de cambio de mi forma de calificar, así que he estado dando vueltas con un par de ideas. Vamos al grano:

Esta es una novela de romance de época, con los elementos básicos de la situación de matrimonio por arreglo y convivencia forzosa que las lectoras del género tanto conocemos y adoramos (lo admito, he leído todo tipo de historias con esta premisa y siguen gustándome, qué le voy a hacer). Pero eso no significa que el paladar acepte todo lo que viene. Esta historia, como cualquiera, tiene sus pros y sus contras.

La parte buena es que no solo hay romance en la trama, tenemos una buena cuota de misterio y escenas de acción. Las novelas de espionaje me gustan mucho, así que eso le sumó bastante a la trama en un principio. Lo malo fue que se notó que había introducción de elementos que en esta entrega de la saga no se iban a resolver y con la enorme cantidad de nombres llegué a marearme en algunos momentos. Algo a destacar es el esfuerzo en cada detalle por parte de la autora en las cuestiones históricas, sobre la guerra, los avances militares y las estrategias de cada grupo interesado al enfrentarse al resto. Había más en los personajes que lo que se veía en la superficie y eso fue de agradecer. Me sorprendí gratamente en ese sentido. Lo malo fue que hubo varias escenas que más que aportar, despistaban o llevaban la atención a cosas que no tenían gran importancia para la historia. Tal vez eso se explique en el libro siguiente, pero a mí me pareció que el libro podría haber sido un poco más corto y las cosas no habrían cambiado mucho.

Sobre los protagonistas: Rose me cayó muy bien desde cierto descubrimiento en el tercer capítulo. En general me pareció muy bien construida, ya que oscilaba entre las limitaciones de la época y algunos planteos más modernos sobre su papel como mujer en toda la situación. Hubo un buen equilibrio entre ambas cosas (a pesar de que me sacara de quicio en algunas ocasiones, pero lo entendí como la intención de la autora de hacerla más realista). En cambio, me costó muchísimo empatizar con Edmund. No fue hasta que me di cuenta de hacia dónde iban las cosas que bajé la guardia con él. Luego me convenció y hasta pude encariñarme con los dos.

Sobre la narración, es en tercera persona, omnisciente, sin embargo da algunos saltos de un personaje a otro en un mismo párrafo (a veces dentro de una misma oración) y me dejó algo confundida. Pero fue muy amena la lectura y el ritmo fue fluido. Cuando se trata de un libro de autor autopublicado siempre me cuesta decir estas cosas, porque me da en el centro de mi corazoncito escritor, sin embargo creo que es mejor ser sincera porque alguien más allí afuera podría decirlo de una mala manera y que yo me lo calle no beneficia a nadie: hay muchas, muchas, muchas faltas de puntuación y varios errores de referente en las oraciones. Esas cosas dificultan la lectura y le quitan mérito a algo que se nota que se ha escrito con mucho esfuerzo. Así que creo que no hago mal en avisar. Un profesional que haga una buena corrección le daría ese toque final que le falta.

En conclusión, Redhouse es el libro introductorio de una saga en la que el romance de época, el espionaje y los sucesos históricos se entremezclan para dejarnos con ganas de ver más. Con una buena edición se potenciaría todo ese material y la experiencia de la lectura sería completa.  

Calificación: Estoy estrenando sistema, yey. Se suponía que el quitar lo de los puntos me sacaría un peso de encima, pero esto es más difícil:

Apto para: Lectoras asiduas del género romántico.
No apto para: Lectores ansiosos - Feministas - Anti-románticos - Nazis ortográficos
Dulzura: Nivel medio
Acción: Un poco por aquí, otro poco por allá. 
Sangre: Un poco por aquí, otro poco por allá.
Sexo: Insinuado, no explícito (aunque hay insinuaciones que...).

(Aviso: No pongo más puntaje en números. Si lo terminé de leer es porque lo disfruté. Los que no termine irán en otra sección.)

Saliendo de mi cueva...

16 junio 2015

...vengo a reportarme. No, es en serio, tengo cosas pensadas para el blog, una renovación del diseño y una nueva sección que ya debería estar empezada, pero me he dejado llevar por otros proyectos (traducción: salí un poco a ver la luz del sol, renové amistades descuidadas y rodé por el pasto como perro feliz, lo cual dio como resultado que no revisé el blog ni escribí las historias que debería actualizar). En todo caso, el título de la entrada debería ser "Regresando a mi cueva". Ya sé, esto es información irrelevante, pero vengo a dar un par de anuncios:

♦ Voy a armar mi pequeño reconocimiento a los blogs que más me gustan, me conmueven o me divierten, en una sección llamada: Talentos en la blogósfera (iba a poner en blogger, pero hay una que es de wordpress :P). Irá con mini entrevista y presentación. Lo gracioso: ya tengo a mis elegidos, sin embargo solo a dos de ellas se los he comunicado. Esto va a terminar en desastre.

♦ Estoy haciendo experimentos de diseño para un cambio en el blog, en uno de pruebas. La única conclusión a la que he llegado es que soy muy vaga e inconformista, combinación pésima, de verdad. Busco tutoriales de blogs responsive, con menú y esas cosas. Si alguien conoce alguno bueno, acepto sugerencias T_T.

♦ He estado reflexionando y, a partir de una revisión a mis primeras reseñas en el blog, creo que voy a dejar de darles puntaje a los libros. Este blog es mi refugio, mi pequeño hogar en donde me siento cómoda y doy mis opiniones, pero mi idea de lo que es un "tres" hoy puede cambiar o ser injusto para otra obra distinta, a la que le puse el mismo "tres", por razones diferentes. Incluso me ha pasado de mirar una reseña y decir "esto no era para cinco ni a palos". Así que ya se me va a ocurrir una nueva forma de calificar, empezando por la reseña que publicaré mañana.

En fin, no fueron dos anuncios, sino tres. 
Los extrañé, ya me voy a pasar por sus cuevas también.
Primer extracto oficial Huellas en la Nieve (RELP #3)

Primer extracto oficial Huellas en la Nieve (RELP #3)

14 junio 2015


Vengo algo atrasada con el anuncio, pero feliz por la noticia:

HELN portada

EXTRACTO DE HUELLAS EN LA NIEVE (2015) 
MELISA S. RAMONDA - www.ladywolvesbayne.com
DARK UNICORN EDICIONES
ebook – 82 páginas – Dark Unicorn Ediciones

PUBLICA A FINALES DE 2015 VIA AMAZON Y CREATESPACE


SINOPSIS: Rusia, 1979. Sergei Valinchenko, Alfa Mayoritario de la nación loba, se ha ido.
Después de las -misteriosas- muertes de sus hermanos mayores, Illya Valinchenko (el tercer hijo de Sergei) es el único que puede tomar las riendas de una empresa que amenaza con desmoronarse. Lo que el Mando Común no sabe, es que debajo de la prístina piel del lobo se esconde una bestia aún más feroz con sus propios ideales. Brutal, certero y decidido, Illya tiene la visión y la fuerza para hacer cumplir sus planes. No conoce límites.
Él es la pesadilla con la que se alimentan los rumores, uno más oscuro que el otro. ¿Cuánto de eso es mentira, y cuánto es verdad?
¿Cuánto oculta Illya, en beneficio de su gente y del Bien Común?
Ekaterina Tasarova no le teme a Illya Valinchenko. Ni siquiera lo conoce. Pero cuando llega a Vladivostok una carta del Mando Común avisándole que es una de las candidatas para casarse con él, ella elige obedecer. Tal vez ser la Primera Hembra Alfa es demasiado, pero una chica de pueblo no desaprovecha oportunidades; sobre todo si esa chica tiene un espíritu "alfa" imparable y siempre quiso hacer grandes cosas.
Ella le ofreció lealtad, él le ofreció poder. 
La nación loba está a punto de entrar en una nueva era...
Si la pareja "alfa" sobrevive lo suficiente.
Esta es la historia de una relación atípica enmarcada por la Rusia de la Guerra Fría, de un pueblo fraccionado y dolido por la pérdida de un líder débil pero amado y de un juego peligroso de lealtades y traiciones que es imposible ganar en solitario.




