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Sideris - Cap 1

10 octubre 2015

La ceremonia estaba bien. Según los libros, no faltaba nada. Ni los elementos, ni la posición de las estrellas en el cielo, ni la preparación mental y física del alumno. Lo malo, eso sí, era la ubicación que habíamos elegido. Tampoco es que tuviéramos muchas opciones, en plena época de revolución y con el peligro agregado de una guerra entre nuestro país y el vecino. Los caminos no eran muy seguros para una mujer y un adolescente cargado de libros, por más que yo supiese utilizar la magia elemental y el mocoso se hubiese aprendido de memoria todos los hechizos de los grimorios que encontrara. Ni yo había perfeccionado mis ataques, ni él había tenido tiempo de poner en práctica todas esas palabras que se había metido por los ojos.
 Así que ahí estábamos, en pleno desierto de Kydara, congelándonos los huesos en Samhain —la última noche del décimo mes— para hacer un rito de iniciación a mi alumno.
 Mi nombre es Nirali Sidhu, ex alumna del Gran Sarwan Lal Nehru (lo de “grande” es un apodo que él mismo se puso, como imaginarán) y, por lo tanto, hechicera elemental especializada en el fuego. Lo de especiali-no-se-qué queda bonito en la presentación, lo sé, pero no es que hubiese tenido tiempo de aprenderme el resto de los elementos. Mis únicas aliadas son las salamandras, las únicas que conozco y que me interesan.
 Cuando mi maestro me eligió, lo que yo quería era huir de un matrimonio arreglado con el carcamán más arrugado del lugar, así que no lo pensé demasiado. Pero las palabras encantadoras de Sarwan se desvanecieron apenas cruzamos las puertas de la ciudad. Pasé de ser «La elegida del fuego» a «Hey, tú, niña plana como una tabla». Los envíos de dinero que mi madre nos hacía, en secreto, fueron lo único que impidió que él me abandonara en la primera posada.
 Mi rito de iniciación también fue durante un Samhain, pero debí hacerlo junto a una mesa de apuestas, porque él quería que «aprendiera a hacer las cosas bien en cualquier ambiente». Que él llevara una racha ganadora no tenía nada que ver. Mi salamandra atendió el llamado, de todas formas. El tiempo pasó, uní mi esencia con la del fuego y pude enfrentarme a un golem para salir de una emergencia después.
 Luego, él fue convencido de participar en la revolución contra el tirano que nos gobernaba, con lo que yo fui arrastrada a cumplir misiones y a enfrentarme a soldados borrachos para tomar una ciudad fronteriza. Cuando noté que mi maestro miraba con ojos llenos de estrellitas a la mujer que nos había metido en ese lío, supe que no podría soportar un segundo más. Mi cabeza fue invadida por un torbellino de celos que casi se llevó todo lo que estaba aprendiendo para convertirme en una masa llorosa y demandante. Dejé mi corazón roto en un vaso de Taj —una bebida de la región— y corrí lejos, antes de que las lágrimas me alcanzaran.
 Me volví autodidacta, lo cual no hizo mucha diferencia de mis tiempos con mi maestro, lo admito. Pero algo de Sarwan había quedado en mí. Noté que le había tomado gusto a las maldiciones y a los juegos de cartas, en especial a los que tenían lugar en tabernas oscuras y terminaban en disturbios. El Taj se convirtió en mi nuevo mejor amigo, dejé de rellenar mis sostenes y acepté que me confundieran con un muchacho escuálido en las posadas. Mucha ropa oscura, mi cabeza cubierta con la capucha y algún que otro talismán para provocar el miedo de los supersticiosos fueron la receta perfecta. Nadie me molestaba. Ser una mujer en Daranis no es nada fácil: o te conviertes en jarrón decorativo en la repisa de un viejo degenerado, o mueres de hambre e ignorancia. Cuando me di cuenta, ya había engatusado a un adolescente lleno de monedas para que se convirtiera en mi aprendiz. Las palabras adecuadas salieron de mi boca sin problemas:

«El fuego te ha elegido, muchacho…»
«Puedo ver el poder escondido dentro de ti…»
«Ven conmigo y nunca volverás a temerle a nada…»

