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El arte de mentir II

El arte de mentir II

28 agosto 2015

<<< Ver primera parte
https://reivindicando-blogger.blogspot.com/2015/08/proyectoparados-quienes-nos-sorprenderan.html
Clic en la imagen para ver la página de la iniciativa y
el resto de los participantes
Debería ponerme contento, pero hubo un desacuerdo entre la escritora de sagas juveniles que iba a firmar mi trabajo y su editor, de modo que el proyecto fue cancelado. Así es como tomé la decisión de piratear mi propia obra, aunque sea aquí, bajo los mismos ojos del Gran Ejecutor. Vengan ahora los bloqueos y el descenso a las calderas, yo ya estoy harto de escribir. Pero basta de prólogo. Les presento aquí, amigos, las reglas del buen mentiroso:

En primer lugar, ser amante de los detalles, las formas, los colores de cada diminuta partícula de realidad que nos rodea. No hay nada peor que las descripciones vagas en una historia falsa.
Segundo, salir al encuentro de esa realidad inventada, mirarla a la cara y abrazarla con todo nuestro ser. No importa que se trate del fósil de un unicornio en nuestro jardín, la aparición del fantasma de Genghis Khan en medio de una fiesta o el apasionado romance con la Reina de los Topos. Debemos creer en nuestra historia, asimilarla hasta que nuestra mente logre recordar de verdad los acontecimientos. De aquí se desprende el próximo punto.
Tercero, tratar a nuestra historia como a la más delicada de nuestras posesiones. No importa lo rebelde e incrédula que sea nuestra audiencia; el buen mentiroso debe defender sus palabras. Para esto es necesario tener una mente ágil y una gran capacidad de improvisación.
Cuarto, mezclar las cosas verdaderas con las falsas, de modo que resulte imposible distinguir unas de otras. Una mentira es mucho más creíble cuando se la adorna con detalles reales.
Quinto, no debemos olvidar la importancia de la coherencia. Si el sombrero del duende al que le robaste la olla de oro era colorado, no me digas después que tenía rayas amarillas. Al que me cuenta una historia sin respetar estas cosas, dejo de creerle al instante.
Por último, no sentir vergüenza de añadir un par de exageraciones por aquí, o hacer unas cuantas omisiones por allá. Al fin y al cabo, ¿qué es la verdad, sino un obstáculo para el poeta? Porque el buen mentiroso, cuando perfecciona su actividad, llega al nivel de artista.
Con estos preceptos en mente y una vida de práctica constante, cualquiera puede asegurarse un lugar entre las fosas del octavo círculo y obtener el premio que se merece, así como la aprobación del mismísimo Padre de la Mentira, quien ha dicho que al próximo mediocre que no tenga las credenciales suficientes para ser condenado como indica el reglamento, lo lanzará directo al fondo congelado del Infierno.

Iris

Iris

10 agosto 2015

Desafío: Dos ceros (Reivindicando Blogger)
Lista de participantes y sus relatos: Aquí
Conteo de palabras: 498
Frase elegida: «La desdicha es muy variada. La desgracia cunde con las más diversas formas en la tierra. Desplegada por el ancho horizonte, como el arco iris, sus colores son tan variados como los de éste, a la vez tan distintos y tan íntimamente unidos». – Edgar Allan Poe.

Iris

Todavía recuerdo el día que descubrimos aquella mancha roja en el horizonte.
Avanzaba con lentitud, borrando todo a su paso. Jamás se había visto una plaga de langostas de esta magnitud o peligrosidad. Esa cosa devoró a todo ser vivo que encontró. Los que tuvimos la suerte de encontrar refugio, debimos arreglárnoslas para no morir de inanición, de sed o por la mano de otros humanos. La ciudad se cubrió de rojo.
Días después, las primeras señales de calma nos hicieron salir.
Nadie supo lo que había ocurrido, tampoco hubo tiempo de reflexionar o de buscar culpables.
Apenas pisé con desconfianza el suelo ensangrentado del exterior de casa, escuché los gritos de horror. Otra nube, esta vez anaranjada, venía por nosotros. Si alguien se detuvo a admirar la belleza de aquella ola o a intentar discernir qué clase de bichos eran, nunca tuvo oportunidad de transmitirlo. Y lo lamentable es que la desgracia no solo viene de afuera, de lo desconocido. Imagino que el tumulto volvió a cobrarse sus propias víctimas, junto con el egoísmo y la torpeza de los que intentaban salvarse.
Yo me puse a resguardo, solo para escuchar el zumbido incesante de la muerte por tres días más. Fui de los pocos que se atrevió a volver a poner un pie afuera, por lo que fui testigo de la llegada de la nube amarilla. El millar de aleteos golpeaba mis ventanas tapiadas y me persiguió en pesadillas durante la semana que duró. Para entonces, las comunicaciones ya habían cesado. No hubo antena, ni cableado, que resistiera semejante desastre aéreo. El silencio, la oscuridad y la soledad entre estos muros me llevaron a esperar afuera, junto con muchos otros, la próxima tonalidad en el horizonte. Pude dar la bienvenida a dos plagas más, una verde, la otra de un celeste intenso, antes de perder las esperanzas. Me sumergí en el negro de mi habitación mientras, en el exterior, alguien gritaba extasiado el nombre del siguiente color —azul— y se entregaba a su final.
Por lo que supe, el púrpura se llevó a muchos más, algunos días después. Y el silencio me sorprendió en medio de mi negrura, esperanzado. Sin embargo, cuando ya pensaba que todo había terminado, los alaridos de los primeros curiosos destrozaron lo último que quedaba de mi fuerza de voluntad. Por lo que pude oír, el azul había regresado. Porque tenía que seguir el ciclo. Debía ir en inversa, esta vez.
Ya había acabado todas mis reservas, había tocado fondo comiéndome hasta la última cucaracha; no importaba mientras supiera que habría un final. Ahora lo sabía. En mi locura, algo me dijo que al final tendría que ir a buscarlo. Así, quité los muebles del camino, arranqué las tablas de madera sobre las ventanas y dejé entrar al sol. Luz, por fin. La marea azulada se abrió paso de inmediato para llenar cada espacio, pero yo solo me concentré en el resplandor que bañó la habitación. Y me dejé llevar hacia el blanco.
Proyecto Dos Ceros en Reivindicando Blogger