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Refulgens: Siete - Comprensión

Refulgens: Siete - Comprensión

11 junio 2015

Comprensión

♦ Ver capítulo anterior ♦

—¡Cállate!

Nirali empezaba a entender que cualquier cosa que saliese de la boca de Deval sonaría como una orden. Era irritante, tanto que por él pasó por alto que Sarwan volvía en sí.

—No me callo nada —respondió, desde su rincón en la celda que les habían asignado—, estás interpretando todo esto a tu gusto.

—¿A mi gusto? —El hechicero se enfureció—. ¿Decir que no deberías adelantarte a esperar recompensas porque no has encontrado nada es interpretar las cosas a mi gusto? ¡Es un hecho, tonta! ¡No estamos aquí encerrados por elección!

Los tres estaban encadenados con grilletes a una pared, en ese recinto cubierto de dorado y piedras. Al parecer seguían en el mismo palacete de la noche anterior, con la excepción de que allí no había ventanas.

Cada uno tenía las manos y los pies cubiertos por un material aislante que no permitía ningún intento de escape, al menos no por medio del uso de la magia. No les habían puesto nada en la boca, cosa que demostraba lo mucho que confiaban en la efectividad de aquel elemento. Podían intentar hacer un conjuro, que lograran realizarlo ya era otra historia.

—¿Necesitas gritar así? ¿No puedes tener un poco de respeto? —lo regañó la muchacha—. ¡Se me parte la cabeza!

Él iba a decir algo, pero se detuvo, indeciso. Estiró su cuello, de un lado a otro, incómodo con la posición en la que trataba de mantener sus brazos en alto para que no lo lastimaran los grilletes.

—Tú eras la que no necesitaba beber tanto anoche, mocosa —dijo luego, en voz más baja.

—Hemos encontrado Refulgens. Y puedo adelantarme porque sé que saldremos de aquí a cobrar nuestra recompensa —continuó la discípula, removiéndose en busca de una pose menos dolorosa—. El que halló este lugar fue mi maestro, con ese ataque suicida de la bola de fuego. ¡Ah, ya has despertado, Sarwan! —lo llamó, más animada, apenas lo vio—. ¡Dile que nosotros nos llevaremos el dinero del premio!

El mentor quedó pensativo por un momento, antes de mirarlos con expresión confusa.

—Ah, sí. Podemos dividir los beneficios, hombre. Y todos contentos —dijo, cuando reaccionó, antes de notar sus miembros apresados—. Pero, ¿qué son estas cosas… bolsas… lo que sean? ¡Tengo los pies adormecidos y las manos me hormiguean!

—¿Cuál recompensa? —se mosqueó Deval—. ¿Es una broma? ¡Ustedes van a morir aquí! Y gracias por hacernos notar lo obvio, como si no tuviéramos problemas para distraernos de la horrible picazón de estas porquerías.

Nirali trató de ignorarlos, concentrada en rascarse las manos contra la superficie de la pared sin mucho éxito. El salón era muy bonito para ser una celda, solo habían quitado los muebles y la huella de la decoración de tapetes y cuadros podía distinguirse. La idea de que no hubiese mazmorras en un palacio tan antiguo se le hizo extraña, pero también le dijo bastante sobre la naturaleza de los elementales que habitaban en ella desde hacía siglos. O el tener prisioneros era algo nuevo para ellos, o jamás se habían tomado el trabajo de mantener a uno de sus enemigos con vida.

—No digas eso 
—continuó Sarwan, que disfrutaba de hacer enojar al otro hechicero. Algo se nos va a ocurrir para escapar y vamos a ayudarte a ti también.

—Deja de incluirme en tus delirios 
—reaccionó el más joven, cayendo en la broma. Igual, ¿no piensas prometer que vas a proteger a esta chica aun sabiendo que no podrás cumplirlo? Qué raro en ti. Debes haber recibido un buen golpe en la cabeza al caer.

Aquello hizo que el maestro se quedara mirándolo, con el ceño fruncido.

—Tal vez estoy más consciente del peligro ahora.

La muchacha soltó una exhalación, irritada. Estaba cansada de oírlos.

—Ya están hablando de nuevo de ese pasado misterioso. Reconcíliense de una vez, declárense su amor. Yo miraré para otro lado si quieren. 


—¿Qué dices? —se indignó el guerrero de los ojos azules.

—Ya que vamos a estirar la pata —afirmó ella, orientando su mentón hacia la pared opuesta a sus dos compañeros de desgracia, mejor que alguien aquí sea feliz.

Ambos hechiceros pegaron un respingo, dentro de lo que les permitía la limitada capacidad de movimiento.

—¿Cómo?

—¡Pero qué mente tan sucia! ¿Eso es lo que le has estado enseñando a esta mocosa?

Ella suspiró, resignada y temiendo haber dado pie a otra tanda de insultos entre ambos, pero solo escuchó el ruido de las cadenas que indicaba que los hechiceros no paraban de hacerse señas. 


«A saber las cochinadas que estarán diciéndose para que no los escuche. Deberían haberme puesto en una celda aislada.»


***


—Vamos, Ni —la alentó el maestro, un rato más tarde—. ¿Por qué no usas esa imaginación tan fértil ayudándonos a pensar en nuestra situación actual?

La joven sintió que no podría resistir un día entero siquiera en ese estado. Cada músculo de su cuerpo le reclamaba algo. Sin contar su cabeza, que se había ganado el lugar de honor con las puntadas por la resaca, y su vejiga, que llevaba un segundo lugar muy cercano con todo lo que había bebido la noche anterior. Si llorar hubiera servido de algo, lo hubiera intentado.

—Ustedes están bien jodidos. Punto —afirmó el otro guerrero, desde la pared de enfrente. ¡Ahora exijo hablar con el responsable de este lugar! ¡Van a lamentar seguir ignorándome, malditos! 

—No lo sé —murmuró ella, haciendo de cuenta que no oía los gritos—. Me has hecho leer un montón de cosas en estos meses, pero no me has enseñado a ordenarlas y a darles un sentido.

—Está bien, empecemos por el principio —siguió él, con toda la paciencia del mundo, cosa que no se veía todos los días—. Nuestra captora es un elemental de fuego. Lo confesó antes de que yo cayera inconsciente anoche. ¿Qué sabemos de ellos, Nirali?

Deval desistió en sus gritos. Ella frotó un pie contra el suelo embaldosado con lentitud, antes de responder.

—A ver… Sabemos que son los elementales más antiguos en la historia del mundo y que no se muestran con facilidad al ser humano.

—¿Cuántas etapas de desarrollo tienen?

—¿Qué es esto? —protestó el que los escuchaba, con la cabeza inclinada sobre el pecho—. ¿Te pones a tomar lecciones?

—Cuatro en total —contestó la muchacha, como si estuviese a solas con su mentor—. En el primer nivel habitan el centro de la tierra. En el segundo, viven entre nosotros, en el interior del fuego. En el tercero, evolucionan a un nivel superior y cada una puede tomar una forma diferente según sus funciones. Están los Farralis y Shallones, que orientan los rayos de las tormentas. Luego los Hiarrus, que elaboran estrategias.

