El asunto es que Pluma había conseguido robarlo y grabar una percusión para transmitirla a toda la ciudad. Ahora la misión era más clara. Sabíamos qué debíamos recuperar y qué podíamos destruir. En caso de que pudiéramos romper algo.
A Sun le encantan las explosiones, a mí también, a la prensa ni les digo. Al gobierno y la policía, no tanto. Pero ellos estaban dándose besitos por toda la ciudad, así que mucho no contaban a la hora de decidir.
Salimos del museo en busca del origen de la señal, que ya transmitía todo aparato de sonido en Leseli. Cuando entramos a la nave y me quité los protectores auditivos, noté que Sun se limpiaba el sudor de la cara y evitaba mirarme.
—Deberías utilizarlos también —señalé, extendiéndole mis auriculares.
—No —jadeó, poniendo en marcha el vehículo—. Alguien tiene que escuchar si viene Pluma o cualquier otro que pueda atacarnos.
—Empiezas a ponerme nerviosa.
Lo observé, preocupada. Yo no escuchaba nada, dentro de la cabina estaba bien sin cubrirme. Por fin, él empezaba a mostrar esa grieta de debilidad que mi curiosidad ansiaba ver. Ahora rogaba que volviera el tipo arrogante e insoportable de siempre.
—Tenemos que actuar rápido. El peligro es mayor con cada hora que pasa —continuó, secándose la frente con la manga del traje—. No quiero imaginar lo que pasará en la central de electricidad de Leseli o en los hospitales de la ciudad, mientras la gente que se ocupa de tareas tan importantes está fuera de sí.
Al oír eso, entendí que había todo un aspecto del problema que ya no parecía tan divertido. Me indigné.
—Es increíble que Pluma no haya tenido en cuenta algo tan básico en su plan.
—Ahora es una escritora amateur de romance, no le importa nada más que juntar a unos con otros. Si esto fuera uno de sus libros, todo funcionaría bien por su cuenta.
—No queda otra más que ir por todas las estaciones de radio hasta que la encontremos —sugerí, mirando con ansias sus manos temblorosas sobre las palancas de la nave.
—Iremos a las más grandes primero.
Quise consultar en mi teléfono las direcciones de las principales antenas de la ciudad, pero no tenía señal de ningún tipo. El ordenador de la nave tampoco pudo entrar a Google ni llamar al número del directorio de Leseli. Ya estábamos colapsando de a poco. Busqué en la guantera y encontré un nomenclador impreso hacía más de quince años.
—No sé para qué sigues guardando esto, Sun. Algunas calles han cambiado el sentido y hay sectores de la ciudad que se han ampliado.
—Sí, pero con eso aprendí a conducir. De algo servirá, fíjate qué hay.
Me ahorré el comentario de que el libro ya era viejo cuando él lo usaba. Entonces, se me ocurrió una idea. Una antena tan poderosa como para influenciar a toda Leseli debía tener una ubicación privilegiada, ¿no? Tampoco podía ser una estación de las más escuchadas. Todo había funcionado con normalidad hasta que llegamos al galpón, persiguiendo a Pluma.
Revisé en el nomenclador las regiones externas de la ciudad hasta que llegué a las páginas que correspondían a Colina Leseli. Sabía que la había encontrado.
+++
Llegamos hasta el lugar y yo había debido tomar los controles. Sun empezaba a verse pálido y cada vez parecía hacer más esfuerzo en mantenerse concentrado. Su oído sensible no le estaba haciendo ningún favor.
—Buen trabajo, Claire. La señal es más poderosa aquí —explicó, agitado como si hubiera corrido mil kilómetros—. Mira, en caso de que no lo logre, no bajes de la nave. Vuela desde aquí a Ciudad Blanca y trae a esta persona. Él sabrá qué hacer.
Anotó algo detrás de una boleta de multa de tránsito vieja y me lo extendió.
—¿Por qué no lo llamaste antes? —exploté, furiosa con tanto drama innecesario—. No bajes, volaremos hasta allá los dos.
Él reaccionó como si le hubiera dado una patada. Cada vez lo entendía menos.
—¡No! ¡De verdad, él es un último recurso! —exclamó—. No quiero deberle favores, a menos que esa loca me haya vencido y yo haya pasado al otro lado.
—Gracias por enviarme sola con él, entonces —ironicé.
—No lo conoces y espero que no llegues a…
Interrumpí su discurso tomándolo de los hombros y obligándolo a mirarme para devolverlo al presente. No había empezado la pelea de verdad y él ya tenía los ojos nublados, el cabello empapado y la respiración entrecortada. Nunca lo había visto así. Al menos, no fuera de su fobia a la oscuridad.
