Para saber más sobre la iniciativa Inspirándome con un elemento, clic en la imagen |
Sienna sabía que él era bueno, que algún día sería grande. No era necesario sorprenderse con las llamadas de cazatalentos, las fans de los circuitos underground, los dueños de bares peleándose por tenerlo los fines de semana. Pero la llegada de aquel auto negro al pequeño piso que compartían fue el inicio de una serie de sorpresas.
Al abrir ella la puerta, se había encontrado con el equivalente humano de un león. Lo peor habían sido sus ojos. Con una mirada de «ni en tus sueños», aquel hombre desconocido había medido su potencial, calculado su valor y desechado como gravilla. El verdadero hallazgo era Marco.
Sienna no tenía comparación con él a la hora de tomar el micrófono y rasgar algunas notas en la guitarra. Al principio, eso la había enamorado, luego, la diferencia los había puesto en posiciones muy distintas. Pero no era nada grave. Su frustración como camarera, mientras él dominaba el escenario y el público, no tenía tanta importancia. Él lo había dicho. «Para siempre». Hasta aquella tarde, en la que el hombre del auto negro la escaneó con frialdad en dos segundos y luego le propuso a Marco la cima del mundo. Como ídolo soltero y disponible para los sueños de cualquier fan.
Ella se hubiera reído, de no ser por la grieta de duda que se abrió en los ojos de su novio. Para la semana siguiente, el auto negro ya no necesitaba volver a aquel suburbio. Al poco tiempo, el «para siempre» de Marco se había convertido en el título de la canción principal de su primer disco. Y las remeras de las adolescentes que gritaban a su paso llevaban su cara. Los posters gigantescos de la avenida del pueblo parecían burlarse de ella.
Sienna no podía volver a dormir en aquella cama. El sofá en la sala de estar ahora era su lugar. Los clientes del bar, los demás cantantes que tomaban el escenario, los programas de tv con apariciones de su ex, todo se había convertido en ruido de fondo. En su cabeza, ella solo tenía lugar para la irritación. No podía quitarse aquellos ojos. «Ni en tus sueños», le habían dicho. Igual, él no tenía idea de lo resistente que podía ser una mujer acostumbrada a no conseguir las cosas a la primera. «Ni en tus sueños». Ya quisiera ella no soñar con esos ojos. No podría sacárselo de la cabeza, ni aunque durmiese el tiempo que llevaba el nombre de la estúpida canción de Marco.
Mejor, entonces. No volvería a descansar. Se levantó del sillón, se arregló el cabello en una coleta y tomó la guitarra otra vez. No dejaría de tocar. No hasta que el auto negro regresara por ella.
Me ha encantado y, por eso, me alegra que te apuntaras al reto de esta semana. ¡Gracias, de verdad! No tengo palabras para expresar lo que he sentido al leer *-*
ResponderEliminar:3 Venía peleándome con la página en blanco desde hacía días. Gracias por la inspiración.
EliminarAy mi Jaz, qué bonito. Me he sentido super identificada con la chica y su dolor, su sueño frustrado y su perseverancia. La frase "Igual, él no tenía idea de lo resistente que podía ser una mujer acostumbrada a no conseguir las cosas a la primera". Me ha encantado.
ResponderEliminarMuy bueno :D
:3 Qué lindo que te haya gustado. Gracias por leer.
EliminarLindísimo, es un canto a la perseverancia. Debería aprender de ella :P
ResponderEliminarNo pude evitar darle ese final, pero originalmente era un poco más oscuro xD Gracias por pasar :3
Eliminar