—¿Quiénes son la máxima autoridad entre las salamandras? —la interrumpió Sarwan.

—Espera, estoy segura de que me la sé.

—¡Los Ra-Arus! —se metió Deval, al borde de un ataque de nervios y creyendo adivinar las intenciones del otro hechicero—. ¿Dices que este lugar está regenteado por uno de ellos? ¡Pero si no tienen contacto con nuestra dimensión, nosotros nunca hubiéramos podido acceder a algo así! ¡Refulgens está escondida, pero no es una dimensión aparte, sé de lo que hablo!

Sarwan chasqueó la lengua, irritado por la creciente picazón del material en sus manos y pies.

—Ya lo sé, idiota. Estoy tratando de enseñarle algo.

—¿Y para qué? La chica va a morir de todas maneras.

—Sí, abandona todo como un cobarde —lo provocó, parafraseándolo de aquella última batalla juntos—. Sabemos que nunca podrás hacer algo mejor.

Un par de venas se marcaron en la frente del rubio, su rostro se había descompuesto por la furia contenida.

—Maldito, si no tuviera estas porquerías en mis manos, juro que…

—¡Una ejecutora! —exclamó Nirali, feliz con la distracción que había logrado—. ¡Refulgens está en manos de la bailarina, ella es una salamandra ejecutora, una Aspirete! Ellas son las más cercanas a los humanos, ya que son quienes reciben las órdenes de las otras y las llevan a cabo. —Y su entusiasmo se desinfló rápido, al darse cuenta de que no eran buenas noticias—. Oh, no. Fuimos atraídos aquí. No es que nadie lo haya encontrado. Es que nadie vuelve. Refulgens es una trampa.

El silencio cubrió la celda. Los tres quedaron pensativos, no había muchas esperanzas para ellos, por lo que parecía.

«Tiene sentido. Nunca llegamos a ver este lugar desde el camino. Deberíamos haber seguido de largo, estaríamos a salvo ahora», lamentó la aprendiz, en un arranque de autocompasión, hasta que el mayor de los tres carraspeó y volvió a hablar.

—Refulgens, en latín, significa resplandor —explicó Sarwan—. Puede que no sea una trampa, sino un refugio para los sobrenaturales perseguidos por nosotros. Y, como estamos al sur, la regente es una salamandra. No dudes que haya otras ciudades escondidas como ésta, dirigidas por elementales de tierra y aire. O agua, en las regiones costeras. —Entonces rió, con un deje de ironía—. Este dato valdría millones de monedas en la corte del rey.


Deval meneó la cabeza y dejó que sus brazos colgaran de los grilletes que sostenían sus muñecas.

—No, no podríamos hacer eso —reaccionó Nirali, alarmada—. Hay muchos niños en este lugar, los vimos cuando recorríamos las calles ayer.

—Despierta, Ni. No eran niños de verdad, eran engendros. Más de esas cosas raras, que podrían arrancarte un pedazo de una dentellada sin problemas.

—¡No! ¡No es posible! ¡Nada de esto tiene sentido! —exclamó la chica—. No estoy preparada para algo así, ¿por qué no me advertiste?

—Se suponía que era obvio, mocosa —intervino el otro hechicero.

—¿Qué debo hacer? —insistió ella—. ¿Por qué siento que esto de cazarlos estuvo mal?

Por la mirada de desconcierto que le dio su maestro, la joven pudo notar que a él tampoco lo habían instruido sobre ese aspecto. Una sensación espantosa se instaló en su garganta.

—¿Qué hemos estado haciendo? —murmuró, sin esperar respuesta.

Un niño era un niño, fuera de la especie que fuera. Y, si ella lo pensaba bien, sus padres eran seres llenos de virtudes y defectos, pero nadie tenía derecho a decidir si ellos podían o no vivir en su tierra más que ellos mismos.

Los sobrenaturales tenían una vida muy parecida a la de ellos, no eran objetos, no formaban parte del paisaje. Nacían, crecían, formaban lazos de familia y envejecían en lugares como Refulgens. Nunca había visto a aquellos seres de esa manera antes, solo habían sido objetos a recolectar en nombre de una recompensa. Cada uno valía su peso en monedas y punto.

—Qué horrible error has cometido, ¿eh? —concluyó Deval, poniendo en palabras sus pensamientos—. Justo tú, que ansiabas la libertad más que ninguna otra cosa cuando dejaste tu pueblo.

Aquello, viniendo de un extraño, la sorprendió. La asustó.

—¿Qué dices? ¿Cómo sabes eso sobre mí?

—El taj afloja la lengua de todos, muchacha —aclaró el hechicero, con una sonrisa a medio camino entre la camaradería y la travesura—. Qué mal que no recuerdes todo lo que yo dije anoche. Hubiera sido más divertido pasar este tiempo contigo, de igual a igual.

Ella vio que Sarwan ponía los ojos en blanco al oírlos. Y no terminó de decidir si aquello debía ofenderla o servirle de desafío para buscar en su memoria.

En eso, la única entrada de la celda se abrió, dando paso a la bailarina de la noche anterior. Esta vez venía vestida con más recato. A las faldas largas y coloridas se había agregado una especie de sari, y unas zapatillas satinadas cubrían sus pies.

—Me alegro de que hayan despertado por fin —dijo con una sonrisa, como si ellos fuesen sus invitados y no sus prisioneros—. Voy a interrumpirlos, todavía les faltaba comentar sobre el cuarto estadio de mi clase. Mi nombre es Aruni, soy quien los guiará por el trayecto final del recorrido que han hecho para llegar hasta aquí.

Había algo siniestro en esa promesa. Los tres lo sabían. Pero la alegre salamandra, con sus gestos pomposos y su tono alegre, parecía una anfitriona de lo más amable. Nirali casi se vio tentada a preguntarle por la posibilidad de que la dejara utilizar un sanitario.

—Mira, preciosa —comenzó Sarwan, con su sonrisa seductora algo desgastada por los acontecimientos—, podemos hablar de esto con más tranquilidad. Puedo explicarte lo que estábamos haciendo, verás que ha sido todo un malentendido…

—Oh, lo dudo mucho, cazador —interrumpió ella, con el índice levantado—. Y no tengo más tiempo, he recibido órdenes urgentes de eliminar a todo el que sea culpable de usar magia elemental en contra de uno de los nuestros.

—¡No me jodan! —vociferó Deval mientras se retorcía sin resultados entre sus grilletes y la miraba con fijeza—. ¡Aunque nos eliminen a nosotros, llegarán otros! No podrán resistirlo, es la evolución. ¡El mundo es nuestro ahora!

—Te equivocas —lo corrigió Aruni—. El mundo como lo conocen no existiría sin nosotros. Ustedes viven de prestado. Desde el suelo que pisan, el aire que respiran, el agua que les da vida o el calor y la energía que tanto necesitan. Todo lo obtienen de los espíritus elementales. ¿Realmente creen que son un obstáculo? Eliminarlos de la faz de este planeta sería como limpiar la basura, la regeneración se haría en un santiamén. Los cazadores como ustedes pueden convertirse en un problema para la propia vida de los humanos, si lo piensan lo suficiente.

—¿Ah, sí? —intervino el que los había metido a todos en aquel lío—. Mi vida es un desastre por culpa de los sobrenaturales. Me condenaron a perder mi honor por esa maldita guerra, no tengo nada que pueda considerar mío. Soy un pobre diablo. Lo único que hago es sobrevivir en las condiciones que se me dieron. Al igual que los dos que vienen conmigo. Si quieres terminar con el verdadero problema, ve a la capital del reino y pide cita con el capitán de la guardia imperial. O con el mismo rey.

