<<<Capítulo 1
Estaba sola, en medio de las arenas hechizadas de Kydara. Sin mi equipaje. Sin el mocoso. Al menos, me había quedado la tienda del refugio. Y podía recordar cómo desarmarla y convertirla en un pesado cargamento para mi espalda. Lo primero que vino a mi cabeza fue la posibilidad de que, en Samhain, la presencia de Ren hubiese sido confundida con la de una víctima de sacrificio. ¿El desierto podía habérselo tragado mientras yo dormía? Aterrada por la idea, me di cuenta de lo irresponsable que había sido en esos meses. Ojalá hubiese tenido más conocimientos, ojalá hubiese sido capaz de tener alguna certeza en todo lo que le enseñaba a mi alumno. No podía ser que yo aprendiese más de todo esto que él. Era muy vergonzoso.
Mientras acomodaba la tienda en un bulto que me permitiera sobrevivir los días siguientes al trasladarme por el desierto, me debatí entre las dos opciones que me quedaban. Una era volver al pueblecito de mineros rudos, a informarle a aquella familia que confió en mí el triste destino de su hijo. La otra, huir de la región y no dar más noticias para que ellos llegasen solitos a una conclusión. Tal era el susto que ya no me acordaba del oro desaparecido ni de mis ropas, cuando aparté la última piedra y encontré la nota. Allí, arrugado, había un pedazo de papel con una única frase temblorosa: «Lo siento».
Miré el dorso, busqué alguna posdata pequeñita, algún pedido de auxilio en clave… y no había nada.
¡Lo sentía, el muy bastardo! ¡Me había dejado a morir en el desierto, pero lo lamentaba! ¡Qué detalle de su parte!
El mensaje se hizo cenizas en mi mano en dos segundos, mi visión se tiñó de rojo y la lona que había apartado como mi único equipaje se convirtió en una bola de fuego. Liberé mi furia en un grito que debió escucharse hasta en la capital. No tenía un buen historial con el control de la esencia del fuego que adopté en Refulgens, así que no debía sorprenderme el remolino de arena que acababa de levantar. O el ardor insoportable en mi cuerpo. Pero había olvidado algo importante: aquella tierra tenía vida propia, era como un gigante dormido que se alimentaba de la magia y de vez en cuando entregaba algún milagro a los caminantes. Yo había esperado recibir un regalo en noche de Samhain. Ahora me estaba poniendo en el lugar de la presa.
En medio de la confusión, no noté la boca que se abría en las profundidades hasta que fue demasiado tarde. En un minuto, era un huracán de fuego; al siguiente, me había apagado como una cerilla.
La fuerza que me arrastraba al interior de aquella tierra era sofocante, mis gritos se convirtieron en gárgaras de arena. El viaje pareció interminable, a través de kilómetros de granos dorados que se me metieron hasta en las orejas y me llevaron al borde de la asfixia. Cuando ya me preguntaba cuánto más tardaría en perder la conciencia para siempre, fui arrojada al centro de un salón circular.
No hay palabras bonitas para describir mi estado al caer allí. Solo les diré que tardé lo mío en recuperarme y notar que no estaba sola. Mis anfitriones parecían tener paciencia, de todas formas. Lo siguiente que vi al levantarme fue que ya no estaba en el mundo que conocía. Había entrado en alguna dimensión en la que el aire era denso, estaba cargado de energía y me provocaba malestar. Sin embargo, al resto de los que estaban allí no parecía afectarles en absoluto. Tampoco es que fueran muy humanos que digamos.
Lo único reconocible era el trono en el que estaba sentado el más alto de todos, el resto de las cosas se veían más propias del sueño olvidado a medias de algún loco. No estoy exagerando. La oscuridad general estaba atenuada por una luz suave que venía del exterior de las paredes transparentes. Desde afuera, formas caprichosas iban y venían con lentitud, dando lugar a otras según su ubicación. Las flores se transformaban en estrellas, para volver a florecer sin repetirse jamás en sus combinaciones. Y el rey loco de aquel caleidoscopio era un esqueleto de ojos brillantes que todavía llevaba su armadura y su capa colorada. Su séquito era un conjunto de seres deformes, la mayoría podía haber sido elemental alguna vez, antes de que algo espantoso hubiese reacomodado los límites de sus cuerpos.
—Has entrado al vientre de Kydara, humana —anunció el esqueleto, con una voz profunda que vaya a saber de dónde sacaba—. Se suponía que estábamos salvando de la muerte a una salamandra, pero tus métodos artificiales han confundido al desierto.
—¿He muerto? —pregunté, aturdida.
Detrás del trono, una enorme estrella amarilla se abrió sobre el fondo negro, a la vez que pequeñas réplicas hacían lo suyo en las esquinas de la pared. Los seres se miraron entre ellos, como saboreando el momento antes de sacarme de la duda.