—Vamos, no seas tan negativo. Tú tienes tu fuerza y tu levitación —recordé—. Yo tengo el lanza-hielo, el cañón de luz y las sogas que hacen esa cosa rara. Juntos vamos a poder con esta criminal.
—No entiendes. Tiene que haber alguien protegido, por si hay que buscar ayuda —rogó—. Quédate aquí.
Me conmovió verlo así. Al mismo tiempo, deseé que todo eso terminara lo antes posible. Así que saqué mis protectores del tablero de la nave y se los puse, con suavidad.
—Lleva esto, al menos.
—Clara… ¿Puedo llamarte Clara por una vez? —murmuró, usando mi nombre real, no el artístico.
Ya les dije que soy actriz, tampoco podía presentarme en los cástings como Clara Uevo. Mi primer representante dijo que Claire Egg sonaba más misterioso.
—No vas a morirte, tarado —contesté irritada.
—No me llames así —siguió Sun, con un aspecto casi infantil por los auriculares enormes en sus orejas—, puedo leerte los labios.
«Ven y lee esto» pensé. Luego me dije que era una estupidez. Vi que él había visto la duda en mi cara. Vi que fijaba sus ojos vidriosos en mi boca.
«¿Por qué no?».
Sí, lo besé. Me aproveché de su confusión, pobrecito, pero tenía que comprobar lo que sentía. Cuando me costó soltarlo y dejarlo ir, me di cuenta de que la trampa me la había puesto yo sola. No había voces susurrantes en mis oídos, ni los contornos del universo se habían hecho borrosos, pero bien podría haber bailado el zoológico entero a nuestro alrededor.
Me quemaría en el infierno de los amores platónicos.
—Ya sabes qué hacer —balbuceó Sun, cuando nos separamos y pasamos ese momento incómodo de no saber adónde mirar—. Hasta luego.
Así, contra mi sentido de la lógica y mi orgullo femenino, lo vi marchar solo al encuentro del mayor peligro que habíamos enfrentado. Guardé la dirección del último recurso en Ciudad Blanca, no sin darle un último vistazo al nombre del sujeto en el papel. Me recordaba mucho a una marca de jabón para lavar la ropa.
Acomodé las armas en mi traje, revisé que estuvieran bien cargadas, dejé la nave con el motor encendido y abrí la puerta.
Tampoco iba a quedarme mirando.
Colina Leseli era un lugar bonito, aunque temí estar alucinando un poco con los colores del paisaje. Ajusté mis protectores improvisados y avancé.
Los auriculares de mi teléfono aún podían ensordecerme con mi música preferida. El mundo tomó un color extraño y mis piernas empezaron a temblar, sin embargo pude mantenerme bastante bien entre los gritos de Spinetta, que me preguntaba adónde iba y me pedía que me quedase hasta el alba.
Pude localizar a Pluma, frente a mi sol. Noté, en medio de los acordes de la guitarra, que la villana había cambiado sus trajes de colores por uno igual en negro. Sentí una opresión en el pecho al notar que mi compañero había sido atacado por una especie de medusa oscura que cubría su cara y ahora no solo no escuchaba, tampoco podía ver.
Lo vi caer por el costado del edificio. El cantante en mis auriculares rogaba que no hablara más, prometía que cuando todo durmiera, me robaría un color.
—¡Sun!
Supe que lloraba, aunque no podía escuchar mis propios gritos en la confusión. Pluma venía por mí, con un brillo cruel en su cara satisfecha. Como si yo no supiera lo mucho que a los escritores les gusta matar personajes.
En mis tímpanos, la voz decía que no corriese más, que mi tiempo era hoy.
Mis manos levantaron una de las armas y rogué no haberme equivocado sacando el cañón de luz.
A Sun le encantan las explosiones, a mí también, a la prensa ni les digo. Al gobierno y la policía, no tanto. Pero ellos estaban dándose besitos por toda la ciudad, así que mucho no contaban a la hora de decidir.
Salimos del museo en busca del origen de la señal, que ya transmitía todo aparato de sonido en Leseli. Cuando entramos a la nave y me quité los protectores auditivos, noté que Sun se limpiaba el sudor de la cara y evitaba mirarme.
—Deberías utilizarlos también —señalé, extendiéndole mis auriculares.
—No —jadeó, poniendo en marcha el vehículo—. Alguien tiene que escuchar si viene Pluma o cualquier otro que pueda atacarnos.
—Empiezas a ponerme nerviosa.
Lo observé, preocupada. Yo no escuchaba nada, dentro de la cabina estaba bien sin cubrirme. Por fin, él empezaba a mostrar esa grieta de debilidad que mi curiosidad ansiaba ver. Ahora rogaba que volviera el tipo arrogante e insoportable de siempre.
