El director indicó que faltaba un minuto para salir al aire. Frieda se ubicó en su lugar e inspiró con fuerza, para soltar el aire despacio.
El estudio tenía la ambientación típica de los shows de la mañana: un juego de sillones con un par de columnas y una especie de cortinado de fondo. Se sumaba, en un costado, una cocina equipada y, al otro extremo, espacio para alguna demostración de fenómenos locales o el numerito con playback de algún cantante de medio pelo. Ella solía pasar tanto tiempo grabando, que incluso se encontraba en sueños en ese lugar. Pero nunca se quejaba.
Había días en que todo eso la enorgullecía. Aquel era su santuario.
Había otros días en que se sentía asfixiada. Esa era su cueva, el antro que la había tragado y no la soltaba.
Uno de los asistentes le encajó en la mano las tarjetas con las publicidades y el orden de las notas a presentar. Frieda no se movió, mientras la maquilladora le daba los últimos toques en la cara. La cuenta atrás se acercó al uno, cuando la luz de «aire» se encendió.
La conductora apretó las tarjetas en su mano y sonrió como cada día, dando su saludo a los espectadores.
Estaba sola de aquel lado, sentada en aquella butaca ridícula que desentonaba con el resto del lugar y escoltada por la estatua de un gran felino indistinguible (puma, jaguar, lo que sea, había dicho el director).
—¡Bienvenidos a Frieda en la mañana! Hoy, como siempre, con las mejores noticias y el entretenimiento para empezar la semana. Para este lunes, tenemos a los equilibristas del…
Ella continuó hablando de las maravillas que podían hacer los acróbatas que esperaban detrás del decorado, tratando de ignorar que las indicaciones en el auricular en su oído izquierdo habían cambiado, del ritmo normal a una marea de gritos agitados. En el balbuceo de excitación de su joven productor, la conductora imaginó de qué podía tratarse. Una cadena nacional del presidente, anunciando que, en realidad, formaba parte de una raza de reptiles espaciales. O una noticia de último momento, con algún hallazgo criminal hiper-sangriento.
De inmediato, su experiencia le dio la pauta a seguir. Era su imagen la que estaba al aire, no la de esos niños que jugaban a manejar los hilos de su programa.
—…pero primero, vamos a dar lugar a una interrupción. Luego estaremos con ustedes —alcanzó a decir, como si todo formara parte de la rutina preparada y no estuvieran los guionistas del show tirándose de los pelos detrás de cámaras.
Apenas la luz de aire se apagó, Frieda se arrancó el auricular y lo tiró al suelo. Estaba harta de las órdenes de aquellos mocosos incompetentes que bien podrían ser sus nietos. Iba a gritarles sus verdades, cuando se dio cuenta de que debía guardar su voz para las cuatro horas en vivo que le quedaban ese día. Sin contar las del resto de la semana.
Con un suspiro, se sentó en la butaca de nuevo, mientras la maquilladora se le acercaba con cautela con su brocha. Un técnico se le sumó, para probar que todavía funcionara el aparato junto a sus pies y volver a colocárselo en la oreja.
Ella intentó concentrarse en algo que le quitara el malhumor. La razón de su interrupción podía ser interesante. En especial, si ella debía comentar algo sobre eso después. Sabía que los guionistas le pasarían a la producción una serie de frases que la salvarían; sin embargo, prefería saber de qué estaba hablando.
«A ver, ¿qué será? ¿Presidente reptil o flash informativo sangriento?» apostó, consigo misma, a la vez que espantaba de un manotazo a la joven que le cubría la cara de polvo compacto y se levantaba de nuevo del asiento.
Se acercó al monitor y vio que no se trataba de una cosa, ni de la otra. Era una noticia, sí. Pero sobre algo que la hizo ponerse colorada, hasta las orejas.
Frieda sintió que un calor espantoso le subía desde las entrañas, hasta casi asfixiarla de la vergüenza, y un sudor frío le cubría la espalda y las palmas de las manos.
«No. Esto no puede estar pasando. ¡No todavía!».
El horror la hizo retroceder, fuera del alcance de todos.
Su secreto. No su secreto, por favor.
Sin embargo, ahí estaba. En la pantalla, su escondite, su tesoro, la razón de su juventud duradera. En el lugar menos visitado de las sierras, junto a una montaña antigua y sin atractivo para los caminantes, se situaba un lago poco profundo. Allí, se había caído una pareja de adolescentes que habían escapado de sus casas. Sus fotos habían estado en las noticias por semanas, la misma Frieda había hablado del asunto en su programa. Cuál había sido la sorpresa de los padres de ambos, al encontrarlos de regreso en sus casas, con un retroceso físico de diez años. Ahora, los fugitivos apasionados solo eran niños en edad de ir a la escuela primaria.
A pesar de la incredulidad y las burlas de la mayoría, mucha gente había corrido al lago. Algunos, para probar el efecto en sí mismos. Otros, para rezar en un santuario improvisado al santo de su elección o recitar a los gritos fórmulas de exorcismo de diversas religiones. Cada grupo tenía su espacio en la orilla. Incluidos los padres de la parejita, con el niño que tiraba del pelo de la que había sido su novia.
Desde el fondo de su cabeza, en la maraña de pensamientos llenos de ansiedad, Frieda oyó una voz ronca pero femenina, que se imponía entre todas.