Proyecto Dos Ceros en Reivindicando Blogger

02 agosto 2015

Reivindicando Blogger
Clic en la imagen si quieren saber más
De a poco voy regresando a la normalidad de las actividades del blog y, como no solo soy lectora sino que también me gusta escribir, presento el nuevo proyecto en el que me he anotado para Reivindicando Blogger: Dos ceros.


¿De qué se trata?

Cada participante debe elegir, entre varias citas propuestas en la consigna, una con la cual va a escribir un drabble (un cuento de menos de 500 palabras). 
El 10 de agosto todos publicaremos el resultado en nuestros blogs (yo lo haré en Mi baúl de las historias) y podremos leer los del resto.

Por otro lado, están preparando el lanzamiento de un proyecto secreto. Yo muero de la curiosidad, así que voy a estar atenta para anotarme a eso también. 

¿Y ustedes? ¿Ya están participando, o les gustaría hacerlo la próxima vez?

Olvido - #UnaImagenMilPalabras

Olvido - #UnaImagenMilPalabras

13 julio 2015

Un día llegó aquel sobre extraño a mi puerta. Era de papel pintado, en color violeta y con mi nombre en una caligrafía desastrosa, por cierto. Pero no traía remitente, ni estampilla, ni sello del correo, por lo tanto no lo abrí. Quedó olvidado en algún rincón de casa, deambulando por distintos cajones de mi escritorio, hasta que un día lo volví a encontrar y lo abollé para arrojarlo al cesto de la cocina. Creo que ya sabes que soy una persona muy ocupada, así que comprenderás que no le haya prestado atención.

Pasaron algunos días y otro sobre volvió a colarse entre mi correo común. Esta vez, pintado en anaranjado, aunque la horrible letra que presentaba mi nombre seguía siendo la misma. Recuerdo que fruncí el ceño al verlo, seguro eras alguien sin nada mejor que hacer, tal vez aficionado de las antiguas cartas cadena, y pensabas que por transcribir el contenido ibas a darle un poder extra a tu superstición. Yo tenía cosas más importantes en las que pensar, así que lo dejé en la basura sin demoras. Igual, llegaron más de estos sobres pintados. Uno por semana, llegué a contarlos.

cartas
No me preguntes cómo, en un momento, comencé a divertirme contigo, mi acosador. Jamás abrí ninguno de los sobres, sin embargo ya no los tiré. Empecé a coleccionarlos, bien ordenaditos según la fecha de llegada y uno al lado del otro, encima de un mueble de la sala de estar. A los pocos meses ya tenía un arco iris esperando por mí. Y es que, a pesar de que no comentaba el asunto con nadie, el hecho de que yo no abriera ninguna de las cartas parecía obvio para ti. Tuve la impresión de que eso te enardecía. Porque el color de los sobres iba haciéndose más intenso, las pinceladas sobre el papel eran más violentas y el trazo de la tinta sobre mi nombre iba volviéndose cada vez más retorcido. ¿Estarías furioso? Mejor así. Habías atrapado mi atención, eras mi presa y no iba a soltarte si era consciente de eso.

Lo cierto era que yo estaba tan atascada como tú. No me sentía capaz de tirar ninguna de las cartas, ni de abrirlas tampoco, a esas alturas. Sentía miedo. Así como la forma de los mensajes había ido cambiando, el contenido, las palabras, también lo podían haber hecho.