—Tenemos que actuar rápido. El peligro es mayor con cada hora que pasa —continuó, secándose la frente con la manga del traje—. No quiero imaginar lo que pasará en la central de electricidad de Leseli o en los hospitales de la ciudad, mientras la gente que se ocupa de tareas tan importantes está fuera de sí.
Al oír eso, entendí que había todo un aspecto del problema que ya no parecía tan divertido. Me indigné.
—Es increíble que Pluma no haya tenido en cuenta algo tan básico en su plan.
—Ahora es una escritora amateur de romance, no le importa nada más que juntar a unos con otros. Si esto fuera uno de sus libros, todo funcionaría bien por su cuenta.
—No queda otra más que ir por todas las estaciones de radio hasta que la encontremos —sugerí, mirando con ansias sus manos temblorosas sobre las palancas de la nave.
—Iremos a las más grandes primero.
Quise consultar en mi teléfono las direcciones de las principales antenas de la ciudad, pero no tenía señal de ningún tipo. El ordenador de la nave tampoco pudo entrar a Google ni llamar al número del directorio de Leseli. Ya estábamos colapsando de a poco. Busqué en la guantera y encontré un nomenclador impreso hacía más de quince años.
—No sé para qué sigues guardando esto, Sun. Algunas calles han cambiado el sentido y hay sectores de la ciudad que se han ampliado.
—Sí, pero con eso aprendí a conducir. De algo servirá, fíjate qué hay.
Me ahorré el comentario de que el libro ya era viejo cuando él lo usaba. Entonces, se me ocurrió una idea. Una antena tan poderosa como para influenciar a toda Leseli debía tener una ubicación privilegiada, ¿no? Tampoco podía ser una estación de las más escuchadas. Todo había funcionado con normalidad hasta que llegamos al galpón, persiguiendo a Pluma.
Revisé en el nomenclador las regiones externas de la ciudad hasta que llegué a las páginas que correspondían a Colina Leseli. Sabía que la había encontrado.
+++
Llegamos hasta el lugar y yo había debido tomar los controles. Sun empezaba a verse pálido y cada vez parecía hacer más esfuerzo en mantenerse concentrado. Su oído sensible no le estaba haciendo ningún favor.
—Buen trabajo, Claire. La señal es más poderosa aquí —explicó, agitado como si hubiera corrido mil kilómetros—. Mira, en caso de que no lo logre, no bajes de la nave. Vuela desde aquí a Ciudad Blanca y trae a esta persona. Él sabrá qué hacer.
Anotó algo detrás de una boleta de multa de tránsito vieja y me lo extendió.
—¿Por qué no lo llamaste antes? —exploté, furiosa con tanto drama innecesario—. No bajes, volaremos hasta allá los dos.
Él reaccionó como si le hubiera dado una patada. Cada vez lo entendía menos.
—¡No! ¡De verdad, él es un último recurso! —exclamó—. No quiero deberle favores, a menos que esa loca me haya vencido y yo haya pasado al otro lado.
—Gracias por enviarme sola con él, entonces —ironicé.
—No lo conoces y espero que no llegues a…
Interrumpí su discurso tomándolo de los hombros y obligándolo a mirarme para devolverlo al presente. No había empezado la pelea de verdad y él ya tenía los ojos nublados, el cabello empapado y la respiración entrecortada. Nunca lo había visto así. Al menos, no fuera de su fobia a la oscuridad.
—Vamos, no seas tan negativo. Tú tienes tu fuerza y tu levitación —recordé—. Yo tengo el lanza-hielo, el cañón de luz y las sogas que hacen esa cosa rara. Juntos vamos a poder con esta criminal.
—No entiendes. Tiene que haber alguien protegido, por si hay que buscar ayuda —rogó—. Quédate aquí.
Me conmovió verlo así. Al mismo tiempo, deseé que todo eso terminara lo antes posible. Así que saqué mis protectores del tablero de la nave y se los puse, con suavidad.
—Lleva esto, al menos.
—Clara… ¿Puedo llamarte Clara por una vez? —murmuró, usando mi nombre real, no el artístico.
Ya les dije que soy actriz, tampoco podía presentarme en los cástings como Clara Uevo. Mi primer representante dijo que Claire Egg sonaba más misterioso.
—No vas a morirte, tarado —contesté irritada.
—No me llames así —siguió Sun, con un aspecto casi infantil por los auriculares enormes en sus orejas—, puedo leerte los labios.
«Ven y lee esto» pensé. Luego me dije que era una estupidez. Vi que él había visto la duda en mi cara. Vi que fijaba sus ojos vidriosos en mi boca.
«¿Por qué no?».