Ella lo miró por un momento que pareció eterno a los otros dos. Era como si la salamandra buscara algo en Sarwan y no lo encontrara. Al final pareció rendirse, con una risita de sorna.

—Es un discurso conmovedor —contestó—, pero solo recibo órdenes de mis superiores. Ahora, andando.

Con una señal, los prisioneros fueron arrastrados por los mismos que habían brindado con ellos la noche anterior. Terminaron en una jaula-carruaje, tirada por dos pájaros de fuego con alas cortas.



El señor de los océanos

El señor de los océanos

10 junio 2015

señor de los océanosEn mis tiempos, los sabios solían decir que el mundo era una enorme llanura, una única porción de
tierra lisa rodeada por agua. Con el correr de los años, los viajes y las aventuras, supe que había más que eso. Montañas, valles, porciones dominadas por la más vasta vegetación, otras convertidas en áridos desiertos. Sin embargo, mi amor siempre fue el mar.
Me gustaba mirarlo desde las alturas, observar sus diversos colores, sus estados de ánimo cambiantes según la luna. Desde muy temprano me fijé un objetivo, cuando era un simple niño fugitivo, el miembro de una casta de nobles caídos en desgracia. Me puse de pie sobre una pila de cajas en el puerto y les juré a las olas que, un día, yo sería el señor de todos los océanos. El príncipe universal. El Gran Khan.
Y lo logré. La suerte me acompañó, dándome grandes aliados en los momentos adecuados. Mi sentido de la oportunidad siempre estuvo muy afilado. Tal vez me ayudó la pobreza en la que caí junto a mi madre y a mis hermanos, apenas mi padre sufrió la traición que lo envió al Otro Mundo. Lo que fue un verdadero regalo de los dioses fue mi firmeza. Tengo fama de ser bastante terco y no muy fácil de conmover. Los senderos que tracé con sangre tardaron mucho en ser borrados, mis ejércitos forjaron una ferocidad invencible y le di a mi antiguo clan un nuevo significado. La palabra poder adquirió un renovado sentido a partir de mis avances. Impuse toda una forma de vida en mi pueblo. Y los vecinos. Y los vecinos de éstos.
Fue entonces cuando subí a la montaña más alta que encontré y establecí mi siguiente objetivo. Aunque no podía ver el mar, me mentalicé en la lejana línea que dividía la tierra del cielo. Me dije que haría mío todo el suelo que pudiera pisar con los caballos de mis soldados. Buscaría la costa, conquistaría cada rincón de esta tierra hasta unir a todos los pueblos bajo mi mando. Y el océano sería el límite.
Para eso, aumenté la cantidad de guerreros, me informé sobre las culturas de los diversos pueblos, tomé a los mejores, los más fuertes de cada región, y les di lo que querían: un baño de sangre y el derecho al botín. El oro es una maldición, les aseguro, una enfermedad virulenta que nos deja sedientos sin remedio. Y yo expuse a mis hombres a eso, con el resultado de que nunca estuvieran satisfechos. Necesitaban más, sus músculos se enfriaban y sus manos quedaban vacías cada vez con mayor rapidez. Entonces ideé nuevas formas de mantenerlos ocupados. Arrasar con todo, despojar, devorar, utilizar hasta no dejar nada en el camino. Cuando los cuerpos del enemigo todavía no estaban fríos, el deseo volvía a alzarse con más fuerza.
Llegué a tener más esposas de las que podía reconocer al despertarme por las mañanas. Y mis amantes se contaban como otro ejército. Sin embargo, nada era más placentero que el dorado brillo de las monedas, la promesa de mi encuentro con las aguas que enmarcarían mis dominios.
Entonces logré pisar la costa, luego de traicionar a uno de mis antiguos aliados en nombre de la necesidad. Lavé el carmesí de mis dedos con la preciosa agua salada. Aspiré con fuerza el aire enrarecido por la batalla y me dije que la mitad de mi objetivo estaba completa. Faltaba la otra, la más difícil. Los consejeros dijeron que la porción de tierra al occidente era mucho más amplia y que debíamos atravesar territorios gobernados por emperadores casi tan inconmovibles como yo. Supe que no habría problema con eso. Mi alma estaba decidida a adueñarse de todo el azul de este mundo. Mis tesoros iban acumulándose, mis enemigos caían derrotados y sus tierras pasaban a mis dominios, yo solo quería tener a mi alcance el mar otra vez.
Así que me alejé de la orilla de ese reino que acababa de anexar al mío, sintiendo que parte de mi alma quedaba para siempre allí. Subí a mi caballo y ordené a mis hombres reagruparse para salir a la mañana siguiente. Ellos necesitaban reponerse, disfrutar de los despojos, revolcarse en la inmundicia. Yo llevaba el mar en mis pupilas, el oro en mis alforjas y la tierra que pisaba.
Mi avance hacia el otro extremo fue algo más lento, cosa que aproveché para estudiar a mis adversarios. El miedo fue un arma que aprendí a usar con destreza, se convirtió en la segunda plaga que manejé en contra de mis enemigos. Algunos soberanos, en pos de conservar sus poderíos, se volvieron peores que yo, intentaron utilizar métodos que igualaran a los de mi ejército. El resultado fue que, al derrocarlos, sus pueblos me daban la bienvenida como a un salvador. No por eso se libraban de entregármelo todo. Mi sed y la de los míos nunca se acababa.
Terminé por dejar varias de mis pertenencias en diversos escondites, no podía arriesgarme a perderlo todo en las campañas por el continente. Llevaba mapas con la ubicación de cada uno de mis tesoros, no permitía que nadie tuviera acceso a ellos, ya fuera por egoísmo o por cautela.
Al final, esa misma sed que utilicé a mi favor se convirtió en la sombra que me acechaba a cada momento. Les he comentado sobre el poder del dinero: convierte a amigos en enemigos, a pobres campesinos en tiranos, a mujeres inocentes en meretrices. Y yo estaba rodeado de gente sedienta.
Así fue como, cuando faltaba poco para cumplir con mi meta y volverme el soberano de aquel mundo seco y hostil, guardé mis últimos botines en un escondite secreto. Solo que, esa misma noche, tuve la mala suerte de ser traicionado por dos de mis esposas y uno de mis generales. El maldito oro me quitó la oportunidad de llegar a besar la arena de aquellas playas desconocidas. Mi desaparición hizo que el enorme imperio quedara dividido por una lucha feroz entre mis sucesores. Porque ellos no estaban sedientos como yo, sino que tenían verdadera hambre. Querían más, sin embargo terminaron enemistados y llegaron otros más inteligentes. Mi sangre, mis métodos, todo se perdió en el olvido. Incluso la ubicación de mi cadáver.
Por eso es que mi espíritu vaga por las profundidades de estas cavernas. Con mi muerte prematura, no solo dejé una meta inconclusa, también una maldición. Todo aquel que supo sobre el lugar de mi entierro, jamás pudo volver a buscar mis tesoros. Al principio, mis asesinos conspiraron entre sí, se eliminaron por la espalda, cortaron las lenguas de sus sirvientes para que jamás revelasen la ubicación, pero luego ya no fue necesario. No quedó nadie con ese conocimiento.
Eso hubiera servido de consuelo, excepto por el hecho de que mi propia maldición me encadenó a una eternidad de tormento en la tierra. Mi alma permaneció en esta estúpida isla. Mi mundo se redujo a una porción de tierra insulsa rodeada por el mar. No sé qué lugar es, los que me trasladaron lo hicieron en el más supersticioso silencio. Aunque, con los siglos, otros vinieron.
Seres de otras etnias que jamás había visto, con extraños peinados y vestimentas, hablando toda clase de idiomas. A todos los atacó la idea de llevarse lo mío, ninguno llegó a salir con vida de la isla. Es que la eternidad de ocio me ha convertido en colaborador activo de la maldición del tesoro. Mis capacidades para armar estratagemas en contra de otros siguen mejorando, aún después de muerto. Mis límites ya no existen, no hay un cuerpo que me contenga, y mi sed sigue creciendo, en proporciones monstruosas. 
Mi oro está a salvo, mi pequeña porción de suelo está rodeada por el mar. Es una lástima que ya no pueda detenerme. He comenzado a atraer a nuevas víctimas por la leyenda de mis tesoros escondidos. Un grupo de extranjeros ha montado un conjunto de estrafalarias casuchas en mi suelo. Atraen a más ingenuos con el cuento del “Señor de todos los océanos”. Es un buen nombre. Hubiera sido mi título si llegaba a pisar las costas de aquel continente maldito. Ahora estoy muy lejos, a medio camino entre mis antiguos dominios.
Igual, puedo volver a comenzar, solo necesito aprender nuevas estrategias. Tengo el mar en mi esencia, el oro de mi parte y la tierra a mi favor.
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Refulgens: Seis y medio - Kydara

