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Cerca de ti - Capítulo 3

01 octubre 2015

Cerca de ti
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¿En el Grupo Aramis? preguntó Renzo, luchando por no atragantarse con el pastel.
Sí confirmó Bruno. Mara va a entrar en Recursos Humanos, que es en lo que se ha especializado Y se dirigió a la muchacha a su lado, para incluirla en la conversación, ¿verdad?

Se encontraban en medio de la celebración en casa de Ulises por el logro de la chica. La reunión había incluido a todos los que asistieron a la ceremonia de graduación esa mañana, y constaba de un almuerzo y un brindis.
Como era su costumbre desde pequeños, los tres se habían aislado de los mayores haciendo un mundo aparte, su propia celebración independiente. Como la pelirroja era la festejada, debía alternar entre los mayores y sus dos amigos, pero pronto la balanza se inclinó hacia el lado en que siempre lo hacía. Otra vez estaban los tres en su propio universo.
Bruno reía, hacía bromas e invitaba con cada diálogo a participar a la chica. Ella estaba entre los dos, con un vestidito blanco de material etéreo, un pequeño chaleco de jean y el cabello recogido. No paraba de hablar, hacía movimientos exagerados con las manos para acompañar lo que decía y un leve rubor le cubría las mejillas y la nariz. El mayor de los dos la había obligado a probar diversas combinaciones de tragos, y el efecto comenzaba a notarse. Renzo, a su lado, tenía las pulsaciones a mil.

Es cierto respondió la chica. Y ya que algunos de los profesionales de la empresa me dieron información valiosa para mi tesis, creo que será muy agradable trabajar con ellos. Son gente muy amable. Espero poder estar a la altura.

Renzo sabía que ambos amigos habían seguido en contacto, pero no tenía idea de que ella hubiera hecho su tesis en el Grupo Aramis. Se sintió celoso por un instante, luego del cual desechó la sensación con un crujir de dedos, antes de tomar su vaso y llenarlo de cerveza otra vez.

Claro que sí, Mara. Por supuesto que estarás a la altura. Fue la jefa de esa área la que me hizo la sugerencia, aunque no lo creas. Por más que yo tenga una buena posición, el Grupo Aramis no contrata gente que no sea apta. Si no, nos iríamos al caño, imagínate comentó el rubio, con la boca llena de pastel. ¿Qué dices, Renzo? ¡Seremos otra vez los tres!
Tú eres el de Marketing, Bruno respondió él, sin un asomo de alegría, y apuró el contenido del vaso. Tu oficina está en uno de los últimos pisos del rascacielos de la empresa, yo estoy en Legales, y ella estará en Recursos Humanos. Entre nosotros dos habrá como diez pisos de diferencia, sin contarte a ti, que serás el más ocupado y lejano de los tres.

Silencio. El ruido de la música que había puesto el abuelo de ella les llegó como algo lejano, ajeno.

Aguafiestas respondió Bruno con un mohín. No me tientes, porque soy capaz de hacerlos trasladarse a ambos a mi piso. Aunque no tenga espacio y los dos tengan que sentarse en mis rodillas.