Para cuando pude darme cuenta de que yo también era la presa de tus intenciones desconocidas, todos los muebles de mi casa estaban cubiertos por los dichosos sobres de colores. Así que me decidí a terminar con el asunto y sumergí mis manos en la pila de cartas que descansaban sobre el primer aparador. Busqué el sobre anaranjado, el más claro de todos, el de la letra más bonita. Y no lo encontré. Decir que casi perdí la cordura en esos minutos de búsqueda no es exageración. No deseaba leer la última de las cartas, tampoco la segunda, o la tercera. Recordé el primer sobre, el violeta. Y me morí de ganas de volver el tiempo atrás para leerlo. Tu ansiedad era ahora la mía. Tu locura era mi locura también.

El ataque de furia que se desató en mí a continuación me hizo querer arrojar todas las malditas cartas a la basura. Me hubieras visto, qué imagen tan grotesca la mía, enfurruñada en un remolino de sobres de colores, invocándote a gritos, dándote en mi mente un rostro borroso, endilgándote todos los defectos posibles.


Decidí que ya era suficiente. Si tenía que sentarme toda la noche en la puerta de entrada a esperar a que llegaras, mi acosador, lo haría. Pero primero le hice caso a la furia y salí a la calle, arrastré las dos bolsas enormes que había llenado con todos tus sobres, las dejé en el contenedor que había a mitad de la cuadra y me volví satisfecha al interior de mi hogar. No creas que no di un suspiro de alivio, o que no paseé la mirada satisfecha por mis muebles limpios. Por un momento, me sentí libre de ti.

Entonces, lo vi. Estaba allí, arrugado, convertido en una pequeña esfera violeta desteñida. Igual a como yo lo había dejado, tirado junto al cesto de la cocina. ¿Cómo no lo había visto? Estaba justo en el espacio entre la cocina y la heladera, detrás del cesto de la basura que yo había corrido al juntar su contenido con el de las bolsas de los demás sobres coloridos. El primer anónimo estaba allí, frente a mí.

No miento cuando digo que me abalancé a recuperarlo. Le quité el polvo, me costó un poco abrirlo porque estaba pegoteado por la humedad, pero pude salvar su contenido y sacarlo. Era una hoja de papel, pintada de la misma manera y con la misma bonita caligrafía. Bonita, ¿qué estoy diciendo? Al leerte, comprendí por qué me habías obsesionado. En el fondo, yo ya sabía de quién venía la carta. No podías ser otra persona, ni podías decirme algo más que esto.

He ensayado miles de veces la forma de entregarte este sobre pintado. Sé que éste es tu color favorito, porque también es el mío. Y he escrito tu nombre millones de veces antes de ponerlo aquí. Espero ser capaz de entregarte esto hoy, no podré resistir demasiado antes de que el olvido vuelva a llevarme lejos de ti. Me hubiera gustado vivir en aquellos tiempos en que las personas podían controlar sus propios recuerdos, pero igual me niego a olvidarte. Esta es mi rebeldía. Y sé que tú también podrás salirte con la tuya algún día, por eso me arriesgo a volver a tu puerta cada vez.
Sabré que has leído el mensaje el día en que vengas a nuestro lugar. Cabe la posibilidad de que quieras hacerlo, pero tu memoria no sea capaz de traerte en la dirección indicada. Por eso mis próximas cartas sólo dirán el punto de encuentro. Y el día y la hora. Lo iré renovando una vez por semana, para aumentar las posibilidades. Aunque al final termine garabateando hasta la locura, no me importa. Tengo miles de papelitos, pintados en distintos colores. Los usaré hasta que el olvido me haya ganado. Espero que puedas llegar, necesito volver a mirarte a los ojos.
Tomás.


Fue como si un muro gigantesco hubiese caído, como si hubiera vivido encerrada y de pronto me encontrara en campo abierto. El llanto me hizo difícil el terminar la lectura, aunque cuando llegué al final me sentí desesperada. Porque intenté recordar el punto de encuentro, quise pensar en nuestro lugar, ése que yo debía saber sin necesidad de palabras, y nada surgió. Me había dejado llevar por la nada antes que tú. Pobre Tomás, mi Tomás. Las últimas cartas parecían escritas con furia, y yo coleccionándolas con un disfrute casi sádico. De pronto, lo entendí: ¡las otras cartas! 


Sentí próximo el ruido del camión recolector desde la calle, mientras comprendía que adentro de esos contenedores estaba mi salida de la amnesia. No sabía, no estaba segura de querer salir a recuperarlas. Había sido muy difícil para mí llegar hasta ese punto, había luchado demasiado. Pero, al menos, debía tener la decisión en mis manos y liberarte a ti de mi recuerdo. O a mí de mis cadenas. Salté por encima del sillón, tropecé con la mesita de café y, lanzando algunos insultos, llegué a la puerta en busca de las llaves.

Me lancé a la acera y corrí al bote de basura. Los trabajadores del gobierno se llevaban, como de costumbre, las bolsas de mi manzana. El camión estaba casi encima de mí, pero de todas maneras corrí. Allí estaban mis papelitos de colores, mi decisión ya tomada, mi boleto a la clandestinidad, esperándome. Allí estaban para darme una nueva oportunidad de ser yo misma otra vez.

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