Refulgens: Seis y medio - Kydara

KYDARA

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—Yo me rindo, Sarwan —dijo el pequeño Deval, agotado por el calor y el esfuerzo.


—¡No te muevas, estúpido! —lo detuvo el otro—. ¡Me complicas las cosas!

Era un día de verano en el desierto de Kydara, la región del norte de Daranis, y los soldados se habían visto obligados a responder a un ataque del enemigo en pleno mediodía. La crueldad del sol sobre sus cabezas no se igualaba con la de los invasores de Suryanis, el reino vecino, que trataban de imponer al hermano bastardo del actual rey daraniense en el trono.

La diferencia entre ambos ejércitos era abismal, los de afuera tenían de su lado a una buena cantidad de seres sobrenaturales. Los de adentro, solo a los hechiceros al servicio del rey. Y no era que éstos saliesen en cantidad, como voluntarios para ir al frente de batalla. La mayoría eran como ellos, adolescentes apenas entrenados en absorber la esencia de algún elemental, que descubrían el resto de su potencial en plena lucha por sobrevivir. Si es que llegaban a durar lo suficiente para eso.

—No soporto más —insistió el niño—. No podré continuar otro día igual.

Sarwan entendía la desesperación de Deval. Pero tampoco podía hacer demasiado por él. Apenas lograba concentrar todo su empeño en mantener los ojos abiertos y el escudo de energía con sus brazos extendidos. Los dos habían quedado atrapados en una monstruosa tormenta de arena, provocada por un grupo de elementales de tierra.

—Vete, yo los voy a entretener todo lo que pueda. Moriré con gusto, si no tengo que volver a luchar.

—No seas tonto, chico. Esto es cuestión de insistencia. Gana el que resista un segundo más que el enemigo. Espera conmigo hasta la noche.

El preadolescente se puso de pie, indignado y al borde del llanto.

—¿La noche? ¡Es el mediodía, Sarwan! ¡No lo soporto más! —Al no obtener respuesta por un buen rato, lo vencieron las lágrimas y cayó sentado por el cansancio—. Por favor, déjame ir. Quiero encontrarme con mis padres, ver a mis hermanos en el cielo.

Durante varios minutos, lo único que se oyó en el refugio, aparte de las explosiones de los ataques de sus rivales, fueron los sollozos de Deval. El mayor de los dos no se atrevió a mirarlo. Ya tenían suficiente con un corazón destrozado, no necesitaban dos.

—Hay esperanzas todavía —murmuró, después, con la vista perdida al frente—. No voy a sacrificarte, niño. Además... hemos hecho muchas cosas en esta guerra. No creo que ninguno de nosotros vaya al mismo lugar que tus padres en la próxima vida. No sería justo.

El pequeño se le acercó, inquieto.

—Yo casi no he hecho nada —protestó.

—No importa. No quiero prometerte cosas y que luego me odies en el Otro Mundo por mentirte. Además, tú puedes lograr algo mejor aquí.

Anjay, el maestro de ambos, había sido ascendido a general en medio de la guerra. Las cosas de por sí no habían sido fáciles para el proceso de aprendizaje, pero ahora ellos se habían quedado solos con sus dones.

La única compañía que le quedaba a Sarwan era aquel huérfano extranjero de cabellos claros como el sol, que apenas empezaba su entrenamiento y ya había sido lanzado al campo de batalla. Aquel niño que, apenas vio que la tormenta de tierra amainaba, huyó corriendo del refugio.

—¡Vuelve aquí, Deval! —gritó, con las manos ocupadas en un conjuro que no terminaba de lanzar todavía.

—¡No es cierto lo que dijiste! ¡No voy a poder hacer nada mejor que esto! —respondió el chico antes de caer desmayado por el calor insoportable, unos pasos más allá.

Sarwan no dudó un segundo. No le importó el esfuerzo de mantener alta su defensa mientras recogía a su compañero y lo traía de vuelta al refugio. Tampoco le molestó darle al niño toda el agua que tenía de reserva. Se pasó el resto del día en la barraca que habían improvisado, defendiéndose de los ataques hasta que la noche había caído, junto con los enemigos.

«Todo es cuestión de ver quién es más cabeza dura» pensó, burlón, ante los golems que se retiraban del horizonte rojizo.

Aquella vez había sido muy duro resistir, al parecer había espíritus del fuego entre las filas del oponente. Nunca se había enfrentado a ellos antes, a pesar de que él llevaba la esencia de uno mezclada con la propia desde hacía un año. Notó que su compañero inconsciente deliraba por la fiebre, así que lo cargó en su espalda mientras regresaba al campamento de su grupo. Los sobrevivientes cada vez eran menos, las carencias eran terribles, aun cuando ellos fueran ganando. No quería imaginar lo que sería estar en el otro bando en ese momento.

—Solo debemos aguantar un poco más, Deval —murmuró—. Ya lo verás, pasarás esta guerra sin sufrir ni un rasguño. Yo te protegeré.

Se lo había dicho. Y estaba siendo sincero.

Al llegar a la enfermería improvisada en el campamento, dejó al chico en un camastro y fue directo a las duchas. El domo de magia curativa que cubría la instalación para los heridos se encargaría de curarlo. Aquel método era uno de los mejores logros de Anjay: se mantenía sobre la energía residual de los hechizos del área, lo que lo hacía independiente de su creador. Y muy poderoso. No había soldado al borde de la muerte que no saliera sano de allí. Sarwan podía quedarse tranquilo con respecto a su compañero e ir a descansar.

«Mataría por un buen baño, pero no creo que quede ni para lavarme las manos» se dijo, con un mal presentimiento, en dirección al sector donde ya no quedaba nadie.

Deseaba que hubiera algo de la ración diaria y no tuviera que esperar hasta el día siguiente. El calor era insoportable. Pero sus sospechas fueron ciertas y, cuando vio que no había nada de líquido en los tanques, se resignó a volver a la tienda que compartía con otros como él. Y la resignación no era el estado de ánimo que mejor le quedara. Aquella jornada había resultado ser de las peores. Entonces, la última conversación con Deval volvió a su mente.

«No podré soportar otro día más, Sarwan. Déjame ir...»

Siguió caminando, con aquellas palabras martillando sus oídos como si las acabara de escuchar.

«Déjame ir con mis padres al Más Allá...»

Se le hizo un nudo en la garganta, apretó los puños y evitó mirar en dirección a la enfermería donde yacía el niño, inconsciente. Él mismo no encontraba la fuerza para seguir peleando, en días como aquél.