Sí, lo besé. Me aproveché de su confusión, pobrecito, pero tenía que comprobar lo que sentía. Cuando me costó soltarlo y dejarlo ir, me di cuenta de que la trampa me la había puesto yo sola. No había voces susurrantes en mis oídos, ni los contornos del universo se habían hecho borrosos, pero bien podría haber bailado el zoológico entero a nuestro alrededor.
Me quemaría en el infierno de los amores platónicos.
—Ya sabes qué hacer —balbuceó Sun, cuando nos separamos y pasamos ese momento incómodo de no saber adónde mirar—. Hasta luego.
Así, contra mi sentido de la lógica y mi orgullo femenino, lo vi marchar solo al encuentro del mayor peligro que habíamos enfrentado. Guardé la dirección del último recurso en Ciudad Blanca, no sin darle un último vistazo al nombre del sujeto en el papel. Me recordaba mucho a una marca de jabón para lavar la ropa.
Acomodé las armas en mi traje, revisé que estuvieran bien cargadas, dejé la nave con el motor encendido y abrí la puerta.
Tampoco iba a quedarme mirando.
Colina Leseli era un lugar bonito, aunque temí estar alucinando un poco con los colores del paisaje. Ajusté mis protectores improvisados y avancé.
Los auriculares de mi teléfono aún podían ensordecerme con mi música preferida. El mundo tomó un color extraño y mis piernas empezaron a temblar, sin embargo pude mantenerme bastante bien entre los gritos de Spinetta, que me preguntaba adónde iba y me pedía que me quedase hasta el alba.
Pude localizar a Pluma, frente a mi sol. Noté, en medio de los acordes de la guitarra, que la villana había cambiado sus trajes de colores por uno igual en negro. Sentí una opresión en el pecho al notar que mi compañero había sido atacado por una especie de medusa oscura que cubría su cara y ahora no solo no escuchaba, tampoco podía ver.
Lo vi caer por el costado del edificio. El cantante en mis auriculares rogaba que no hablara más, prometía que cuando todo durmiera, me robaría un color.
—¡Sun!
Supe que lloraba, aunque no podía escuchar mis propios gritos en la confusión. Pluma venía por mí, con un brillo cruel en su cara satisfecha. Como si yo no supiera lo mucho que a los escritores les gusta matar personajes.
En mis tímpanos, la voz decía que no corriese más, que mi tiempo era hoy.
Mis manos levantaron una de las armas y rogué no haberme equivocado sacando el cañón de luz.
Capítulo siguiente >>
Wahhhh!!! Lo besó. Me emocioné, y eso quitó el bochorno que me dio recordar mis primeras historias, anque nunca fui de las que perdían de vista secundarios y extras, a veces fui cruel con el entorno. Que oso recordar los inicios O///O
ResponderEliminarAhora tinta negra morirá en mano del rayo \(♡.♡)/ ... espero xD
Excelente capítulo, ya se siente que corremos para contar todo lo que nos falta o.o Besos hermosa!
Sí, vienen super cargados los capítulos. Ahora tengo que llegar al final.
EliminarGracias por leer y comentar ♥
Muy buen recurso escuchar una canción de Spinetta, para contrarrestar los recursos de Pluma...Y el personaje de Sun, arriesgándose es todo un aporte al género de superhéroes.
ResponderEliminarBien contado.
Un abrazo
Cada capítulo es una canción, en este caso quise escuchar mientras escribía y me salió una combinación un poco tétrica de la letra con lo que iba pasando, así que me gustó y quedó.
EliminarGracias por pasar y comentar :D
¡Hola! Qué genial escena la del beso. Me encantó ver a Sun haciendo lo imposible para no sucumbir, qué ternura que me dio esa imagen >.<
ResponderEliminarMe gusta el recurso de la canción, me sonaba la melodía en la cabeza mientras iba leyendo.
¡Un abrazo!
¡Gracias por pasar por acá y comentar!
EliminarUn abrazo.
Bueno, por fin Sun muestra un lado vulnerable! Tanta perfección se estaba volviendo un poco irritante, creo que ya lo dije XD
ResponderEliminarMe gustó el contraste entre la acción y la canción de Spinetta; personalmente, creo que es demasiado suave. Si yo tuviera que contrarrestar el sonido exterior pondría lo más rocker que tuviera de The Cure: "Wrong Number" sería mi primera opción, amo ese tema a niveles insospechados XD
Me intriga muchísimo cómo va a terminar el asunto.
¡Besos!
Más que nada usé la canción porque no quería salirme del género romántico, por el título y eso de forzar el amor en toda la trama como Pluma Rosa. Luego surgió en la escena y lo dejé.
EliminarEn realidad, yo tampoco sé cómo va a terminar esto. La mitad de año me está cayendo encima y mis dedos siguen sobre el teclado, escribiendo solos D:
Gracias por pasar a leer y comentar cada capítulo ♥