Lo cierto era que yo no tenía idea de lo que estaba haciendo, el que hablaba era mi hambre de días y mi espalda agarrotada de tanto dormir a la intemperie. Porque parte de lo que no te dicen cuando te conviertes en hechicero independiente es que serás pobre. Muy pobre. Y dependerás de los trabajos eventuales que puedas conseguir, o de los alumnos que quieran pagarte para tomar tus enseñanzas. El mejor empleo es con el gobierno, por supuesto, se trabaja poco y se gana mucho. Pero no era el momento de quedar pegada a un régimen tiránico, no señor. Y no quería que se supiera por ahí que había una mujer hechicera viajando sola y sin un céntimo. La única opción era tomar a algún incauto y convencerlo de que me diera honorarios por pasarle mis conocimientos.
Ahora pienso… Ojalá hubiese tenido algo más para enseñarle.
Como decía, había pasado más de un año desde que huí de mi maestro y era la noche de Samhain.
Mi discípulo, Ren Jann, tiene unos cinco años menos que yo, aunque me lleva una cabeza en altura y su espalda ancha es buena para espantar a los asaltantes de los caminos. Creo que por eso lo elegí, en primer lugar. En segundo lugar, por sus ojos negros de cachorrito perdido. Es tan inocente, que no podría hacerle daño ni a una hormiga. Y le gustan los libros de hechizos, los compendios sobre hierbas y coleccionar piedras con propiedades energéticas. Él es quien tiene que cargar con todas esas cosas, por supuesto. Uno de los beneficios de ser maestra es que no tienes que llevar el equipaje de nadie. Ni siquiera el propio. Otro es la bolsa cargada de monedas que recibimos cada luna nueva del mensajero de su familia. Yo estaba tan ansiosa de llevarme a Ren, como sus padres de que lo sacara de aquel pueblo de mineros rudos. Todos habíamos tenido mucha suerte con esto.
La ceremonia había comenzado. El chico estaba arrodillado en el centro del círculo, con la cerilla sagrada —que compramos en oferta en la última feria que pasamos— temblando en su mano izquierda. Lo estaba mirando, muy segura de que mis ojos le transmitían la seguridad de que, si eso salía mal, lo despellejaría vivo. Una sensación que debería ponerlo en la misma sintonía que yo cuando tuve mi iniciación en la taberna con Sarwan.
Yo fui captada sin razón, en medio de la calle, tuve un entrenamiento a medias y aun así las cosas salieron bien. Ren podría convertirse en un hechicero sin problemas. Estaba siguiendo los pasos, según recordaba.
Las manos largas y pálidas de mi alumno llevaron la punta de la cerilla hacia la piedra elegida, la obligaron a frotar con fuerza la superficie gris y esperaron, bajo mis ojos asesinos. No ocurrió nada. Ni una mísera chispa.

—Prueba con otra cerilla —apunté, en un susurro que dejó escapar una nube de vapor en el frío de la noche—. Otra. Otra más. No te detengas.
—N-No queda ninguna —me respondió, con la voz entrecortada—. No lo entiendo, no falta nada.

Me acababa de dar cuenta de que no tenía forma de conseguir otra, y en kilómetros a la redonda no había un maldito árbol de donde sacar una rama. Ren siguió buscando la razón y yo traté de ignorar la frustración en sus palabras. Su mirada ahora se parecía a la de un niño decepcionado, mientras revisaba libro tras libro, desesperado por una solución. Yo me había resignado a esperar al próximo final de octubre. Era consciente de que la arena de ese desierto cargaba con demasiada magia residual de guerras antiguas como para querer arriesgarme a mover un dedo.

—El lugar debe estar bloqueándote, mocoso. No te apures, el año que viene lo haremos bien, en la cima de una buena montaña. Te lo prometo. 


Él tomó una bocanada de aire y me hizo la única pregunta que no era capaz de contestarle.

—¿Estás segura de que tengo algún poder que bloquear? Este desierto me parece tan normal como cualquier otro.
—No es que hayas visto muchos desiertos en tu vida, Ren…
—¡Dime la verdad! —insistió, con una ansiedad que sacó parte de su carácter escondido—. Empiezo a sospechar que no soy el elegido de ningún fuego.
—Descansa, tenemos que salir al amanecer si queremos avanzar algo antes del mediodía. No querrás quedarte bajo ese sol, te lo aseguro —comenté, como si nada, mientras me acomodaba en la tienda que habíamos improvisado.

