—Estamos llegando, señor —anuncia el operador cerebral, en la sala de controles.
—La puerta de ingreso ha sido cerrada —confirma su compañero, siguiendo los movimientos de rutina—. El bolso y las llaves han sido arrojados sobre los muebles más cercanos. Los abrigos han caído al piso en el intento de seguir el mismo camino.
Entonces, algo se sale de programa y se enciende una luz roja en los controles.
—Alerta, Nahuel acaba de recibirnos con una broma que no está libre de ironía.
—Analiza el contenido.
Con rapidez, se van activando una serie de filtros por los cuales pasan las palabras, para desembocar en un sistema de balanzas que pesan los porcentajes de cada idea, hasta llegar a una conclusión en el marcador, de color verde.
—Los abrigos ya están fuera del paso —explica el encargado del sector, mientras tanto—. Los resultados del análisis de la broma están listos. El nivel de acidez es amigable y estamos de acuerdo con el contenido oculto. Enviando risa en este momento.
Se oye de fondo el estruendo de una carcajada femenina.
—Se te ha pasado la mano, muchacho —opina su superior, al mando de la otra mitad del tablero—. Pero esto se está llevando las cargas de tensión. Falta liberarnos del hambre.
Se inicia, así, una complicada secuencia de pasos y comandos que dan, como resultado, la adecuación del cuerpo de la muchacha al hogar luego de un día laboral. Para no desconcentrarse, cada uno de los operadores cerebrales va enumerando sus tareas cumplidas. Cosa que podría provocar el efecto contrario en el compañero del lado, pero ambos son parte de la misma persona y, por lo tanto, comparten sus vicios y virtudes. Nunca sabremos si costumbres como ésta forman parte de un grupo o del otro.
—Evasión de brotes de queja por minucias, lista. Ducha rápida, lista. Apertura del canal de youtube de comida exótica, mientras se programa un cambio rápido de ropa, listo. Nahuel trae la tarta que ha cocinado en nuestra ausencia.
—Enviando cumplido por el aspecto del plato servido.
—Controlando las ganas de devorar la porción. Damos play al video de cocina japonesa y no olvidamos utilizar los cubiertos.
Por un instante, ambos operadores prestan atención a la imagen en el receptor visual. La invasión sensorial los alcanza y los hace estremecer de gusto.
—Es una tarta de acelga, señor —comenta uno de ellos—. El color verde intenso y el aroma no engañan. Aún está fresca, parece haber sido hervida hace muy poco con un caldo saborizante de verduras.
—Se deshace en la boca —confirma el otro—. Aunque aún está muy caliente. Enviando orden de cortar trozos más pequeños de ahora en más.
—Se detecta un aluvión de risas desde la pantalla de la pc. La broma del tipo con los chocolates picantes ha sido buena. Enviando carcajada.
—¡No, espera, aún estamos masticando!
—Tarde.
El sacudón que sigue, casi al minuto, indica que ha ocurrido un desbarajuste por el intento de llevar a cabo dos acciones a la vez. Comer y reír no parecen ser del todo compatibles.
—¡Envío orden de servir jugo para pasar el atasco en el tracto digestivo! —exclama el que siempre resuelve los problemas—. ¡Tos de emergencia, activada!
—Pero la tos siempre lo empeora todo, señor.
La luz que advierte sobre sensaciones dolorosas se enciende, a un costado, en un leve tono de azul.
—La comida del atasco está caliente aún —reflexiona el primero, sin dejar de teclear con rapidez—. Lagrimeo ocular activado.
Entonces, la luz se apaga y el alivio hace suspirar a ambos, en la cabina.
—Por fin, un torrente de jugo de naranja ha devuelto la normalidad —anuncia el segundo—. Siguiente bocado de tarta, en camino.
—¿Cómo se puede comer tan rápido?
—Usted es quien maneja la ansiedad con su sector de los controles, señor.
—Ah, es cierto. Bueno, da igual. La tarta ha sido buena. Enviando pedido de una nueva porción.
—Pero estamos a punto de entrar en esos pantalones del verano anterior.
El titubeo de ambos se traduce en la duda y la inmovilidad de la joven, que permanece sentada frente a la pantalla con el plato vacío y revuelve el jugo de su vaso.
—¿Sí? Podría ser —reflexiona el que toma la mayoría de las decisiones en el panel—. Pero el aroma desde el plato de Nahuel sigue llegándonos. Es buen cocinero y no todos los días puede hacernos el almuerzo.
—Además, acabo de ver un poco de morrón rojo entre el verde —añade su compañero.
Una chispa de decisión ilumina el panel entero.
—Al demonio el pantalón. Venga otro trozo.
—Y el video. Ya terminó.
—Enviando la orden de poner otro.
Con el entusiasmo, los comandos han sido tecleados sin prestar demasiada atención al entorno por medio del visor ocular. Cuando ven lo que empieza a reproducirse en la pantalla, ya no hay vuelta atrás.
—¡Pero ése es el del documental de gente que hace café con excremento de gato! —se horroriza el más infantil de los dos.
—¡Ha dado inicio! —se lamenta el más nervioso, buscando en el manual de instrucciones del tablero—. ¡Y ya nos ha servido la otra porción! ¿Cómo se detiene esa cosa?
En ese momento, como buen equipo, el más tranquilo hace a un lado su inocencia habitual para tomar las riendas.
—Da igual. Yo desactivo el sensor de asco. Echa mano de la reserva de morbo. Concentrémonos en el relleno de acelga. La masa de hojaldre es espectacular. Con el nivel justo de crocante.
—Buena idea. Listo —contesta el otro, mientras pasa a la siguiente tarea del día—. Voy haciendo los cálculos por si queda lugar para postre. En la heladera había una tableta de chocolate muy interesante.
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Relato escrito para el reto de El libro del escritor: Describe algo que has comido esta semana: los colores, texturas, sabores…
Lo sé, lo sé, esto está muy inspirado en Intensamente de Pixar (por no decir que es un descaro de mi parte, pero bueno, es un homenaje, bla bla).
Las descripciones en la escritura son mi talón de Aquiles. Como lectora y como escritora, las evito todo lo que puedo. En este caso, traté de pensar en una justificación para describir una tarta de acelga que cocinó mi novio cuando llegué de trabajar. Son riquísimas y siempre termino quemándome porque no espero a que se enfríen bien. Lo de ver videos de youtubers mientras almorzamos es una costumbre que se nos ha arraigado. Ya casi soy fan de tres o cuatro que hablan de comidas, cine o viajes.
No puedo creer que he vuelto a hacer una nota de autor. No vuelve a pasar.
Sí, claro.
Interesante,aunque te hayas "inspirado" en Pixar. Me encantan estos retos,aunque yo estoy haciendo el de 52,¡a seguir! ¡Ánimo!
ResponderEliminarSaludos de tu nueva lectora,
Mia
¡Gracias y bienvenida al blog!
EliminarTengo que pasarme a leer lo tuyo también.
¡Besos!