Ella sonrió y bebió de su cerveza, sin decir nada. Renzo sintió un enorme vacío en el pecho. ¿Por qué estaba tan colorada? ¿Sólo podía reír de las bromas de él? ¿Por qué ella se sonrojaba cada vez que ellos estaban cerca? Podía jurar que incluso evitaba mirarlo.
¿Por qué Mara podía sonreírle de frente a Bruno, podía hablar tranquilamente con Bruno, podía mantener un secreto con Bruno y con él no? ¿Por qué con él no? Miró su vaso vacío y respiró hondo. Las mujeres realmente eran un misterio para él, en eso la cuestión no había cambiado desde que él era un niño.
En un momento, se distrajo eligiendo entre los dulces que estaban sobre la mesa y al volverse hacia sus amigos sorprendió in fraganti a Bruno y Mara haciéndose gestos desesperados. Parecían cómplices de algo. Miró a uno, después al otro, boquiabierto. Ambos cambiaron la cara y mientras su hermano mayor se puso a hablar sin parar, ella desvió la mirada, notoriamente nerviosa. Estaba más colorada que antes. Renzo no fue capaz de seguir el ritmo de la conversación de su amigo, había caído en la cuenta de una cosa. Entre ellos estaba pasando algo.
¿Cómo no se había dado cuenta antes? ¡Era tan obvio! Pero había estado tan concentrado en sus celos hacia la cercanía que tenían, que no había notado lo que en realidad estaba ocurriendo.
Ella siempre estaba con ellos cuando llegaban a lo de Ulises o durante la época de la facultad, pero no había mucha interacción más que con el mayor de los tres. Solía ponerse tímida frente a ellos y hacía enormes esfuerzos por seguirles el ritmo en cada travesura. ¿Nadie más que él lo notaba? ¿Nadie más que él notaba el rojo en sus mejillas, el tartamudeo que la invadía?
De pronto se indignó. ¿Todos esos años torturándose, muriendo de amor, temiendo decir o hacer algo que arruinara la amistad de los tres, y ellos ni siquiera le habían confesado algo tan importante? Estaba furioso. Tomó impulso y abrió la boca para decir lo que había estado guardándose, cuando sonó el móvil de Bruno.

Ah, disculpen. Es Amelia dijo, y se apartó para recibir la llamada de su secretaria.

Renzo lo vio irse hacia una parte más apartada de la playa para hablar y, al volverse hacia Mara, notó que la chica lo miraba con curiosidad, por encima de su vaso, mientras bebía. Le clavó los ojos con intensidad, esperando que ella le dijera algo, que le hiciera una mínima confesión, algo que abriera el círculo para que él estuviera al mismo nivel de ellos. Y la pelirroja se ruborizó tanto al apartar la vista, que el muchacho hubiera cedido al impulso de zamarrearla para que le dijera la verdad, si no hubiera sido porque el tercero del grupo regresó justo a tiempo.

Ha surgido un asunto urgente explicó Bruno. Lo siento, debo irme o tendré graves problemas luego.

Renzo fue testigo de cómo el rostro de la joven cambió al oír aquello, para pasar a demostrar cierta tensión. No estaba contenta con que él se fuera, en absoluto. Entonces, él decidió que ya había tenido suficiente.

Aprovecho para retirarme también. Tengo que regresar a la oficina y hacer algunas horas extra agregó desganado. Te agradezco por todo, ha sido bueno reunirnos de nuevo.

No se molestó en decir lo último con mucho entusiasmo, y se sorprendió de sí mismo al darse cuenta de que lo había hecho a propósito. Otra vez, ese amor inmenso que sentía por Mara se hacía notar, rebelándose a seguir encerrado, descomponiéndose dentro suyo y sacando lo peor de él. No se estaba comportando como siempre, no era él mismo. Parecía un niño caprichoso, haciendo un berrinche por no conseguir el juguete que deseaba.
Vio que ella, con una sonrisa resignada, los saludaba cuando entraron al auto. Lo que no vio fue que ella no quitaba la vista de la carretera, aún mucho después de que ellos ya hubiesen desaparecido del camino.

***

Ambos ya llevaban un rato de viaje, pero no habían dicho una sola palabra. Bruno miró a su hermano, algo preocupado.

Te noté extraño hoy. ¿Estás bien?
Sí. Nada que no arregle un segundo almuerzo en la cafetería de la empresa.

Bruno sonrió, enternecido. Sabía que el otro tenía la manía de arreglar los problemas devorando comida al estilo más bruto.

