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Suhri - Dos: El pasado de sus promesas incumplidas

19 febrero 2017

suhri
<<Capítulo Uno
Nirali fue hacia la puerta de ingreso al templo. Estaba por tocar la aldaba, pero se interrumpió con un estornudo. Su nariz estaba irritada, había un olor extraño, como de madera quemada con algún preparado de hierbas desconocidas para ella. Se sonó con un pañuelo e hizo repicar la argolla metálica contra la madera de la entrada.

Aguardó, ansiosa. Era obvio que no estaban acostumbradas a recibir visitas, ya que la espera estaba prolongándose bastante. Y el aire comenzaba a apestar.

«Tal vez las sacerdotisas tienen mal gusto para las ofrendas, además de para vestir» pensó. «Al fin y al cabo, lo que importa es que los dioses estén contentos con ellas. ¿Qué interés pueden tener en agradar a los ojos y olfato humanos?».

En ese instante, una rendija se abrió en la puerta y unos ojos verdes la observaron, alertas.

—¿Qué… quién es usted?

«Comprobado. Nadie toca siquiera la puerta de estas muchachas».

—Mi nombre es Nirali Sidhu. Pretendo dejar la práctica de la hechicería elemental, vengo a ofrecerme al santuario de la diosa Daia como nuevo miem…

No terminó la frase, porque la madera se deslizó con rapidez y la hechicera quedó a solas, con la boca abierta. Cuando se repuso de la sorpresa, descargó su indignación aporreando la puerta. La hendidura en la superficie oscura volvió a abrirse, esta vez para mostrar unos ojos oscuros, más severos.

—No es posible que haya ninguna Sidhu en estos caminos —dijo la nueva voz.

—¿Cómo? ¡Soy la menor de los Sidhu, del pueblo de Suhri!

—Demuéstrelo.

—¿Qué cosa? —murmuró, sin poder creer lo que estaba ocurriendo.

—Muéstreme que usted no es un demonio disfrazado para entrar aquí. Baile en un pie.

La antigua creencia de que un demonio no era capaz de bailar sobre su pie derecho todavía seguía vigente en algunos lugares. Para consternación de Nirali, aquel santuario parecía ser uno de ellos.

—Mocosa impertinente, abre esa puerta y trae a Madhu. Ella sabrá quién soy.

—No abriré si no baila.

El olor a quemado ya era intenso, lo que fuera que estaban ofreciendo en sacrificio era ofensivo al estómago de la viajera. Y la noche estaba cayendo con rapidez, las sombras del bosque se hacían más alargadas sobre el camino que ella quería abandonar. Un poco de estabilidad, era todo lo que estaba pidiendo. ¿Tan poco confiable parecía?

—Bien —aceptó, entre dientes—. Pero, para que sepas, este método es ineficaz y estúpido.

Levantó la rodilla izquierda, despegó el pie del suelo y comenzó a saltar sobre el otro. Con gesto inexpresivo, fijó su mirada sobre la que prestaba atención en la puerta y balanceó un poco los brazos, en un esfuerzo de coordinación que no impresionó a nadie. Ya estaba cansándose, cuando la pesada hoja se abrió y cuatro manos la arrastraron al interior del templo.

—¿Cómo llegó hasta aquí sana y salva? —preguntó la dueña de la primera voz, una vez adentro.

Nirali se sacudió la ropa, ofendida por el ridículo recibimiento, y las observó a ambas. Eran dos jóvenes, no mucho menores que ella, con la clásica túnica gris de las aprendices del templo. Acostumbrada a que la gente se asombrara de que una mujer viajara sola por los caminos del reino, desestimó la curiosidad de las muchachas y fue al grano.

—¿Con quién debo hablar para iniciarme aquí?

La que la había hecho bailar en la entrada, una chica menuda de cabello castaño y piel trigueña, la condujo por uno de los pasillos del edificio. La otra, una joven rubia y algo regordeta, iba a su lado, mirándola como si aún no pudiese creer que era humana.

—La llevaremos con la superiora y ella le hará las pruebas —explicó la morena—. Pero ahora se encuentra en reunión, ya sabe, por lo que está ocurriendo. Tendrá que esperarla en el patio principal.

Nirali entendió que, o algún evento estaba alborotando a las miembros del santuario, o aún creían que la amenaza de guerra con el país vecino era un hecho. Las noticias corrían con lentitud por aquellos territorios.

—Bien —contestó con impaciencia, evitando hacer cualquier referencia a cuestiones que pudiesen desviar la atención de aquellas jóvenes—. ¿Podría hablar con Madhu Sidhu, mientras tanto? ¿En dónde se encuentra?

Sus anfitrionas se detuvieron en seco, obligándola a volverse al ver que seguía caminando sola.

—¿No…? ¿No lo ha oído? —tartamudeó la joven rubia, con los ojos bien abiertos.

—¿De dónde viene y cómo es que no está enterada? —reaccionó la otra, nerviosa.

«Algo no está bien aquí» se dijo la recién llegada, a punto de perder la poca amabilidad que le quedaba.

—Yo les pregunté primero. ¿Dónde está mi hermana?

Las otras dos intentaron hablar, pero fue como si el caudal de palabras se atascara en sus gargantas.

—Lo sentimos mucho. —Fue lo único que salió de la boca de la morena—. De verdad.

Nirali sintió que estaba perdiendo el tiempo, jugando a las adivinanzas con aquellas chicas que tal vez habían encontrado en ella una fuente de entretenimiento. No iba a dejarse utilizar.

—No. Esto es un malentendido tras otro. Déjenme sola, puedo seguir por mi cuenta a partir de ahora. ¡Madhu! ¡Madhu, ven aquí!

