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Silver - Capítulo 2

26 septiembre 2015

Silver
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El primer libertador salió de la nave, segundos antes del momento en que el disparo sobre la plataforma estremeciera los cimientos del lugar y dejara a todos sumidos en una nube de tierra y peligrosas esquirlas. Alcanzó a cubrirse los ojos, pero los gritos histéricos que se alzaron a su alrededor fueron una tortura para agregarle a la migraña. Trató de aclarar su mente, era obvio que estaba en medio de una batalla y, si no recuperaba algo del sentido de orientación, era hombre muerto.

En un instante volvieron a su memoria las imágenes del momento en que había creado el Grupo Iridis para llevar a sus compañeros a organizar la Operación Libertad, la muerte de sus compañeros de escuadrón durante la lucha, la destrucción de parte de sus tropas, la visión de su pueblo volviéndose libre del dominio terrícola, su extraña aparición en otro punto del tiempo y el espacio... Por último, la llegada de un oponente al que no había podido vencer.

Era un hombre de color azul oscuro, alto, de cabello azabache, brillantes ojos negros y movimientos endemoniadamente rápidos. No había tenido oportunidad contra él, pero aún seguía vivo. No se explicaba el por qué. Entonces su mente, sin darle un descanso, le trajo los recuerdos de la tortura en el laboratorio y el símbolo de la Organización del Dominio Terrícola. Ese mismo símbolo, por todas partes...

No había sido un sueño, claro que no. Se había convertido en el títere de alguien.

¿Qué época era aquella? ¿Por qué había despertado justo allí? Definitivamente ése no era el momento de ponerse a reflexionar.

En medio de todo ese desastre, su presencia había pasado desapercibida, pero él podía ver a varios soldados luchando contra los que parecían los lugareños. ¿Acaso ellos también habían sido capturados por ese sujeto? Pudo ver a lo lejos, en el cielo, a un hombre muy parecido a él luchando contra un soldado. Solo que aquél era albino y tenía habilidades fuera de lo común en un simple ser humano. Seguro debía ser el efecto de la modificación de genes que habían realizado en ellos cuando solo eran una colonia dependiente. Ése debía ser el futuro.

No sabía que estaba observando luchar a White, uno de sus descendientes y el nuevo líder del Grupo Iridis.

Tenía una apariencia saludable, pero se veía de mayor edad que él. Y los monstruosos humanos modificados, fuertes y blancuzcos a los cuales había visto en premoniciones alguna vez, también estaban allí. Se masajeó las sienes adoloridas y se le escapó una risita socarrona al pensarlo. Sus descendientes eran engendros modificados en laboratorio, sí, pero al menos no eran tan fáciles de esclavizar como sus ancestros. Como él.

Eso no importaba. Por alguna razón, estaba despierto y había vuelto a ser dueño de sus acciones. El control que tenían sobre él aún debía ser inestable. Era la oportunidad, debía escapar y buscar a los verdaderos jefes de todos aquellos soldados, al hombre oscuro que lo había capturado. Nadie se burlaba de él dos veces. Nadie lo convertiría en su esclavo otra vez, nunca más.

Iba a tomar una nave, pero en el camino otra explosión gigantesca cayó del cielo, sobre él. Cuando pudo abrir los ojos, a su lado vio una niña, no demasiado poderosa. ¿No era uno de los engendros de laboratorio? En fin, ¿a quién le interesaba? Su vehículo, su pase al escape definitivo aún estaba allí, solo debía alcanzarlo porque había quedado más lejos. Cuando hizo el movimiento de levantarse, lo sintió venir y se tomó la frente.

¡No! ¡No otra visión! ¡No podía soportarlo más!

Pero las visiones derivadas de las deformaciones en sus conexiones neuronales e inducidas por tantos experimentos en su cerebro, no habían venido con un manual de instrucciones. No había forma de controlarlas. Así que llegó a él una serie de imágenes de lo que estaba por suceder.

Aquella niña sería raptada por los soldados del Nuevo Dominio, para ser controlada de la misma forma que él. Sería utilizada en vaya a saber qué experimentos por el Hombre Oscuro y su ejército terrícola.

De repente, sabía sus nombres. Sabía los nombres de sus descendientes. Podía ver a White intentar detenerlos y a la niña gritar "abuelo". Esa mocosa sí era descendiente suya. Era su sangre.

Cuando la visión terminó, mientras se recuperaba del horrible dolor de cabeza, se dio cuenta de que todo aquél despliegue era para eso. El blanco esta vez era aquella niña, de la misma manera en que lo habían tomado a él y a tantos otros soldados en otras líneas de tiempo. Esa niña era de su familia. Si bien eso no habría hecho ninguna diferencia antes de rebelarse, cuando él era uno más de los que entregaban a sus hijos para convertirse en engranajes de la maquinaria de la Organización de Dominio Terrestre, ahora él era menos que un soldado. Era un esclavo, un títere manejado por alguien. Y odiaba serlo.

El dolor se fue y él observó a la niña inconsciente. De pronto surgió en el primer libertador la irrefrenable necesidad de hacer fracasar a su titiritero. Miró de nuevo la nave, su oportunidad de escape, tal vez la última que tendría. Entonces, con un gruñido levantó a la pequeña por la parte de atrás de su ropa y se la llevó de allí, ignorando al vehículo, pero a tiempo de que los soldados pasaran por allí buscándolos.

