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Arcano 10: La rueda de la fortuna

21 febrero 2023

Tenía que ser un día más, con los compañeros de la universidad.

Con lo interesante que parecía este parque.

La idea solo era pasar una tarde aquí, antes de que empezara el mundial y a todos nos tragaran las fechas, los partidos, en medio de los últimos exámenes del año.

No sé en qué momento caímos en la trampa de ese viejo de mierda, de pie en la entrada. La rueda de la fortuna, se llamaba el juego. Que podíamos participar por el premio de nuestra vida. Sí, claro. Los boletos más baratos que hubiésemos pagado alguna vez. ¿Cómo es que dicen por ahí: «lo barato sale caro»? Bueno, eso. Baratísimos para nuestros bolsillos. Adivinen ustedes el resto.

Entramos al galpón, solo ocupado con algunas figuras de madera de animales pintados y en el centro la rueda, del mismo material, también descolorida por el paso del tiempo. Los extraños símbolos dibujados en ésta no daban ninguna señal de los premios por los que estábamos participando. Mi entusiasmo se apagó y, por lo que vi en mis acompañantes, éramos varios los decepcionados.

—¡Qué mierda de juego! —exclamó Uriel, poniendo en palabras el sentimiento de los cuatro que estábamos ahí—. Tremenda estafa.

—Bueno, pasemos esto rápido y vayamos a la montaña rusa para compensar —dijo Lily, acercándose a la estructura enorme frente a nosotros.

Los demás se alejaron, para mirar con desagrado las figuras de madera que nos rodeaban. La única optimista del grupo se aferró al costado de la rueda, tomando impulso y luego la soltó, para que los pocos aún interesados la viésemos girar.

Hay un instinto extraño, algo primitivo, en esperar lo mejor del azar. Siempre pensamos que nos tocará algo, aceptamos lo que sea, con tal de que sea inesperado. A veces, nos llevamos ese producto que nadie compra, en nombre de que nos lo dieron gratis o a la mitad del precio. Otras, aceptamos la pérdida y nos quedamos con las ganas de intentarlo una vez más.

Y eso es lo único que se me ocurre, para justificar lo que pasó después.

Porque, cuando el águila de madera frente a Uriel se irguió, extendió las alas y se lo llevó en sus garras atravesando el techo, nuestros gritos no hicieron que nadie viniera en nuestro auxilio. Nano golpeó la puerta, exigió, amenazó y luego rogó que nos dejaran salir de allí.

Yo me había echado al suelo, temblando, con la cabeza entre las rodillas y debajo de mis brazos. Lily estaba de rodillas, todavía junto a la rueda enorme. Y la voz de afuera lo único que dijo fue que habíamos perdido en esa vuelta y que, si jugábamos una vez más, podíamos llegar a ganar.

Volviendo a ese instinto humano, esa estupidez que llevamos algunos dentro cuando nos encontramos con el azar, ¿qué creen que hicimos?

—Uri debe estar afuera, sin un rasguño —aseguró mi amiga.

Nano y yo asentimos, medio entre risas, medio incrédulos.

—Mejor pasemos rápido esta cosa —dije—. Después le dejamos la reseña que se merece en Google.

Una vez de acuerdo los tres, Lily aceptó nuestras sugerencias para cambiar la forma en que la rueda había girado. Desde el otro lado, más lento, intentando prolongar el tiempo antes de que ésta se detuviera…

Y ojalá hubiéramos tenido idea de qué significaban los símbolos malditos en pintura negra. Aunque no sé si hubiera servido de mucho.

El león que arrastró a mi amiga, lejos de nosotros, pero lo bastante cerca como para saber qué haría con ella, nos dejó en shock.

La voz, desde afuera, anunció que habíamos perdido de nuevo y que nos quedaban dos vueltas más.

No supe cuánto había pasado hecho un ovillo en el suelo, mientras Nano insultaba a gritos y seguro se desgarraba los puños a fuerza de golpear y golpear la puerta cerrada. Comencé a llamar, con timidez, a los pobres de Lily y Uriel, sin respuestas. Pero, al rato, nuestro instinto nos hizo mirar de nuevo a la rueda. E intentarlo otra vez.

No parecía terminar de girar, era hipnótico. Mi corazón golpeaba contra mis costillas, tratando de salir de mí con cada latido. Nano se puso detrás de mí, demostrando que mis sospechas de que era un idiota no estaban tan erradas.

«Aquí voy. El bicho que me toque, mejor que sea enorme, así no lo siento» pensé, mientras recibía el empujón de mi compañero antes de oírlo correr.

«Hermoso».

Uno no tiene la oportunidad de ver un toro alado. No, al menos, sin estar bajo alguna sustancia ilegal. Comencé a dudar de mi cordura o mi sobriedad, pero ya había decidido que no huiría. Sí, había perdido. Sí, me habían traicionado, me habían dejado a mi suerte. Pero no iba a luchar contra la fortuna.

Cerré los ojos, esperando el fin.

Y esperé, por un rato, sin sentir nada.

«¿Así será la muerte?» me pregunté, con la esperanza latiendo en mi garganta, o las náuseas, quién sabe.

Me animé a volver a mirar, a enfrentar mi situación, cuando noté, de reojo, que el toro salía por un costado, como si nada, con el tarado de Nano enganchado en uno de sus cuernos.