En eso pensaba, casi a punto de llegar al lugar que le correspondía en el campamento, cuando se dio cuenta de que la temperatura no había disminuido a pesar de que el sol ya se había marchado. Por el contrario, había aumentado. Y, a diferencia de otras veces, ya no tuvo ganas de seguir haciendo de cuenta que no lo notaba. No se sintió mejor cuando oyó los murmullos de sus compañeros y vio que todos señalaban al sur, hacia el fondo del campamento. De vez en cuando ocurría, solo que él nunca había estado tan molesto como esa noche. Había llegado a un punto en el que nada era suficiente para justificar la ignorancia en la que estaba metido, o el aislamiento en que su maestro los había dejado a Deval y a él.

«Necesito verlo con mis ojos. Tiene que ser la imaginación de los demás» decidió, ya en camino hacia el sector sur.

Tampoco fue fácil seguir avanzando. El lugar entero era un horno. Así y todo, Sarwan sentía que debía terminar con las dudas que lo carcomían en noches como aquella.

«Son la superstición y el cansancio. Nos están jugando trucos a todos. Cuando compruebe que no hay nada, al próximo que hable estupideces de mi maestro lo haré pedazos.»

Pero debía verificarlo, ya no tenía más paciencia para aguantar misterios o habladurías. Había escuchado sobre experimentos hechos en elementales para aumentar el poder de los soldados que iban a luchar. Las malas lenguas decían que Anjay había ideado un sistema para forzar la esencia de un elemental y combinarla con la de humanos comunes, por medio de la magia.

Él no había querido creerlo, pero todas las noches detrás del campamento se oían gritos espantosos. Y hasta él los había oído alguna vez. Durante el día, nadie hacía preguntas. Sin embargo, a la medianoche había explosiones, remolinos de tierra y viento, grandes columnas de fuego subían al cielo y luego desaparecían. Algunos relataban la aparición misteriosa de nuevas fuentes de agua, que luego se volvían lagos de sangre y desaparecían en el suelo arenoso.

«Lagos de sangre... Sí, claro» se mofó el adolescente, que ya estaba empapado en sudor y respiraba con esfuerzo.

Caminó a tientas por la oscuridad del desierto, que se suponía era un infierno polar a esa hora y no el horno de los mediodías. Ya estaba fuera del asentamiento militar, en busca del origen del fenómeno. Y no debía estar tan lejos como parecía, era notorio que otros también habían sentido la diferencia en la temperatura. Solo que nadie se molestaba en ir con él. Los soldados se veían más dispuestos a encerrarse en sus tiendas y desviar sus miradas para no encontrarse con las del resto.

«Se creen que saben algo. Piensan que entienden a Anjay. Ilusos» pensó, furioso.

Él había conocido a su maestro desde que ambos no tenían nada y vagaban por los caminos, con una lámpara encendida como único tesoro.

«Yo sí conozco al verdadero Anjay. Idiotas»

Igual sus pies no dejaron de alejarse del campamento. Parecía haber encontrado la dirección correcta, el calor estaba creciendo peligrosamente.

A Sarwan le habían asqueado los inventos morbosos sobre sacrificios de elementales, cuando a él le habían enseñado a asimilar a su salamandra con paciencia y buenas técnicas. Sin embargo, no podía negar que desde el comienzo de la guerra su maestro había cambiado. Había un halo distinto en él, una ligera diferencia en su energía. La relación con él como mentor tampoco era la misma. Ni siquiera se había ocupado del entrenamiento de Deval como correspondía. El cuidado y la unión con el espíritu del fuego asignado para el extranjero habían quedado bajo su supervisión. Y ahora, que era un general del ejército real, bien podían despedirse ambos de su tutor por un tiempo.

«Pero de ahí a creer todas esas locuras...»

Entonces llegó al sitio y sus pensamientos quedaron en pausa. Sus ojos ardían por las oleadas de aire caliente. Su respiración era cada vez más trabajosa. Su piel ya castigada volvía a hacerse sentir. Y la peor parte se la estaba llevando su mente, al tener que asimilar semejante escena.

«No debería haber venido» se lamentó, horrorizado.

¿Por qué no se había quedado en la tranquilidad de su tienda?

Ya era tarde.

Ni se había molestado en esconderse. Anjay estaba ahí, de pie frente a una espiral de fuego que se perdía entre las nubes oscuras, arremolinadas en el cielo. Alrededor del general había cinco soldados rasos, en círculo. El joven aprendiz los reconoció, estaban recién llegados de la capital y eran adolescentes como él, pero no tenían ningún brillo en sus auras que indicara la compatibilidad con seres mágicos.

Los pentagramas pintados en las frentes de todos, los ojos vacíos y los rostros sin expresión no presagiaban nada bueno. Las palabras que repetía su maestro, en una lengua antigua, él jamás las había escuchado antes.

«¿Qué estás haciendo, maestro?»

Llevado por la curiosidad avanzó, hasta ver que la llama que los cinco soldados rodeaban y que resplandecía frente a su mentor, en el centro, no era tal. No estaban tratando con una simple fogata, una salamandra de nivel inferior, como lo había hecho él.

En medio de las llamas había una figura humanoide, pequeña y con la apariencia de una niña. Estaba de espaldas a él, pero sus cabellos oscuros no ardían y su posición no delataba dolor. Tampoco parecía cómoda. Estaba atrapada, sin sogas, sin nada que la atara a ese punto en el centro del círculo. Sarwan supuso que las palabras que salían sin cesar de la boca de Anjay eran las que cumplían esa función. Y el brillo de la daga en las manos del hombre decía más que cualquier explicación.

«¿Qué significa todo esto?» quiso preguntar, pero las palabras no llegaron a su boca.

Al joven se le contrajo el estómago y tuvo que reprimir las arcadas. Lo estaba comprendiendo, por fin. Era cierto.

«Las columnas de fuego, los remolinos de tierra y viento, los lagos de sangre... y los gritos de esa niña» recordó, uniendo los indicios con lo que había oído antes de los demás en el campamento.

A esas alturas, los alaridos de la pequeña eran agudos, insoportables. Inhumanos. El cántico del hechicero llegó al clímax, el ritmo del conjuro se hizo más veloz, los cinco soldados que recibirían las porciones de esencia robada comenzaron a repetirlo, como poseídos. Y la niña de fuego intentaba retorcerse, en busca de una salida.

Sarwan sintió que las rodillas le temblaban, a punto de fallarle. Y un grito se abría paso por su garganta.

—¡Basta!

Se sorprendió al oírse. Igual que los que formaban aquel círculo perverso, que volvieron en sí y lo miraron, atónitos.


♦ Ver capítulo siguiente ♦

Wow!, Denise L. (Iniciativa Blogs colaboradores)

Wow!, Denise L. (Iniciativa Blogs colaboradores)

09 junio 2015

Wow-portadaTítulo: Wow! (Versión libre de un hecho real)
Autora: Denise Lopretto
Año publicación: 2015

Pueden verlo en: Su blog: Primera naturaleza 
Sinopsis: Relato corto publicado para la iniciativa Blogs colaboradores, de Katherina´s Thoughts y Beyond a Writer´s Mind.


Opinión personal: Les traigo esta mini reseña sobre una historia que leí en el mes de mayo, para la segunda ronda de la propuesta Blogs colaboradores. He disfrutado mucho, no solo por la calidad de la escritura de Denise, sino porque a través de esta iniciativa he conocido su blog y su proyecto De Arte Scribendi. Pero vayamos a la historia en sí.