Corrió con la mayor velocidad de la que fue capaz hacia las afueras, lo más lejos posible de aquél estadio. Una vez que pudo atravesar los puestos de venta del exterior, se encontró con que aquél lugar en realidad era una isla. El ecosistema creado artificialmente en la colonia era demasiado efectivo para recrear la vida terrestre. Aquella porción de terreno estaba rodeada de una cantidad espeluznante de agua, y en su estado no podría atravesar una gran distancia volando. El sistema propulsor de su traje parecía bastante dañado para eso.

Se desvió del camino que había tomado originalmente, el escape por aire o por agua no eran una opción. Ingresó a una pequeña zona montañosa dentro de la isla, atravesó la vegetación silvestre sin detenerse y sin cuidar a la pequeña de posibles rasguños. Al llegar a una especie de cueva, consideró que se había alejado lo suficiente y arrojó a la niña al suelo con torpeza. Esta despertó por el golpe y antes de que pudiera gritar, él le tapó la boca.

Levanta la voz y te enviaré al otro mundo, mocosa.

Tal vez era lo mejor, pensó, le estaría haciendo un favor. La liberaría de ese espantoso destino que él había tenido que soportar. La soltó y ella lo miró aterrorizada, con lágrimas en los ojos.

Tú no eres mi abuelo, aunque te le parezcas.
Te felicito por tu inteligencia expresó, irónico. ¿Cómo lo supiste?

La niña intentó salir volando pero él inmediatamente la detuvo por la pierna.

¡Van a atraparnos a los dos, estúpida! recriminó él en voz baja, mientras espiaba a través de unos arbustos por si alguien los había seguido.
¡Quiero volver con mis papás! demandó ella, al ver que la actitud de ese sujeto era completamente opuesta a la de White.

La niña no sabía en dónde estaba, no había nadie conocido a su alrededor y estaba comenzando a asustarse. Pero llegó a la conclusión de que no podía mostrárselo a ese señor malo, porque pensaría que ella era débil y le haría daño.

Silver, más tranquilo al comprobar que efectivamente estaban solos, se sentó de frente a Gray. Cuando lo hizo, se encontró con que la pequeña apretaba los puños y lo observaba en estado de alerta. Lo que vio en los ojos de la niña era la determinación de un soldado. Y eso no era todo, esa mirada azul claro le trajo recuerdos... ¡Esos ojos! ¡Los conocía! Los había visto en su esposa más de una vez.

Llévame con mi abuelo ahora ofreció, tratando de ocultar el terror que se había apoderado de ella, y prometo que le diré que no te lastime.

El ex jefe de la Operación Libertad la miró y levantó una ceja. Abuelo, abuelo... ¿Qué ocurría con esa niña? ¿No sabía decir otra cosa? Definitivamente estaba sobreprotegida. A leguas se notaba que la mocosa no era una nativa común de aquél planeta sino una humana genéticamente modificada, no necesitaba que la trataran con tanta delicadeza. Las cosas habían cambiado mucho desde sus tiempos. Antes no se arruinaba a los soldados con sensiblerías.

Irás con él cuando esto haya terminado respondió, con la poca paciencia que le quedaba, para luego volver a la vigilancia del camino por el que habían venido. Mientras tanto, si no te mantienes oculta te convertiré en comida para perros.

Ella le tiró la lengua, aunque cuando él volteó a mirarla se retrajo en un rincón. A pesar de que no tenía forma de escape, no iba a dejar que le hicieran daño. Guardaría sus fuerzas para arremeter con todo cuando él estuviera a corta distancia. Así le había enseñado Bleich a manejarse en los casos en que su oponente era mucho más poderoso. Aunque sabía que en esta ocasión los ataques físicos no serían suficientes, debido a la diferencia de poderes. Sentía ganas de llorar y llamar a los gritos a sus padres. Muchas ganas. Pero no quería ser devorada por ningún animal, y ese señor que parecía haberle copiado el rostro a su abuelito no parecía estar bromeando cuando la amenazó con eso.

Mientras tanto, su ancestro se sentía un imbécil por esconderse, él no era ningún cobarde. Se encontraba demasiado inestable como para volver a presentarse en el campo de batalla y no quería perder el dominio de sus actos otra vez. Lo que fuera que utilizaran para controlarlo, no estaba con él en ese momento y no podía arriesgarse a caer de nuevo. Chasqueó la lengua, molesto. Ojalá hubiera traído la nave individual con él, eso habría hecho las cosas más fáciles.

La pequeña Gray al fin y al cabo era una niña de seis años, por lo que no pudo contener por mucho más tiempo las ganas de llorar. Lo hizo silenciosamente. Temía a ese hombre de rostro familiar y sin nombre. ¿Sería un fantasma? Parecía demasiado real para eso. A lo mejor solo estaba escondiéndose de los guerreros enemigos, de la misma forma en que la había obligado a ella a hacerlo. No se veía como alguien bueno. Tampoco parecía malo. En realidad, a la niña le daba la sensación de que su captor oscilaba en una inestable zona intermedia.

Al menos su abuelo y su padre estaban vivos, podía imaginarlos lejos de allí peleando junto con los demás. Pronto se darían cuenta de que ella faltaba y vendrían a buscarla a tiempo. Seguro que sí.

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