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Escucha mi historia
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Espacios (Escucha mi historia # 2)

Espacios (Escucha mi historia # 2)

01 noviembre 2014


Tienes todos los espacios inundados de tu ausencia, inundados de silencio.
-Maná. 


Desde aquél día, te has quedado un poco vacía, te has ido un poco de ese cuerpo. Al principio no lo notaste, entraste en una espiral de hiperquinesia, tomaste mil caminos a la vez, erraste y volviste a empezar. Hasta que, una tarde, te detuviste en la habitación oscura, levantaste la mirada y lo notaste. El pensamiento entró en tu mente con la fuerza de un huracán y destrozó tus cimientos. Te sorprendiste cuando la humedad en tus mejillas delató el llanto inconsciente, rebelde. 

Ya nunca sería igual, lo supiste. El mundo había dejado de ser el que era, tenías que afrontarlo. Y no pudiste. No quisiste. Tu cuerpo dio mil y un señales de que no había vuelta atrás, tu mente comenzó a tambalearse. Tu alegría se quedó en aquella habitación oscura, el ritmo de tus latidos no pudo volver al que era antes. Tus sonrisas son escasas, difíciles. 

Tu reloj se quedó estancado en esa tarde, en un repetitivo tic-tac de agujas que no avanzan, que luchan temblorosas. Te extrañas a ti misma, de alguna forma te has ido del todo. No estás aquí. Te has quedado en aquella habitación, con las manos en las mejillas, sorprendida y aterrada por el llanto, te has perdido. Te has vaciado. Tienes todos los espacios inundados de tu ausencia, inundados de silencio.
 



Nota: No quise hacer algo de ausencias amorosas, ya lo hice en el anterior, así que probé con algo distinto. Me salió escalofriante :P

Culpable (Escucha mi historia # 1)

Culpable (Escucha mi historia # 1)

21 octubre 2014


Toda la culpa es del café que me recuerda tu sabor...
-Fito y Fitipaldis. 


EscuchaMiHistoriaBannerUn pie adelante del otro, en una sucesión infinita, recorriendo el salón. La mesa quince ha pedido un desayuno completo, la trece ha pedido la cuenta y yo trato de mantener la sonrisa a pesar de la monotonía.

Un capuchino. ¿Desea algo para acompañar, señora? No, querida, pero dime si va a tardar mucho, porque tengo algo de apuro. Entonces, ¿lo desea para llevar? ¿Y por qué me sentaría si así fuera? Solo tráeme el pedido con la cuenta, y que sea rápido.

   
Clientes que piden cosas dulces para quitarse lo amargo. Algunos deberían tragarse el azúcar directamente. Lo que soy yo, no tengo remedio. Por tu culpa.

Un café negro, que sea doble. Muy bien. Y que sea con un muffin de vainilla. Eh… está bien. ¿Ocurre algo? No, nada.
 

Gente extraña que se atiborra de sabores distintos, contradictorios. Como cuando yo intento recordarte a través de los aromas de este lugar. La intensidad del café recién molido, el dulzor de los pasteles recién horneados en la cocina del local. Las promesas de amor son tan efímeras como el contenido de las tazas que llevo en mi bandeja hacia esos clientes ansiosos. La memoria sensorial es cruel. Tu adiós fue muy claro, mi insistencia en seguir pensándote es el problema. Las lágrimas que se me escapan de camino a la caja, con el dinero de la mesa once, son solo culpa mía.

Ve a descansar un poco, no te ves muy bien. ¿En serio? Debe ser el insomnio. Sírvete un café y ve al patio del fondo por un rato. Yo atenderé tus mesas, ¿ok?
 

Fuerzo una sonrisa y me obligo a ir hasta la máquina detrás de la barra. El líquido marrón oscuro fluye hacia la taza hasta llenarla. Una, dos, tres cucharadas de azúcar. La vida sigue, ¿a quién le importa que no vayas a regresar? Pronto estaré llena de energía otra vez, pero ahora me daré permiso de lamentarme en una última ocasión. Toda la culpa es del café, que me recuerda tu sabor. 



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