Uno no debe hablar mal de los muertos. Perdón, Nano. O, te perdono. Vaya a saber qué corresponde aquí.

Al final, la voz anunció que solo quedaba una vuelta en la rueda y le grité que no pensaba girar más un carajo. Que hiciera lo que quisiera, pero que no podría entrar nadie más si yo no terminaba el juego.

La respuesta fue que, si yo no utilizaba la rueda en lo que quedaba del día, perdería sin más.

Y así, cruel y a veces injusta, es la fortuna. Nunca en manos de nadie.

Sin saber cuánto había pasado ahí, cuánto faltaba para el fin del día y de mi propia existencia, volví a mi primera idea. Pasar esto rápido, terminarlo y ya.

A lo mejor, en el Otro Lado podría poner una mala reseña. Podía llegar a haber un Libro de quejas.

Pensando en eso, sin ponerle mucho ímpetu, me aferré al costado de la madera y empujé hacia abajo. No había nadie a quien llorar, nadie de quien temer más que a mi propia suerte. Y esperé cualquier cosa, menos al ángel que me sonrió y me felicitó por el premio máximo.

—Pide lo que sea. Tu deseo será cumplido —dijo, con la voz de un trueno, un manantial y un oso gruñendo a la vez.

Mi corazón latió con fuerza, de nuevo. ¿Qué clase de premio era ése? Temí moverme un milímetro frente a esa cosa que brillaba como el sol, me miraba con un ojo gigantesco en su centro y flotaba entre cientos de alas. Lo mejor iba a ser apurarme a terminar con aquello. Pensé en Uriel, en Lily, incluso en Nano. ¿Qué es lo que ellos más hubiesen querido? La respuesta vino a mí, en un segundo.

—Mi… mi deseo es… —balbuceé.

Y así es como llegué aquí. Nunca pensé que, cuando el viejo decrépito nos vendió «el juego de nuestras vidas», nos hubiera dicho algo tan cierto.

Porque las entradas para el concierto de mi artista favorito estaban agotadas, desde hacía meses. Y ahora estoy en el vip a solas, con acceso al meet and grid y todo. Sano, salvo y con el mejor ahorro de dinero de mi vida.

La fortuna puede llegar a ser increíble.



***

♦ Esto de que la fortuna nos puede dejar patas arriba, lo sé muy bien. Si este libro comenzó con mi humilde escritora en otra vida, prácticamente. Todo cambia muy rápido, a veces no lo entendemos, pero es para bien. Supongamos. Esperemos.

Si lo encuentra en su tirada:

Al derecho: No sea tímido. Dígale que sí a esas promotoras en el supermercado que ofrecen jugar a cambio de comprar la sopa instantánea. Se llevará a casa las provisiones del mes en pura imitación de su amado ramen.

Al revés: Suelte un poco las maquinitas del casino. Respire profundo, dé una vuelta. No, no tema que esa viejita le robe el lugar en el último slot libre. Camine por el bar, aléjese un poco del ruido. Y aproveche, ya que está junto al cartel del grupo de ayuda de Jugadores anónimos, hágales un llamado. No se va a arrepentir.



***

Nota: La finalidad de los significados de cada carta es entretener al lector y a la loca que escribe estas cosas. Ningún dato de este libro debe ser tomado como referencia seria, ni aplicarse a situaciones de la vida real. Dicho esto, sean libres de enviar sus propias interpretaciones de este arcano.

Hasta la próxima.

Los saluda, Madame Ceyene
 

Próximamente - Arcano XI: La justicia »

6 comentarios:

  1. Que placer leer nuevamente a Madame Ceyene. Espero que estar atrapada en el libro no le provoque contracturas.
    Pensaba que la protagonista deseaba salvar a sus amigos. Pero cuando tuvo la posibilidad de pedir un deseo, sólo pensó en si misma. Cuando pudo usarlo para recuperar a sus amigos. O intentarlo.
    Por lo menos, pidió algo razonable, a su gusto. Y no algo peligroso.

    Me gustan las interpretaciones de la carta.
    .Besos.

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    1. ¡Gracias por pasar por acá después de tanto tiempo! Sí, el deseo resultó egoísta al final. Un abrazo!

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  2. Muy buenas, me alegra de volver a leerte. La lectura de la cartas tiene su intríngulis, todo depende de las demás que la acompañen, el mudo del tarot es especial, aquello que se nos escapa de nuestra mente racional a veces no es difícil de asimilar, que unas cartas con bonitas figuras puedan determinar un hecho concreto o decirnos nuestro futuro.
    En esta ocasión, la protagonista de la historia creo que obro un poco egoísta, pero cada cual hace sus obras.
    Un besote, feliz semana.

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    1. Exactamente, las cartas no se suelen interpretar por separado. En realidad, esta serie de cuentos es una forma de armar mi propia baraja de cartas, solo que en vez de sentarme a dibujar cada una, lo hago en forma de relatos. También, para hacerlo más entretenido y que me permita ampliar el experimento, trato de escribir en distintos narradores, con la mayor cantidad de géneros posibles. Por las dudas, va siempre la aclaración de no tomar en serio ni los cuentos ni las interpretaciones del final, ya que la idea es ir por el lado del humor. ¡Gracias por leer y dejar tu comentario! Un abrazo.

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  3. Bueno, de cartas no sé mucho, pero me las tiraron una vez, hace décadas, y acertaron. Esta en especial me salió, ya ves.

    Un abrazo

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