«¡Calmate, cambiá esa cara! Ni que la desaparición de esos chicos calenturientos hubiese sido culpa tuya, mujer. Algo se nos va a ocurrir» dijo, invisible, dentro de la mente de la conductora.
Aquello hizo que ella se girara, por impulso, hacia la fuente de donde sabía que venía el mensaje. No era la primera vez. Y no sabía si era la única que podía oírlo. Lo único seguro, era que de aquella estatua de felino de especie indefinida venía el aliento de su espíritu guía. Era quien la había iniciado en toda aquella aventura a espaldas del mundo.
«Tampoco te quedes mirándome así, tonta, que el estudio está lleno de gente» la amonestó la estatua, con un gruñido.
Frieda se dio vuelta y caminó, nerviosa, de un lado al otro del estudio. En el monitor, habían terminado con el flash y entraba la pauta publicitaria de aquella hora.
«Se acabó. Se terminaron los chapuzones privados cada mes. Chau juventud mágica» pensó, angustiada, e ignorando a la felina que protestaba con su telepatía porque ahora ya no le hacía caso.
Recibió las nuevas indicaciones por el auricular desde producción, segura de algo. Sí se le ocurriría una forma más terrenal de conservar su belleza.
«Callate, gatita. Ahora, el poder que queda lo tengo yo» dijo, y la estatua no volvió a hablarle por el resto del programa.
Ella se acomodó, decidida, en la butaca de siempre. Inspiró hondo, recibió sus nuevas tarjetas y esperó la nueva luz de «aire». Nunca debería haber perdido su tranquilidad por aquel lago. Siempre le quedarían mil secretos mejor guardados y con mayores beneficios.
«Al menos, tengo mis ahorros para un buen cirujano plástico. No pienso perder la compostura. Y si querés seguir en cámara, gatita, vas a tener que ofrecerme algo más a partir de ahora» dijo, en su cabeza, mientras pasaba un dedo por la cabeza del puma, jaguar o lo que fuese a su lado.
«Vamos a ver» respondió la voz, ronroneando.
La producción ya le avisaba que se preparara porque volvía al aire. Su precioso aire. La programación continuaría de forma normal. Lo demás, podía esperar.
***
♦ Me llama mucho la atención el felino raro que acompaña a la Sacerdotisa en algunas versiones. Aparte de eso, esta carta siempre se me hizo más un oráculo, la guardiana de un gran poder o secreto, antes que una versión femenina de un sacerdote cristiano. Así que me la imaginé guardando la fuente de la juventud y haciendo mucha plata con eso. Porque sí, es lo mismo que haría yo, señores. En vez de eso, acá me ven, pagando el precio por fingir ser una adivina del futuro y encerrada en este libro a la espera de que me escriba, esta maldita autora perezosa.
Si lo encuentra en su tirada:
Al derecho: Encontrarás un poder oculto en algún objeto cotidiano que te convertirá en la mujer más sabia y hermosa de la Tierra. Sí, si sos hombre también. Disfrutá la transformación.
Al revés: Las estatuas de gatos se convertirán en tu amuleto de la suerte. Eso y las sillas de diseño que son más caras que un sofá de tres cuerpos y más incómodas que sentarse en el piso.
***
Nota: La finalidad de los significados de cada carta es entretener al lector y a la loca que escribe estas cosas. Ningún dato de este libro debe ser tomado como referencia seria, ni aplicarse a situaciones de la vida real. Dicho esto, sean libres de enviar sus propias interpretaciones de este arcano.
Hasta la próxima.
Los saluda, Madame Ceyene
Me gustó la resolución del relato, interesante lo de la fuente de la juventud.
ResponderEliminarBien contado.
Un abrazo para vos y para Madame Ceyene.
iGracias por pasar a leer y dejar tu comentario! Ando algo oxidada, estos relatos se van escribiendo con esfuerzo pero de a poco van saliendo. Un abrazo.
Eliminar¡Hola!
ResponderEliminarJoe, admiro muchísimo a la gente que escribe relatos, a mí me resulta imposible, aunque admito que es un entrenamiento genial jaja ¡sigue así!
¡besos!
¡Gracias! Un abrazo.
Eliminar¡Hola! Curiosa fuente de la juventud que funciona de manera temporal, aunque antes de pensar en el cirujano, debería pensar que pueden existir algunas otras fuentes con poderes similares, imagino que podría ser factible XD me gustó su profesionalismo.
ResponderEliminarComo siempre, la lectura de las cartas me encanta, en especial, la del derecho XD
¡Un abrazo!
(。◕ ‿ ◕。)/ Holaaa!!!
ResponderEliminarMe ha encantado el texto, primero comenzó simple y luego se puso muy loco realmente divertido, la resolución ha sido totalmente perfecta muy buen texto haz hecho, gracias por compartirlo :D
Espero puedas pasarte que estés bien!
穛 S4Ku SEK4i®
Muy bueno! Todos los argentinos conocemos a la Frieda original.
ResponderEliminarEse gato es sumamente llamativo. ¿qué hace ahí? ojalá algún día me encuentre esta baraja en la calle...
Y hacés bien en asociarla con una pitonisa, tiene sentido.
Abrazo!
Hola, Cyn!
ResponderEliminarQue poderosa, misteriosa y escalofriante carta. Debe haber alguna forma para que no sea extorsionada y consiga la eterna juventud. Magnifica trama con tus personajes en la cabina de producción radiofónica.
!Un abrazo!