Me dormí, sin admitir que ni yo sabía qué había salido mal. Pero tendría un año más para averiguarlo. Mientras las bolsas de oro siguieran llegando, no tendría ningún apuro en llamar a la pobre salamandra que tuviera que quedar bajo el cuidado de este chico.
Lo malo fue que, al despertar, me encontré sola. Mi alumno, sus monedas, su equipaje —y no sé por qué también el mío— habían desaparecido.

11 comentarios:

  1. Bueno, acá va mi comentario más detallado porque en G+ se me complica.
    El flashback quedó un poco resumen, pero como su función es introducir al lector en la historia, supongo que está bien.
    Me encanta que los personajes estén tan definidos y sean tan diferentes entre sí, eso le da mucha fuerza al relato. Y el tono es ágil y divertido, otro punto a favor. Y el final es una obra maestra del cliffhanger. Maldita manipuladora :P

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    1. Es verdad T_T sé que este capítulo es en gran parte resumen narrativo (tengo un problema con las introducciones, es algo que debo aprender a superar y a veces no le encuentro la vuelta). Digamos que me mandé a explicar lo que pasó en la historia anterior desde el punto de vista de Nirali y me entusiasmé tanto que lo dejé así. La pobre no tuvo mucha voz en la otra versión que hice. Tomo nota para la edición :3
      Gracias por leer ♥

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  2. Oh, que curioso :o
    Me ha interesado bastante y eso que a mí las cosas de magos y aprendices no me llaman la atención.
    Un beso!

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    1. ¡Gracias por pasar y leer! Me alegra que te haya parecido interesante.
      ¡Un beso!

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  3. Hola guapa!!
    Al principio pensé que estabas haciendo una introducción, pero después me gustó cuando la historia en la actualidad comenzó.
    Me ha gustado el cap, aunque sí es cierto que siento pena por Rem (Síp, así es, REN) xD
    Un beso!

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    1. ¡Bienvenida de vuelta! Gracias por pasar a leer, confieso que me costó encontrar el camino en este primer capítulo pero espero que los siguientes sean mucho mejores ♥
      ¡Besos!

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  4. ¡Adoro a Nirali! Y me encanta que Refulgens tenga más partes *-*. Gracias a la introducción inicial he podido recordar un poco de la primera parte y creo que también han podido poner en situación a aquellos que no la hayan leído. En fin, que me voy por las ramas... ¡Me ha encantado el capítulo!

    En cuanto pueda leeré los siguientes.

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    1. ¡Ohhh! ¡ Leíste Refulgens también! *salta de alegría* No lo he explicado, pero esta historia tiene lugar entre el penúltimo y el último capítulo de lo de allá. Y me falta un relato aparte narrado por Deval. Y la segunda parte real de Refulgens. Así que creo que esto va para largo xD O no tanto, no soy de escribir cosas muy largas tampoco. Pero me hace muy feliz que lean a mi Nirali ♥ Espero que sea entretenido.
      ¡Besos!

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  5. ¡Ayyy cuántos recuerdos! Sabes que adoré Refulgens y volver a leer sobre Nirali me ha entusiasmado mucho. Yo no creo que tengas que editar nada, me gusta esa introducción-resumen, no se me ha hecho pesada en ningún momento y me ha venido muy bien para recordar. El momento en el que Ni recuerda a Sarwan enamorado todavía me duele xDDD no sé si te dije que en ese capítulo, cuando ella se marcha, lloré mucho xDDDDD Y no recordaba lo de chica plana jajajaja, me encantaban esos momentos ^^

    No sé que habrá podido pasar con Ren, me niego a pensar que la ha abandonado a propósito. Voy a por el segundo.

    Un beso ^^

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    1. Me emociona mucho que te acuerdes de mi Nirali T_T Es de los personajes que más cariño le he tomado, así que creo que voy a seguir con ella por un tiempo. Qué lindo que esa parte de la historia te haya conmovido, yo la escribí en un momento muy particular y la verdad es que lo hice con un nudo en la garganta (la parte de la carta y todo eso). Así que estoy muy apegada a esta historia y me pone muy contenta que alguien más la disfrute.
      Gracias por pasar y leer ♥

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