Avanzó furiosa por el trecho que quedaba hacia el enorme patio abierto, donde el humo apestoso volvió a recibirla, con menos intensidad que antes. Llamó a su hermana a gritos, para horror de las que venían con ella intentando hacerla callar. Desde las plantas superiores, asomaron más jóvenes y algunas mujeres mayores, con la túnica negra distintiva de las sacerdotisas de la Orden de Daia, la diosa guardiana del monte. Todas la miraron, en una mezcla de confusión y pena. Algunas se cubrieron la boca, otras no se molestaron en esconder el llanto repentino que las invadió.

Nirali se detuvo, con un mal presentimiento. Pero el escándalo ya se había desatado y sus preguntas solo eran respondidas con gimoteos y disculpas aterrorizadas.

Entonces, se abrió la puerta del salón de la Superiora. Ante la aparición de la anciana, en túnica negra con un cinto dorado como único distintivo, aparte de una mirada intensa y un porte altivo, el patio entero quedó en silencio.

—¿Qué está pasando? —preguntó a las únicas tres que todavía seguían en el lugar.

Nirali vio su momento para presentarse y se inclinó, en señal de sumo respeto, mientras hablaba.

—Buenas tardes. Mi nombre es Nirali Sidhu, de los Sidhu de Suhri. He venido ante usted como aspirante a miembro de la Orden de Daia.

La falta de respuesta puso nerviosa a la joven y la hizo levantar la cabeza, para ver que la intensidad en los ojos de la mujer era inquietante.

—Entiendo —dijo la Superiora, por fin—. Pero aquí no aceptamos hechiceras.

Tarde comprendió Nirali que su medallón obtenido en Refulgens, a mano de la salamandra Aruni, no era la mejor primera impresión que podía darles a estas mujeres tan austeras. La llama en metal dorado brillaba bastante, al balancearse desde su cuello inclinado. Se incorporó, avergonzada, y se quitó el colgante para guardarlo entre sus ropas.

—Ya. Estoy abandonando la práctica de la hechicería elemental para unirme a ustedes —continuó, aturdida—. Mis circunstancias son algo largas de explicar, pero en mi niñez he enlazado mi destino a este lugar por medio de una promesa hecha a mi hermana, Madhu Suhri. Si le permitiera venir, ella podría servir de testigo.

Algo ensombreció el rostro de la mujer al oír aquel nombre.

—Veo que nadie le ha informado.

El susurro cauteloso de la sacerdotisa aterró a Nirali, más que todos los gritos con los que había sido recibida aquella tarde.

—¿Qué cosa no me han informado?

Un dolor espantoso se instaló en su pecho. Aquello no tenía buena pinta. Iba a exigir una respuesta, sin embargo alguien más salió del despacho de la mujer. Quien hubiese estado en reunión con la anciana había escuchado todo el intercambio, para intervenir en ese instante.

—Lamento interrumpir —dijo el que iba hacia ellas—, pero yo no aconsejaría que acepten a esta joven en su Orden, Superiora Nayat.

Nirali lo vio y casi no lo reconoció. De aquel loco lleno de ira que se había enfrentado a su maestro alguna vez, al extraño guerrero que había colaborado con ellos en la revuelta contra el anterior tirano del reino, solo quedaban los ojos azules y el cabello del color del trigo. Aquel caballero orgulloso, de uniforme rojo con el emblema del nuevo rey, no parecía el mismo.

—¿Por qué no, general Khan? —preguntó la anciana, con un brillo de interés en los ojos.

Él llegó hasta la anciana y habló en tono profesional, ignorando las protestas de Nirali.

—No creería en las promesas de esta mujer —dijo Deval, y con el frío de su voz podría haberse congelado toda la montaña—. Incluso a mí me ha hecho algunas, y no ha podido cumplirlas al día de hoy.

+++

Cantidad de palabras según Word: 1483. He devuelto las quince que sobraban del capítulo anterior. Yey. Y volvió Deval. Yey.

Historia corta escrita para la iniciativa Blogs colaboradores de Letras en el aire y Beyond a Writer´s Mind. Espero que a Mikel le guste, si llega a pasar por acá más adelante.

8 comentarios:

  1. ¿Y ya está? O_O ¡NOOOOO! Give me moreeee! ¿Para cuando el próximo? T_T

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    Respuestas
    1. Yo dije lo mismo cuando corté el diálogo ahí xD Para el sábado que viene el próximo. Y capaz que alargue la historia después de Blogs colaboradores ♥
      ¡Gracias por leer y comentar!

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  2. ¡Hola! ¡Me quedé con las ganas! Pero bueno, el límite de palabras es mortal :,D me dejas con la intriga toda una semana >.< me ha encantado. Curioso lo de bailar en un pie, me ha hecho gracia XD

    ¡Un abrazo!

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  3. AHHHHHH PERO A VER NO PUEDES DEJARLO ASÍ.
    Tengo curiosidad por ver cómo lo cierras todo en los dos capítulos restantes y qué desencadena todo. Me ha sorprendido volver a ver a Deval y que estuviera tan roto por dentro. AHORA TENGO MUCHA CURIOSIDAD.
    ¡Un besín!

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  4. Hay planteado un interesante conflicto, lo cual es esencial en una historia.
    Saludos.

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  5. Que interesante capítulo, cargado de intriga. La llegada sorpresiva de Nirali no creo le haya caído bien al general Kha. Espero que la acepten en el templo.
    Estare pendiente para el próximo sábado.
    Beso

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  6. ¡BIEN! Escribiste la continuación... ¡me encanta! Pobre muchacha, enterarse así lo de su hermana. Que pena.
    Un saludo

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  7. ¡Holaaa!
    ¡Me ha gustado mucho el capítulo!
    El final es súper intrigante. Ya quiero saber por qué ha dicho eso de las promesas ^^
    ¡Un besazo!

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