Wow! nos lleva a un pasado reciente (finales de la década de 1970) para introducirnos al peculiar laboratorio del Dr. Krauss, donde trabaja junto a sus asistentes, pero los sucesos se centran en uno de ellos: el Dr. Jerry Ehman. Antes de continuar, quiero reiterar que se trata de un personaje que existió, en un laboratorio y con un proyecto que tuvieron lugar en Estados Unidos: el Big Ear. Como se nos explica en el primer capítulo, el objetivo de Ehman (Ehrman... Ear-man... no sé, pero mi cerebro hizo esa asociación) y compañía es captar alguna señal del espacio exterior usando este aparato, la "Gran oreja". No contaré más, para no spoilearlos, pero para el que esté familiarizado con lo que ocurrió en esa investigación seguro se imagina por dónde va el asunto. Se han dado muchas hipótesis y cada uno elige qué creer, sin embargo nadie puede negar que se trata de algo muy curioso. 

En los cuatro capítulos, Denise se las ha ingeniado para presentarnos los sucesos con humor y de forma breve, para luego dar el salto a la imaginación y sorprender al lector hacia el final. Me encantó la idea, podría dar pie al desarrollo de otra historia más larga o dejarnos con la espinita de otras posibles ramificaciones (hay una muy divertida al final del tercer capítulo). El cierre fue lo mejor para mi gusto, creo que me encantaría leer más cosas de la autora en ese género. Y las notitas debajo de algunas de las imágenes anexadas me hicieron reír también. 

En conclusión, Wow! le hizo honor a su nombre y nos llevó en un viaje desde la superficie de un hecho real hacia los límites de la imaginación (cursi mi resumen, me acabo de dar cuenta pero lo dejo así porque lo sentí de esa forma). Y la narración de Denise es impecable, ha sido un placer leerla. 

¿Lo recomiendo?: Claro que sí. Si les gustan las historias breves, divertidas y que dejan interrogantes sobre hechos históricos, Wow! es para ustedes. 

Puntaje:
/ 5

Refulgens: Seis - Bienvenidos

Refulgens: Seis - Bienvenidos

Bienvenidos

♦ Ver capítulo anterior ♦

Luego de recorrer con un sirviente de Jadir toda la ciudad y de no encontrar a ningún ser sobrenatural, recibieron una invitación. La luna estaba alta en el cielo cuando los guiaron al palacete más grande y llamativo de todos, en donde los esperaba de nuevo el anciano. Era un edificio dorado por fuera, con torres y ventanales grandes de enrejados complejos. Por dentro, estaba tapizado y decorado en el mismo color, alternado con rojo y naranja. El aroma a incienso llenaba el aire cálido de la noche de verano.

—Buenas noches, mis señores —los saludó el noble al llegar al salón central—. Esta es una casa de cortesanas de lujo. Suele ser utilizada como hotel y restaurante por los altos funcionarios del rey, en sus visitas a nuestra ciudad. Ustedes son mis invitados de honor, así que se hospedarán aquí, en las mejores habitaciones.

Los tres se sintieron abrumados por las sonrisas empalagosas de aquellos seres desconocidos de raro aspecto. Los condujeron a otra sala, donde todo relucía aún más que en las calles y los hicieron sentarse en el suelo, sobre unos almohadones. Junto a ellos ubicaron pequeñas mesitas repletas de comida y bebidas.

—Esto es increíble —se maravilló la discípula—. Ni siquiera en mi casa hay banquetes así de grandes.

—Disfruten mientras miran el espectáculo —los alentó su anfitrión—. Está a punto de comenzar.

Como era costumbre, el noble hizo que un grupo de sirvientes probara un bocado de cada plato y de cada bebida a servir, para asegurarse de que nada estuviese envenenado. Nirali tuvo que aguantarse las ganas de reír ante el gesto. Luego de eso, el sonido de un instrumento musical de viento anunció el inicio del show preparado para ellos.

Sarwan fue quien contuvo una risita esta vez, al notar la incomodidad de su discípula frente al ingreso de las muchachas jóvenes y de apariencia seductora. Las mujeres estaban enfundadas en joyas y trajes de telas vaporosas multicolores. Dieron una vuelta completa por el recinto y se ubicaron en el enorme espacio que quedaba frente a ellos.

Los tres ya estaban acostumbrados a viajar y a tener contacto con otras culturas, tal vez Nirali no tanto como los dos que la acompañaban. Pero el único propósito con el que habían puesto sus ojos en algún ser que no fuese igual a ellos por demasiado tiempo había sido el de atraparlo y entregarlo a las autoridades, acusado de ser un sobrenatural. Jamás los habían homenajeado ni tratado como visitas deseadas en ninguna parte.

«Esto no está bien, no es propio de nosotros. Es perturbador» pensó la aprendiz.

Todos allí ignoraban que ellos eran, por definición, un conjunto de salvajes sin escrúpulos, a pesar de las condecoraciones del rey y de los hechizos bonitos que utilizaran. Nirali miró de reojo a su mentor, para encontrarse con que él estaba disfrutándolo. Parecía desafiar a su rival a mover un dedo más del que debía.

Mientras el baile de las jóvenes comenzaba con una música suave, Deval y ella se enderezaron casi al mismo tiempo. No dijeron una palabra, pero habían llegado a la misma conclusión. Estaban a prueba. Y aquél que se atreviera a cometer un error terminaría por ponerse en contra a todo el pueblo. Podían tener graves problemas para salir de allí.

Las bailarinas avanzaron con paso cadencioso, mientras sonaban los compases de la introducción musical e hicieron un semicírculo abierto hacia los espectadores, que no se decidían del todo entre comer o beber un poco para aflojar el nudo que se les había instalado en estómagos y gargantas.

El único que aplaudía, comía y bebía a lo bruto era Sarwan, que parecía no reparar en el terror mal disimulado de su alumna, instalada a su lado. La introducción musical finalizó y el silencio llenó la sala por unos instantes. De inmediato, el sonido de los tambores y algo muy parecido a las flautas iniciaron una melodía que serpenteó hacia los oídos de todos. La bailarina principal hizo su aparición, desde una de las escaleras del fondo, y se instaló en el centro del semicírculo.

Era una muchacha igual de joven y bonita que las otras, de largo cabello oscuro y mirada brillante. Su piel tenía el típico tostado de los que pasan la mayor parte de su vida al sol, pero no al nivel de los trabajadores de la plantación, y su vestimenta colorida presentaba un tono más oscuro para diferenciarse de las que la acompañaban. Parecía ser la atracción principal de la noche, o eso anunciaba con todo ese preámbulo.

El ritmo de la nueva canción era más acentuado y el movimiento de las caderas de las bailarinas terminó por ser hipnótico. Ondulante. Luego, la voz femenina entonó una canción en la lengua de aquella tierra que los agasajados no comprendieron. La mirada de la joven que danzaba fue recorriendo a los tres visitantes a la vez que dedicaba algunos pasos para ellos, hasta que se detuvo en el más alto de los tres. Y se quedó allí.

—Sarwan, parece que ahora tienes una nueva admiradora —se burló Nirali, pero al mirarlo buscando complicidad, encontró que él tampoco apartaba sus ojos de la que se movía con destreza—. Ah, genial —murmuró, decepcionada—. Ahora también eres un degenerado.

Antes de que alguien notara que estaba molesta, tuvo que morderse el labio inferior y sepultar los celos, que comenzaban a asfixiarla, bajo una jarra de alcohol.

Con el pasar de los jarrones vacíos de bebida y las bandejas con restos irreconocibles de lo que había sido la comida, todos fueron contagiándose del ánimo inicial de Sarwan y terminaron entre palmas, silbidos y entregas de monedas a cambio de acrobacias en el escenario por parte de las muchachas. Excepto la bailarina principal, que había comenzado a molestar al hechicero con su velo, buscando una respuesta de parte de él.