—Si las cosas estuvieran ajustadas como debieran, sí —explicó el único que se dignaba a hablarme, pero con un dejo de reproche que hizo encogerse a un par de sujetos a un costado—. Sin embargo, tu esencia mixta te ha salvado. Este lugar no se alimenta de seres sobrenaturales.
—…sí de humanos corrientes, ¿verdad? —completé, recordando las leyendas que se contaban desde la última guerra, sobre las atrocidades cometidas contra elementales de todo tipo.
El aire se puso más denso aún. La tensión sacó chispas al aire y un silencio incómodo invadió el salón hasta que alguien estornudó.
—Confórmate con saber que puedes marcharte, solo por esta vez —concedió el emperador.
No había terminado de asimilar la noticia y ya me encontraba abriendo mi bocota para hacer un pedido.
—Primero díganme si no se han comido hace poco a un chico así de alto, con cabello negro y expresión de perrito perdido.
—No llevamos recuento. Es mucho trabajo y, además, nos hace sentir culpables por comer demasiado.
—Solo devuélvanmelo, tengo que darle una paliza por robarme y dejarme sola en el desierto. Luego podrán quedárselo.
Me di cuenta de que estaba abusando de mi suerte, pero si podía recuperar mi oro y mi equipaje, valía la pena el esfuerzo. Entonces, uno de los súbditos, que casi era transparente y llevaba la cabeza en la mano, pidió la palabra.
—Maestro, el humano al que se refiere lleva una cantidad enorme de piedras mágicas. Lo he venido observando. Sé en dónde está, permítame quitarle esta molestia.
Noté que por «molestia» se refería a mí y tuve que apretar los dientes. No quería imaginar de qué estaban hechos los trocitos de estrellas que iban y venían por el exterior de la sala formando el caleidoscopio gigante.
El rey huesudo hizo un gesto con la mano, hastiado, y el decapitado avanzó hacia mí para darme las indicaciones del mejor atajo. Le agradecí, sin saber si mirar a los ojos de su cabeza o a los que me miraban desde sus hombros.
—Una última cosa, humana —dijo mi informante, antes de que me fuera por el camino que me había sugerido—. No puedes dañar al muchacho.
—¿Eh?
—Guarda tu ira. El chico será importante en el futuro.
Me volví, incrédula. El resto de los habitantes de aquella dimensión habían perdido interés en mí, solo el rey y el fantasma de aquel duende sin cabeza seguían en la sala. Quise reírme, me había parecido una buena broma, pero las miradas de aquellos ojos inquietantes me quitaron las ganas. Todavía llevaba arena en partes de mi cuerpo que no recordaba que existían y, de repente, se me prohibía tomar venganza por lo que me había pasado.
—¿Estás seguro de que hablamos de la misma persona? —me aseguré, ignorando las formas de colores que volvían a bailar a mi alrededor.
—Lo digo en serio. No querrás ser un obstáculo en el camino del elegido de una profecía, ¿verdad?
Me resigné. Era inútil discutir con ellos. A lo sumo, me decidiría cuando tuviera al mocoso enfrente. Por el momento, lo mejor era salir de aquel lugar tan raro, comenzaba a sentirme mareada. Y estaba tan aturdida, que no supe si el brillo travieso en la expresión de la cabeza parlante era real o producto de mi imaginación.
Otra vez, el viaje a la superficie fue desagradable y casi mortal. Lo bueno fue que llegué a una zona habitada con rapidez. Lo malo fue que me encontré rodeada de un grupo de matones y a Ren en un ovillo maniatado e inconsciente. Una risita molesta flotó en el aire, alguien se estaba divirtiendo con el espectáculo desde algún lugar.
Me lo merecía, por ir por ahí confiando en cabezas y esqueletos.
Capítulo 3 >>> (este sábado)
WOW o.o esta cap me ha gustado mucho mas que el anterior.
ResponderEliminarYa quiero saber cual es la profecia y si es prestigia algo bueno o no.
Un besote!!
Hay que ver primero si logran salir de la que se han metido xD
EliminarGracias por pasar y comentar ♥
¡Gracias por leer! Entre hoy y mañana está el siguiente.
ResponderEliminar¡Besos!
Woow!!! Me ha gustado muchísimo este y la forma en la que aparece el caleidoscopio jajajjajaja. A ver que pasa con Ren, al final sí que la había abandonado jajajaja. Me encantó la reacción de Ni al leer la nota xDDD
ResponderEliminarUn besito!!
¡Hola!
ResponderEliminarTe he nominado a un premio en mi blog, espero leer tus respuestas :)
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Besos^^