Como sea, te contaré algo que te animará. ¿Sabes cuál es el problema que debo correr a solucionar?
No dijo, comenzando a sentirse algo mejor. Si Mara no estaba en medio, ellos actuaban como dos buenos camaradas. Y si comienzas con esas charlas sobre tus problemas con los dinosaurios que tienes por subordinados en la empresa, juro que me arrojaré del auto en movimiento. Soy muy capaz, así que no me pongas a prueba.
Te equivocas, tonto. No es eso replicó burlón el otro. ¿Recuerdas a la morena de legales que es tu vecina de escritorio? Y como si la referencia no fuera suficiente, el joven hizo una seña contundente con ambas manos frente a su torso. La de las...
Sí, no hay manera de confundirla. La mujer de las bubis recordó, usando el apodo que ambos le habían puesto al verla contornearse por los pasillos del edificio.
Bueno, al parecer ha tenido problemas con una compañera y se fue a las manos con ella, por lo que su supervisor la ha suspendido. Ahora corren rumores de que las van a despedir a ambas, lo cual obviamente es una mentira, y ella está en la puerta de mi oficina exigiendo verme a los gritos y amenazando con denunciarme por acoso sexual si la despiden.
Un momento lo interrumpió, ¿qué tienes tú que ver con eso? ¿Y por qué demonios te podría denunciar por aco...? Entonces lo comprendió del todo. Oh, por Dios. ¿Te acostaste con una subordinada?
Ya lo sé, es lo más estúpido que he hecho, y si alguien más se entera de que pongo en peligro mi puesto de trabajo por un par de tetas...

Renzo terminó de irritarse al imaginar a la paciente Amelia, una mujer que tenía la edad y el carácter de su propia madre, como el único obstáculo que impedía que la mujer de la gran delantera se lanzara a la oficina del gerente de Marketing para destrozarlo todo.

No lo puedo creer. ¿Hemos abandonado la fiesta de Mara por algo como eso?
Vamos, si no es una tontería. Sí es algo importante, solo que no me pareció bien decírselo a nuestra amiga. La prensa saldrá a decir que uno de los altos cargos del Grupo Aramis es un desastre con las mujeres...
¿Y no lo eres?
Claro que sí, idiota. Soy un inútil que no sabe elegir, pero tampoco quiero que todo el mundo se entere de eso.

El de cabello castaño seguía molesto. ¿No le bastaba tener algo con la chica de sus sueños, que también tenía que meterse con su vecina de escritorio?

¿Y Mara?
¿Qué? Ya le dije que la recompensaría. Además, ella sabe sobre la mujer de las bubis. Me dijo que algo así podía ocurrir. Ella, tan tierna e inocente, intuyó lo que esa loca podía llegar a hacer, ¿no es increíble? No quiero que sepa que me marché de su fiesta por algo que pude haber evitado siguiendo un simple consejo suyo. Soy un pésimo amigo.

En ese instante, el otro se dio cuenta de que Bruno no tenía idea de los sentimientos de su amiga. La complicidad de él era sincera, sí, avasallante, claro que sí. Todo en él lo era. Pero no estaba ni enterado de lo que parecía provocar en la pelirroja. ¡Qué indignación, ni siquiera lo notaba!
Entonces, ¿qué eran esas señas que había visto en la fiesta entre esos dos? ¿Qué escondían? Mientras más pensaba en el asunto, peor se sentía. Lo mejor era apartar todo eso de su cabeza. Hicieron el resto del camino hacia la compañía en silencio. Ninguno de los dos volvió a hablar del tema.
Renzo ya lo había decidido: se alejaría. No se metería en el camino de esos dos. A lo mejor, Mara era lo que su amigo necesitaba, una muchacha dulce y sincera, con la que se sintiera completo, satisfecho. Él sabía que su hermano tenía problemas en la elección de una pareja, parecía ser un imán para las relaciones inconvenientes. Si la chica lo quería de verdad, podía ser lo mejor que le ocurriera en la vida. Lo más sensato era hacerse a un lado como hasta ese momento, para dejar que las cosas siguieran su curso. Y en el caso de que el rubio jamás se diese cuenta de lo que la muchacha sentía, él tampoco iba a quedarse allí, viéndola morir de amor por otro.

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