***

Nirali ya había pasado el umbral de la borrachera, estaba dedicada a reírse de todo lo que Deval dijese. Mejor si eran anécdotas vergonzosas de su maestro en el pasado. Y el guerrero había resultado ser un alegre conversador en ese estado.

—Hace menos de un día que nos conocemos y eres de lo peor que me he cruzado en estos caminos desde que salí de mi pueblo. Pero no puedo dejar de reírme contigo —reconoció, divertida, antes de volver a servirse de una de las botellas.

El hechicero de ojos azules impidió, con un movimiento torpe, que ella pudiese levantar la jarra para llevársela a la boca.

—Una niña como tú no debería estar aquí —afirmó, adoptando un tono grave.

Habían quedado más cerca de lo que se hubieran permitido en otra situación; sin embargo, ella no se sintió incómoda. No había nada de lascivia en esos ojos que la miraban a pocos centímetros, ni siquiera quedaba rastro de la arrogancia que había demostrado durante el día. Era honestidad, simple y brutal.

—Claro. Debería estar casada con un viejo como Jadir, en mi pueblo —se lamentó, con la leve sensación de que él veía una realidad muy distinta en ella—. Paso de eso.

Nirali intentó seguir con la bebida. Deval volvió a asentar su mano sobre la suya, aprisionándola con suavidad sobre la mesita que tenía enfrente.

—Vuelve a casa, no sabes quién es Sarwan en realidad. Créeme, esto no es para ti —murmuró, y otra vez la miró como si intentara meterse en su cabeza, antes de agregar—. Puedo llevarte lejos. Aunque no ahora mismo.

«¿No es para mí? ¿Quién te has creído...?» se indignó la muchacha, en silencio.

El maestro de ella los miró, extrañado, y el otro hechicero fue consciente de lo que estaba haciendo, por lo que soltó la mano de la chica y se volvió a su almohadón. La jarra con alcohol quedó olvidada, de todas maneras.

La aprendiz resopló con fuerza, en un esfuerzo mental por contenerse. Estaba siendo subestimada por aquel sujeto.

«Debe creer que soy una ilusa sin muchas luces, una niña rica, engañada por mi maestro para obtener una bolsa con monedas de oro cada mes sin hacer ningún esfuerzo.»

Estaba furiosa. Se sentía humillada. Y le hubiera respondido con la tanda de insultos que apareció en su cabeza, pero ni ella estaba segura de que esa no fuese la verdad. Ahora lo entendía. La intensidad en la mirada de Deval era producto de la lástima. Tal vez en ella se veía a sí mismo, al que había sido durante ese pasado misterioso junto a Sarwan.

—Te ofreces a ser mi escolta —resumió, acercándose al guerrero para que nadie más escuchara la conversación—. Aunque primero tendría que esperar a que asesinaras a mi mentor, ¿verdad?

Pudo notar que él tragaba con dificultad, sin mirarla. Hubo algo allí que se le escapó, no estaba tan lúcida como para tomar nota de la vacilación en el rostro de Deval al hacerse una imagen mental de lo que acababa de escuchar.

—Exacto —contestó, después de un extraño silencio.

Ella se acercó un poco más, hasta casi hablarle al oído.

—Vete a la mierda. Esa es mi respuesta. Estás tan perdido que no te das cuenta, ¿sabes?

Él se giró enfurecido. Dentro de la confusión de la cerveza y la música a todo volumen, una parte de él había quedado muy ofendida. Aquella parte que, a pesar de todo, había tenido buenas intenciones. Dentro de la nube que embotaba sus sentidos, la furia se alzó como la lava en un volcán, para convertirse en polvo al recibir la mirada de advertencia del que alguna vez había sido su amigo.

—Mira a quién le hablas —advirtió Sarwan, borracho pero no menos despierto que ellos—. Quieres terminar mal, ¿eh? Deja de jugar.

Nirali siseó una disculpa ininteligible. Deval supo que el mensaje había sido para él.

***

El hechicero más alto se había vuelto ruidoso, el de apariencia nórdica estaba ensimismado en observarlo todo con ceño fruncido. Y la muchacha que venía con ellos no dejaba de beber y de reírse sin razón. Aquello había incomodado a otros soldados que se encontraban de paso y eran clientes del palacete de cortesanas. La atención de todos se centró en el grupo de visitantes, a la espera de que ocurriera algún desmán. Aunque no pasó nada. Al menos, nada que ellos provocaran.

Cuando la música se detuvo por enésima vez en esa noche para dar paso a la siguiente canción, algo alertó a Sarwan. Fue una ligera sensación de irrealidad, un levísimo cortocircuito en lo que estaba viendo, como quien deja de recibir una señal por alguna interferencia. Duró un instante, pero fue tan real que él tuvo que parpadear una y otra vez. No estaba tan ebrio como para tener visiones, ¿o sí?

—Creo que es mejor que nos vayamos a descansar —anunció, haciendo un esfuerzo por levantarse y arrastrar a su alumna con él—. Arriba, Deval, tú también.

El guerrero refunfuñó algo sobre que la noche por fin se estaba poniendo interesante, sin embargo consideró que era buena idea marcharse. Le costó tanto como a su rival el ponerse de pie.

—Oh, ¿por qué tanto apuro? —los detuvo Jadir, todo sonrisas—. Esta noche la casa es para ustedes, quédense un poco más.

—Eso, la chafa es para usepes —quiso repetir Nirali, sin mucho éxito.

Deval no pudo aguantar el repentino ataque de risa al escucharla.

—Le agradezco, pero mañana partiremos temprano —respondió el maestro, tratando de no arrastrar las palabras—. Tenemos una... una recompensa, eso, esperándonos.

Dicho esto, se encaminó en un zigzagueo hacia las escaleras principales con la muchacha en brazos, que balbuceaba incoherencias, y el otro hechicero que parecía hacer esfuerzos por enfocar la vista. El noble quiso seguirlos, con una ansiedad algo exagerada. En eso, una voz más potente sonó en el lugar y los detuvo a todos. Era la bailarina principal.

—Déjalos, Jadir —intervino, con cierto tono de mando en su voz—. Tampoco es que vayan a poder ir muy lejos.

Un mal presentimiento hizo que los dos guerreros tardaran en volverse a mirar a los que acababan de dejar en el salón de baile. Otra vez, la sensación de que lo que estaba viendo no era real asaltó a Sarwan, solo que con más fuerza. Nirali se aferró a él, mareada.

—¿Qué significa esto? —gritó, nervioso.

Su vista comenzó a ponerse borrosa, a la vez que un hormigueo en sus piernas empezó a debilitarlo. La señal de que no era el único al que le estaba ocurriendo llegó cuando Deval se tambaleó a su lado, con las manos en la cabeza.

—Mierda, Sar... —balbuceó, antes de caer en seco al lustroso piso de mármol.

Él intentó mantenerse en pie, a pesar de que sus sentidos empezaban a engañarlo y de que su alumna ya era peso muerto en sus brazos. La bailarina avanzó hacia él, con paso felino. En ese momento, Sarwan se dio cuenta de que toda la noche ella se había deslizado de forma ondulante sobre el piso. Y los demás empezaban a verse distintos, también.

—Iba a mantenerlos aquí hasta mañana al mediodía —explicó ella—, que es mi hora de mayor poder pero, en fin. Bienvenidos a Refulgens, cazadores.

El hechicero no pudo seguir resistiendo. Antes de perder la conciencia, estuvo seguro de que no había un solo ser humano en ese lugar, aparte de ellos tres. Habían sido rodeados por duendes, sílfides y salamandras.


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